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La tercera jornada de la Feria Taurina de Santiago dejó este lunes una estampa previsible a la par que pintoresca. Previsible porque los partes del tiempo ya adelantaron que en Santander se superarían los 25 grados a los largo de la tarde, y pintoresca porque ... minutos antes de que comenzase la primera corrida en los aledaños de la plaza de toros abundaban los sombreros y los abanicos para contrarrestar el calor. Hubo quien, incluso, se refugió del sol debajo de un paraguas. «Aquí cuanto menos te puede dar una insolación», le comentaba una mujer a otra. Aunque también hubo tipos con suerte. «Yo no necesito cubrirme la cabeza porque tengo entrada en sombra», celebraba Juan de la Fuente.
Los bares de la calle Jerónimo Sainz de la Maza acogieron el ambiente previo a la faena. Era de esperar. A las 17.30 horas en las terrazas ya pegaba la sombra y la gente se empezó a apelotonar. Todas las sillas estaban ocupadas y en la acera no quedaba espacio ni para pasar, aunque no supuso un problema porque la carretera quedó cortada una hora antes del comienzo de la corrida. Los camareros, por su parte, no dejaban de entrar y salir con la bandeja en la mano. Lo que más despachaban eran vinos tintos y cerveza. «Lo que sea pero que esté fresco, Rosa» le pedía María José Rebolledo a su amiga, ambas con el cojín debajo del brazo y con el pañuelo festivo atado al cuello, como la mayoría. Quien fue más allá, desafiando el calor, fue la joven Valeria Lozano, que portaba la chaquetilla típica del traje de luces.
Parecida era la imagen en la plaza de Méjico. Era difícil encontrar un banco vacío, incluso los que estaban expuestos al sol. La mayoría con bolsas llenas de bebida y picoteo para amenizar la espera. Otros muchos pecaron en los puestos que venden complementos taurinos. El objeto más solicitado fue un llavero del torero peruano Roca Rey.
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