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Vive el toreo un momento convulso. El futuro está en juego, el rito en entredicho y el hoy es un tren de mercancías que, al que no se sube en marcha, le arrolla. El todo vale, la tarde de toros sin los toros, se ha ... instalado dentro de una herida que sólo recibe la perceptiva mercromina en tardes de excepción. Santander, por supuesto, participa de los males y bienes de un vaivén empresarial que ha decidido apostar por el triunfalismo. Este jueves, además, llegaba a Cuatro Caminos Roca Rey, el hombre que todo lo puede y que, cierto es, supura ambición en esa herida que sufre la fiesta. Que nunca debió llamarse fiesta, porque hay vidas en juego, pero que ahora se acerca a un cumpleaños de pancarta y gorrito. El peruano, sin embargo, mantiene la ambición y, aunque esta vez no pasará a la historia, repitió puerta grande en Santander.
La mejor noticia, pasase lo que pasase en el ruedo, estaba en el tendido. Al clamor de Roca, del día festivo y de la rosa y el clavel se agotó el papel, algo que no sucedía desde hace muchos años. En chiqueros había encerrada una corrida de El Puerto de San Lorenzo, muy desigual de pesos y hechuras, como casi toda la feria, en la que el sexto tenía el segundo hierro de la casa, el de La Ventana del Puerto. Y, por ende, otro encaste. Que alguna vez habrá que tocar ese tema, el de anunciar una ganadería de Atanasio-Lisardo y que se lidie parte de origen Domecq, aunque sólo sea uno. Sin remate ni trapío y con varios pitones sospechosos, fueron el paradigma de toro moderno, cuya máxima es no molestar.
Ganadería Se lidiaron cinco toros de El Puerto de San Lorenzo, procedencia Atanasio-Lisardo, y uno de La Ventana de El Puerto, de origen Domecq. Pobres de hechuras y de cara, alguno muy sospechoso. Con movilidad en las telas y con falta de raza, celo y poder en el último tercio. El tercero tuvo más transmisión.
Cayetano Pinchazo y estocada (ligeras palmas) y estocada, aviso y tres descabello (silencio).
Juan Ortega Estocada delantera (vuelta al ruedo tras petición) y estocada casi entera (oreja).
Roca Rey Estocada (oreja) y estocada y aviso (oreja).
Incidencias Plaza de toros de Cuatro Caminos. Lleno de no hay billetes en tarde nublada. Presidió el festejo Juan Calahorra, mientras que ocupó un lugar en barrera, junto a la alcaldesa de Santander, Gema Igual, la infanta Elena.
Algo más de ganas de pelea tuvo el tercero, que le pasó muy cerca el pitón a Roca Rey en la apertura de faena. El peruano ha llegado donde está por ambición, por valor y por una capacidad innata de llegar al tendido (estaba hasta la infanta Elena junto a la alcaldesa de Santander). Roca es poder, que no temple, y valor, que no suavidad. Con el primero, para seguir la costumbre de días anteriores, porque Roca es sobre todo inteligente, se echó de rodillas para pasarse a su enemigo por la espalda en una declaración de intenciones. Salió trastabillado, con el pitón cerca de la yugular y con un susto que se repitió en la primera serie en redondo.
Le había ofrecido la muerte del toro a Cayetano, como recuerdo de cuando el madrileño se la jugó para quitarle el Bañuelos de encima de las tablas, un final que llegó con un estoconazo para cortar la primera oreja. El sexto era de la Ventana, no tenía remate y en la muleta se quedó corto siempre con afán de defensa. Roca entendió rápido por dónde iban los tiros y el intento de toreo por ambos pitones acabó en tres circulares invertidos y otra estocada. La puerta grande de todos los días era para él.
Pudo haber sido también para Juan Ortega, que hizo que el presidente endureciese el criterio por primera vez durante lo que va de feria. Sin brillo capotero, el trasteo del sevillano tuvo más enganchones que seda, más intenciones que colocación y un remate poco limpio. La mayoría, con la plaza llena, fue dudosa y Juan Calahorra se mantuvo firme. Porque los trofeos se piden con pañuelos, no con gritos. En el quinto, con una petición parecida, paseó una oreja en otra faena también trabada, aunque un trincherazo y un ramillete de naturales ahondaron en el recuerdo de 'Langosto'.
Completaba la terna Cayetano, un torero necesario en el escalafón, que no en la feria, honesto sin maneras de figura y que, por destacar algo, ejerció de director de lidia al acompañar al caballo de picar en su vuelta al refugio. Un atrevido inicio a su segundo no tuvo la continuidad suficiente para que su paso recibiese un suficiente raspado.
Por cierto, que la corrida se picó mal y se lidió peor. Si el encaste Atanasio genera toros que se marchan sueltos, las cuadrillas tendrán que generar en corto cada suerte necesaria para transitar del capote a la muleta. Un caso extraño, porque en época de grandes lidiadores, ni siquiera eso nos estamos llevando a la boca.
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