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El primer día de la Semana Grande arrancó con dos actividades que pueden presumir de llevar años en el calendario de las fiestas de Santander: las doce horas de palas, en la Playa del Camello, y el torneo internacional de rugby en la Segunda de ... El Sardinero. A eso de las 9.00 horas comenzó la maratón de palas. Una mañana tan apacible como la de ayer, con 18 grados, el cielo despejado y una ligera brisa, fueron las condiciones en las que los participantes de esta prueba de resistencia empezaron a calentar la muñeca.
El ruido seco de los impactos se volvió cada vez más constante conforme los paleros entraban en calor. Participantes que, a su vez, pasaban el testigo a quienes ocuparían su lugar tras una hora jugando. El sol picaba conforme ascendía, pero eso no detuvo a quienes protegidos con gorras, pañuelos y gafas de sol, continuaban en su empeño por matar y recibir.
La playa se llenó rápidamente, y el ruido de las palas creció con aficionados a este deporte, pero ajenos a la competición. Entre todos consiguieron opacar el sonido de la música ambiente que se había dispuesto para el evento.
Esta maratón se realiza desde 1996 y solía durar 24 horas en vez de doce. Pepa, una de las organizadoras, explicó que se cambió la duración porque «la gente empezó a preferir irse de fiesta a acabar el reto». Esta iniciativa se creó por el amor a un deporte «tan nuestro», añadió, en una jornada en la que lo importante «es convivir, celebrar y pasarlo bien todos juntos».
Al mismo tiempo que avanzaba una competición, se celebraba también el torneo internacional de rugby playa en la Segunda de El Sardinero, organizado por el club de rugby Sotileza, que dispuso carpas para los equipos. Una zona donde tenían refrigerios gratuitos para combatir el calor y altavoces en las esquinas de los tres campos en los que se celebraban partidos simultáneamente. La música ayudó a crear un ambiente de fiesta que contagió al incesante goteo de curiosos que se acercaba a las barandillas del paseo de la playa.
Por encima de la música se escuchaban los ánimos del público, de los compañeros de los jugadores, y los lances del juego. Un entorno en el que se respiraban los valores de los que están tan orgullosos de practicar este deporte. «Se trata de celebrar el rugby, de acercarlo a la gente que no lo conoce y no hay mejor forma que esta. En la playa, con música y buen tiempo. Estamos muy agradecidos y muy orgullosos», señaló Javier Santiago, miembro del club Sotileza y una de las personas que está detrás del torneo.
El evento aglutinó a 24 equipos (16 masculinos y ocho femeninos) procedentes de diferentes partes de España y de otros países europeos como Italia, Bélgica, Francia o Escocia. Un torneo de mucho nivel al que los jugadores, según valoró uno de Madrid, «no dudarán en volver».
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