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Las tareas de la autoridad en la plaza
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Juan Bautista Calahorra y José Javier Plaza son los dos encargados de velar por el buen desarrollo de un festejo antes, después y durante su desarrolloSecciones
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Juan Bautista Calahorra y José Javier Plaza son los dos encargados de velar por el buen desarrollo de un festejo antes, después y durante su desarrolloEs, para muchos, el señor trajeado que llega al palco cinco minutos antes de que empiece el festejo y que, una vez comenzado el mismo, ... reparte justicia a base de pañuelos. El blanco para las orejas, el verde para devolver al toro, el naranja para los indultos… Sin embargo, el presidente de un espectáculo taurino es mucho más que eso. Es la máxima autoridad en una plaza de toros y su labor abarca desde dos días antes de la corrida y hasta varias horas después del mismo. En Santander hay dos, Juan Bautista Calahorra y José Javier Plaza, que se reparten los siete días de feria.
«Nuestra tarea empieza cuando llegan los toros a la plaza, en el desembarco», aclara Juan Calahorra. «Ahí hacemos el primer reconocimiento, vemos cómo han llegado los toros y se produce también el pesaje, que es obligatorio». Una primera toma de contacto con las reses en la que los presidentes comprueban que todo está correcto después de revisar las guías veterinarias. Como en toda su labor, eso sí, la realizan acompañados del equipo veterinario, formado por dos grupos de tres profesionales, y con el apoyo del delegado gubernativo, su mano derecha durante la tarea y que, en Cuatro Caminos, forma un equipo de cuatro personas. «Cada veterinario emite su informe y, en caso de que haya discrepancias, somos nosotros los que decidimos si un toro pasa o no pasa el reconocimiento».
A partir de ahí, es el mismo día del festejo cuando el trabajo es más intenso. Una jornada que, una vez que todos los toros han superado el segundo reconocimiento, realizado un día antes, arranca con el enlotado. «Normalmente son las cuadrillas las que se encargan de ellos», apunta Calahorra. «Ellos son los que se ponen delante de los toros». Como siempre, eso sí, en caso de divergencia interviene la autoridad. Hechos los lotes llega el turno del sorteo, siempre con un sombrero cordobés de mayoral y que en Santander son los propios presidentes los encargados de organizar. «A veces tardan algo más en decidir el orden y tenemos que pedirles que aceleren, porque la gente está esperando para ver el enchiqueramiento».
Con los toros enchiquerados y todo el papeleo administrativo realizado, el mandatario regresa a la plaza aproximadamente una hora antes del festejo, cuando se abren las puertas de la plaza. Y es que, además de repartir orejas, el presidente en el encargado de velar por el orden dentro del coso. «En caso de altercado –explica– avisamos al delegado gubernativo, para que lo ponga en conocimiento de las fuerzas de seguridad».
Una vez se desarrolla el festejo, al finalizar, toca revisar que todo haya salido bien. «Durante el espectáculo anotamos todos los avatares del mismo Posteriormente levantamos un acta que firman todos los actuantes», señala Juan Calahorra. Si no hay indicios de manipulación, algo que dictan los veterinarios, las astas no se analizan y la tarea toca a su fin. Hasta el día siguiente, claro. Santiago no da tregua durante siete días.
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