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La memoria humana es efímera. Dentro de la amplia cantidad de recuerdos que se guardan en la retina, los buenos y positivos siempre tiene un lugar preferencial, sobre todo si son más recientes que los negativos. Por eso, algunos han terminado la Feria de Santiago 2023 ... con una sensación diferente al poso que deja el serial cuando se le disecciona de pitón a rabo. Que es lo que requiere un ciclo pobre en el aspecto ganadero, mejorable en cuanto a la actuación de los toreros y que, eso sí, ha contado con un buen aspecto en los tendidos. Con matices, pero con buen aspecto. Vamos a ello.
En Santander ha faltado, sobre todo, toro. El rey de la fiesta, ese Dios totémico creador de bravura es denostado por un sistema que prefiere dulzura a picante y toreabilidad a raza y fuerza. Cuatro Caminos participa de casi todos los males de un mundo demasiado encerrado en sí mismo y, en los últimos años, el toro ha bajado en hechuras y trapío. El pliego exige que en la feria estén al menos cinco ganaderías que hayan lidiado en las dos campañas anteriores al menos ocho corridas en plazas de Primera y Segunda, una norma que cierra la puerta a muchos hierros nuevos y que este año no se ha cumplido. En una feria eminentemente torerista, han faltado ganaderías clásicas de las grandes ferias.
Con todo, los ausentes hubieran pasado desapercibidos si los hierros acarteladas no hubieran dejado un pobre saldo ganadero. El toro debe ser fiero, dar miedo, imponer en la plaza, algo que en Santander sólo lo ha conseguido el sexto toro de la corrida de Antonio Bañuelos. Grande, fuerte y hondo, sus hechuras estaban a caballo entre las de una plaza de Primera y el toro en la calle. En cuanto a comportamiento fue un animal manso y complicado que tras poner el corazón de la plaza en un puño al encunar contra las tablas a Roca Rey se movió en las primeras series.
La mejor corrida la protagonizaron, un año más, los toros de La Quinta. Más justos de hechuras y fuerza que sus hermanos los tres primeros, completos cuartos y sexto y complicado el quinto, el encierro permitió el lucimiento de los tres toreros y, pese a responder a los estándares de ganadería moderna, demostró el porqué está en la cúspide de su éxito. El resto del balance ganadero se pierde en la espesura. Apenas destacan toro y medio de El Puerto de San Lorenzo, toda vez que el resto de la de Bañuelos careció de raza, la de Galache se fue por los suelos, la de Domingo Hernández y Garcigrande fue indigna de una plaza como Cuatro Caminos y los aficionados, además, tuvieron que tragar por segundo año consecutivo una novillada de Núñez de Tarifa pobre de hechuras y de raza y un encierro de El Canario para rejones que empezó bien y acabó rajado.
Claro, si la feria llevaba la carga fundamental en los de luces, lo lógico es que fallasen los toros y no los toreros. El primero contratiempo lo tuvo el empresario, José María Garzón, antes de arrancar el serial con la caída del mismo de Morante de la Puebla y José María Manzanares. Dos sustituciones complicadas, por diferentes motivos, que Lances de Futuro solventó con la inclusión de dos triunfadores del año pasado, Miguel Ángel Perera y Ginés Marín, y un matador que apodera como Juan Ortega.
Precisamente el sevillano, que no encajaba demasiado en la corrida de Galache, acabó construyendo la mejor faena de la feria, un trasteo de pellizco a un toro ideal para ello de El Puerto de San Lorenzo y que supuso el primer pasaje de desgarro en el tendido. Un trasteo que llegó en su última bala y que le ayudó a justificar la apuesta por su doblete.
El del andaluz es uno de los nombres destacados de la feria, pero no el único. Tomás Rufo, debutante llamado a ser figura del toreo, demostró tener la cabeza despejada para imponerse en una tarde de figuras y lograr la primera puerta grande de la semana. Su actuación no pasará a la historia, pero sí deja ganar de volver a verlo en Cuatro Caminos. No repetirá en la plaza Domingo López Chaves, poderoso, honesto y entregado, que dijo adiós a Santander, pues se retira a final de temporada, de la manera soñada. El de Ledesma cortó tres orejas gracias a Sandiero, un gran toro que le permitió sentirse a gusto toreando con la diestra.
También salieron por la puerta grande durante el ciclo Ginés Marín y Guillermo Hermoso de Mendoza, que nadó a favor de corriente en un discreto espectáculo de rejones.
No han estado a la altura, sin embargo, El Juli, Perera o Talavante, mientras que, sin salir a hombros, Daniel Luque dejó la actuación de la feria, por capacidad, mente preclara y dificultad de sus oponentes.
Mención aparte, claro está, merece el nombre de la feria. No por su toreo, sino por la manera de sobreponerse a una cogida que le pudo costar muy cara. Andrés Roca Rey cortó tres orejas a la corrida de Antonio Bañuelos a base de redaños, de volteretas y de sangre fría. Revolcado en su primero, al que cortó una oreja, cuando el sexto le acunó entre sus pitones la grada contuvo la respiración. Con la rodilla muy tocada y tras un bajón de tensión en la enfermería, el peruano fue capaz de reponerse y cortar dos orejas ante un público enfervorecido.
Sin información oficial de la venta de abonos y entradas (antes se ofrecían datos puntuales cada tarde), la plaza ha contado con un tarde de casi lleno, varias por encima de los tres cuartos y una, la novillada, en la que los tendidos se poblaron más de la mitad. Ahí el balance es bueno. Un público, por cierto generoso en los aplausos y entregado con quien quiso agradar.
La feria, además, ha contado con otros detalles. Los quites de Cayetano a Roca Rey. el segundo par de banderillas de Curro Javier, la estocada de Ginés Marín...momentos de retina que quedarán en una afición que, eso sí, ha vuelto a demostrar paciencia. Que no es poco.
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