Triunfal presentación del joven Guillermo Hermoso de Mendoza
A caballo ·
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El joven navarro salió a hombros tras cortar dos orejas, mientras que Leonardo se llevó un solo trofeo y Galán una vueltaGuillermo Hermoso de Mendoza, 22 añitos, se presentó ayer en Cuatro Caminos y lo hizo a lo grande, como debe ser, cortando dos orejas y saliendo a hombros por la puerta grande de la plaza, esquina a Montevideo, donde ya no está La Jarra, punto de encuentro de la vieja afición antes y después de cada festejo. Una panadería ocupa ahora su lugar y los taurinos comienzan a quedarse sin referencias. En la calle le esperaba el habitual corro de hombres, mujeres y niños para verlo salir con los brazos en alto, repartiendo saludos, sonrisas y muestras de cariño. Con él, y de la misma guisa, podrían haber dejado la oscura arena del coso santanderino Sergio Galán y Leonardo Hernández, pero los rejones de muerte no entraron a la primera y sólo este último pudo tocar pelo, una oreja, en el segundo de su lote. Los tres estuvieron firmes y, sobre todo, elegantes en sus monturas, toreando a caballo de una forma clásica, lejos de las cabriolas circenses que, a veces, nos ofrecen algunos de los compañeros de profesión.
Guillermo, con su padre –el gran Pablo Hermoso– pendiente de él, aconsejándole constantemente desde el callejón, se estrenó en la Feria de Santiago con un ejemplar del hierro de Benítez Cubero muy bien hecho, casi zambombo pero con motor. Gallardo y con desparpajo, el navarro clavó banderillas en todo lo alto, mostrando el pecho de su cabalgadura al morlaco. Se ve que, desde niño, ha mamado el mundo del caballo, su doma y el manejo de las bridas. Y el arte, también heredado, de torear. Sacó tres jamelgos de la misma capa para los dos primeros tercios, donde clavó arriba rejones y banderillas, y uno tordo, con el que cerró con un par a dos manos de rehiletes cortos. No estuvo fino con el acero y saludó una fuerte ovación desde el ruedo.
Penúltima de Feria Tarde soleada, fresquita a última hora. Una buena entrada para la tradicional corrida de rejones, muy demandada por el público.
Toros Cinco de Benítez Cubero y uno de Pallarés de dispar presentación en cuanto a peso se refiere. Sirvieron para el toreo a caballo todos ellos.
Sergio Galán Media estocada, tres golpes de verduguillo, silencio. Medio rejón caído y trasero, petición minoritaria, vuelta al ruedo.
Leonardo Hernández Rejón trasero, dos golpes de verduguillo, ovación. Estocada arriba, oreja, y clamorosa vuelta al ruedo de Cuatro Caminos.
Cuando el festejo llegaba a su fin, con sólo un trofeo en el cómputo general, Hermoso de Mendoza recurrió a un repertorio variado y algo más pensado en la galería, en busca de no quedarse atrás. Desparpajo y voluntad. Guiños al arte más puro del toreo a caballo. Banderillas en lo alto del morrillo y un rejonazo que tumbó sin puntilla al de Benítez Cubero. La petición fue mayoritaria, y el presidente tuvo que sacar el pañuelo por dos ocasiones. La puerta, la de la esquina con Montevideo, se abría. Llegar y besar el santo.
No tuvo suerte Sergio Galán, un veterano rejoneador que ha destacado desde sus inicios, allá por el año 97, por su ortodoxia y elegancia. Hasta entonces, más de un biberón había tomado a los lomos de un potrillo, fiel compañero de juegos.
Sometió mucho al toro que abrió plaza, dejando arriba los tres rejones de castigo. Dejó al toro, un tío, acercarse mucho a la grupa del caballo. Toreo sin estridencias, sin trampa ni cartón. Concluyó la faena con tres banderillas cortas para, después de media estocada y tres descabellos, pasaportar a su oponente. Silencio y a esperar al cuarto.
A este lo recibió a portagayola para, después en los medios, comenzar la faena, muy templada, pulcra, poco variada pero de gran pureza. Poco a poco fue metiéndose al público en el bolsillo con su tordo bailador. Con dos rosas arriba y medio rejón de muerte caído y trasero se despidió dando la vuelta al ruedo, tras una tenue petición. Bien el usía.
Leonardo Hernández, de los tres caballeros de ayer, es quizás el más efectista. Le acompaña su simpatía natural y su físico. Delgado como don Quijote –así nos lo pintan en todas las ilustraciones– y bajito. Aunque sobre el caballo es grande y alto como aquellos gigantes que, en realidad, no eran otra cosa que molinos de viento. En suerte le tocó el toro más flojo de la tarde, el segundo, que en nada ayudó al pacense, desde 2006 con la alternativa en su tarjeta de visita y que le dio su padre, cordobés, con precisamente Pablo Hermoso de Mendoza como testigo.
Ayer se gustó sin embargo con ese Cubero, en especial con el espectacular albino. De nada le sirvió reunir los pares en un palmo en el morrillo del toro, ni la pureza de su labor. Los aceros fallaron y la miel no pasó de los labios.
El quinto perteneció al hierro de Pallarés. Hernández recurrió al siempre vistoso quiebro para clavar banderillas y ganarse las ovaciones del respetable. Logró calentar, hasta entonces, una tarde gris en el panorama taurino. Rejonazo arriba y oreja, muy aclamada por una afición que casi logró llenar los asientos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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