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Este año Màxim Huerta no ha estado en la Feria del Libro de Madrid porque se lo ha impedido su recién estrenada ocupación ministerial, aunque los autores llamados mediáticos han seguido formando largas filas de seguidores fieles en espera de una dedicatoria: en nuestro país ... se da la paradoja de que quienes más libros firman son los escritores dudosos, y además suelen hacerlo para lectores ocasionales. Su ausencia no se notó mucho. Se hará más patente en las redes sociales, en las que participaba activamente mostrando sus opiniones con total libertad, pero sin medir el peligro de las banalidades de la «escritura bipulgar». Desde ese púlpito de las calenturas que es Twitter, el ahora ministro había atacado negociados que con su nueva responsabilidad le corresponde defender, y ha tenido que darse mucha prisa en rectificar –algo que sólo hacen los sabios y los oportunistas–. Màxim lo ha hecho con tal empeño que no será extraño que un día de estos lo veamos enfundado en un chandal por El Retiro, pese al desprecio que mostraba hacia el deporte en sus tuits preministeriales. En todo caso, quienes critican su nombramiento por ser colaborador de Ana Rosa en su programa rosa están equivocando el punto de mira. Habría que orientarlo hacia Pedro Sánchez y preguntarse si sus referencias culturales están en ese lado tan mediático o si ya conocía virtudes del nuevo ministro que los demás ignoramos. Démosle tiempo al tiempo.

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