Los franciscanos se marcharán en junio tras siete siglos y medio en Santander
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La parroquia de Perines, que cuenta hoy con sólo tres frailes en activo, pondrá fin a su actividad en la primavera de 2020 por falta de vocacionesA un paso de la parroquia de Santa María de los Ángeles, en la calle Perines, un vecino abandonaba este jueves el salón de juego que hay en la acera de enfrente, recién terminada la misa de las doce de la mañana. «Dicen que se ... van el primero de junio del año que viene. Son pocos y encima ya están mayores», resumía, echando la mirada hacia la verja que custodia la casa franciscana. La noticia es un secreto a voces. Como él, «un feligrés habitual de la parroquia», muchos de los fieles que durante años han acudido a las ceremonias llevan meses comentando esta revelación entre ceremonia y ceremonia: la Orden Franciscana abandonará Santander en junio del año que viene después de siete siglos y medio en la capital. O dicho con más exactitud, tras 755 años -llegó en 1265, nada menos- desde que la comunidad religiosa fundara su primer asentamiento, un convento situado entre la actual calle Isabel II y Juan de Herrera.
¿Y por qué se marchan? Fundamentalmente, lo que los ha llevado a tomar la decisión es la falta de vocaciones, esto es, la ausencia de jóvenes dispuestos a dar el relevo a los cinco frailes, en realidad tres en activo, que siguen sacando adelante la actividad pastoral en la calle Perines. Los franciscanos se hacen mayores y no hay candidatos que los puedan sustituir.
Santander no es el único ejemplo de esta lucha contra el reloj. La estrechez de la Iglesia para sustituir a sus responsables más experimentados se cobra reestructuraciones en toda España, y cada una obedece a su propio órgano de gobierno -no a la diócesis de Santander, por ejemplo-. En el caso de los 'frailucos' locales, el proceso de reorganización se gesta desde Guipúzcoa, y concretamente en el santuario de Aránzazu. Los responsables de este mismo templo santanderino ya trasladaron en marzo la necesidad de llevar a cabo esta «reorganización o unión de provincias», como lo definieron.
Y por entonces, las consecuencias de este proceso se hacían escuchar no sólo en boca de los fieles que frecuentan la iglesia, como si fuera un rumor, sino en la de los propios frailes pendientes de la mudanza y que, según pudo saber este periódico, ya reconocen su marcha a sus creyentes más cercanos.
En Cantabria, la decisión no sólo ha tenido pendiente a la parroquia santanderina de Santa María de los Ángeles. La calma tensa también llegó hace meses al municipio de Camaleño, en Liébana. Aquí, dicha reorganización también puso sobre la mesa la misma solución para Santo Toribio de Liébana aunque con diferente desenlace, para fortuna de los franciscanos y sus fieles lebaniegos. En este caso y, como revelaron a este periódico fuentes cercanas a la Orden Franciscana, el monasterio de Santo Toribio mantendrá su actividad igual que hasta ahora.
La marcha de los franciscanos deja entre interrogantes la situación de la parroquia de Perines. Su futuro queda en manos, en cualquier caso, de quien la tiene en propiedad, es decir, de la familia franciscana. El edificio es íntegramente de titularidad privada y ni el Ayuntamiento ni la Diócesis de Santander tienen nada que decir en esta materia. Si la ponen en venta o deciden reservarle otro cometido es una cuestión de la Orden.
Sea cual sea su destino, el cierre de la parroquia implica un detalle importante: tiene que ser desacralizada. ¿Y eso cómo se hace? Una vez que la comunidad comunica al obispo que dejan la capital, el Obispado tiene que emitir un decreto informando sobre la disolución de la parroquia, como informaron a este periódico fuentes próximas al Tribunal Eclesiástico de la capital. Este documento es el que libra al edificio de todo carácter sagrado, además de distribuir una nueva 'asignación' para cada templo a partir de su cierre.
«Ciertamente no estamos aquí sólo desde unos meses, ni desde hace pocos años», cita la Orden en su página web. En la capital son concretamente 754 -uno más cuando se marchen el año que viene-. El sacerdote franciscano José María Alonso del Val dató exactamente la llegada de la Orden: «Su primera cita es de 1265, y en 1270 el cronista Castañeda ya hace referencia a la existencia de una iglesia edificada».
Según informó el experto, en esa misma fecha ya constan lápidas y enterramientos en este primer asentamiento, «la ermita de La Magdalena», que estaba ubicada en la intersección entre -lo que hoy sería- la calle Isabel II y Juan de Herrera, y que más tarde se trasladó al lugar donde hoy se encuentra el palacio homónimo «no por casualidad», en la península de la Magdalena. Ese establecimiento perduró hasta mediados del siglo XVIII y, ya en la segunda época de presencia franciscana, en 1956, la Orden mandó la construcción de la parroquia en Perines.
Además de en Santander, la comunidad franciscana también tuvo conventos en Castro Urdiales (alrededor de 1275), Laredo (en 1434, Reinosa (en 1514) y Soto Iruz (desde 1606).
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