La Fuente de Cacho
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La ruta que seguía aquella morena para llegar al Sardinero sigue siendo motivo de debate en SantanderEste es un clásico que conoce todo el mundo, pero comprenderán que no podía dejármelo en el almacén. Porque hace mucho, pero que mucho tiempo, que todo Santander se pregunta qué ocurrió con una muchacha que vaga por la ciudad desde mucho antes de que existieran los navegadores. De hecho, si alguien la encuentra, por favor: préstele un móvil con Google Maps.
Imaginen la escena: Una joven merodea de madrugada por la calle Jesús de Monasterio, también conocida como Alameda Jesús de Monasterio o Alameda Primera. Un tipo con demasiado interés en las vidas ajenas la ve y al día siguiente le pregunta el clásico: qué hacía una chica como ella en un sitio como aquel. Y a esas horas. Sobre todo a esas horas. La mujer se improvisa una rocambolesca historia y dice que va solo a beber agua en una fuerte... Eso sí; una fuente que está a varios kilómetros de distancia y en dirección contraria. «Es que así hago ejercicio y me refresco después por la mañana», vuelve a improvisar tras caer en la contradicción. «Y bueno... es que quería coger unas flores...», fábula después.
«¿Comprar flores a esas horas? ¿O que se las regale un jardinero? ¿Qué jardinero está despierto a las tres de la madrugada? ¿Dónde está ese Jardín de Valencia? Esa chica está loca, ha bebido algo de más o vaya usted a saber», se iría pensando el tipo sin caer en la cuenta de que no tenían por qué darle ninguna explicación, pero eso es ya otro asunto.
La historia no es otra cosa que la letra de 'La fuente de Cacho', una de las canciones populares más conocidas y reconocidas en Cantabria, y cuyo origen constituye todo un misterio. De hecho, y aunque está íntimamente ligada con la tradición montañesa también existen diferentes versiones en varios puntos de la geografía española. Incluso hay una adaptación como canción de guerra republicana en la autonomía vecina durante la Revolución de Asturias y la Guerra Civil.
Sobre su origen y autoría circulan mil bulos y leyendas. Quién sabe si alguno cierto, pero sí lo es que ninguno se puede demostrar de modo irrefutable. Por una parte la letra resulta incongruente: una joven que pasea sola en plena madrugada para ir a una fuente a kilómetros de distancia y beber agua... horas después; por la mañana. Por otra, si de verdad sube por la Alameda Primera (Jesús de Monasterio), camina en dirección contraria a la Fuente de Chacho, situada en El Sardinero.
Las dos explicaciones que se han dado son que la fuente es en realidad la de Cajo, en Peñacastillo (normal entonces que fuera a beber por la mañana, porque le esperaba una buena caminata) o que la alameda por la que transitaba fuera la que en tiempos existió en el Sardinero. Se resolvería así el galimatías, porque efectivamente, en El Sardinero también había una alameda: la denominada Alameda de Chacho, en honor a Manuel Cacho, un terrateniente santanderino que también podría haber dado nombre a la fuente que efectivamente existe en el barrio, de modo que la rocambolesca historia puede no serlo tanto, sino que sencillamente ocurriera en otra zona de la ciudad. El cambio de siglo convirtió la canción en un himno oficioso del Racing a fuerza de cantarla la Gradona y el resto del estadio, recuperando para la memoria afectiva e incluso descubriendo a algunos la situación de una vieja fuente olvidada.
Más difícil de explicar es cuál era aquel Jardín de Valencia al que se refiere la segunda estrofa, porque no hay constancia expresa de que existiera uno con tal nombre en Santander, y mucho menos de un jardinero trabajando a las tres de la madrugada; a menos, claro, que no fuera precisamente jardinero.
Pero la auténtica leyenda urbana es la que atribuye la autoría de la canción al relojero anarquista Emilio Carral –padre, precisamente, de un futbolista del Racing: el delantero Nobel Carral–, una figura del Santander finisecular sobre el que circulan aún varias historias. Por cierto: el chileno Rolando Alarcón recuperó la canción en un disco sobre canciones de la Guerra Civil Española, pero con otra letra: 'Voy a la cárcel de Oviedo / a ver a los pacifistas, / que los tienen prisioneros / esa canalla fascista'. Y otra estrofa: 'Llevo la sangre que corre / por las llanuras de Soria / pa tirarla a los fascistas / para que tengan memoria'.
El verdadero origen de la letra no se lo puedo contar, pero al menos ya tienen algo sobre lo que charlar cuando en la sobremesa alguien se arranque a la hora del orujo con la copla y les den ganas de llevarle al Jardín de Valencia a tomar un buen vaso de agua. Fresquita, a ser posible. O a tomar la fresca.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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