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Alba mira con curiosidad y habla con una timidez de 18 años. Su beca es para el doble grado de Física y Matemáticas que ha empezado a estudiar en la universidad. Todo está reciente. La de Guillermo sirvió para ayudar a pagar los seis ... cursos de carrera de Medicina «hace cuarenta años». Ella ha venido con dos compañeros de facultad. Él dice que, cuando se junta con los que conoció en las aulas, ahora parecen «abuelos que cuentan batallitas».
Alejandro está un par de pasos más allá. Acaban de presentarle a una joven que ha estudiado Bellas Artes. Del gremio. Charlan. Su beca fue de Comisariado y Gestión de museos. Le sirvió para estudiar un máster en la ‘Whitechapel Gallery’ de Londres. Hoy, con 26 años, dirige un espacio de arte en Santander, está comisariando un programa de performance para el Centro Botín y escribe en algunas publicaciones internacionales de arte. «La beca tiene que llegar en un momento en el que estés preparado para gestionarla», dice.
José también recuerda ‘su momento’. Aquella ayuda le permitió regresar a ‘The School of the Art Institute of Chicago’ en los años noventa. Recibió clases de Historia del Arte y Crítica y le contrataron para impartir las de Escultura. Ayer contaba a un amigo que el día 30 hablará de su obra en el Casino de Madrid. De una trayectoria –es José Cobo Calderón– que incluye, por ejemplo, el monumento a Los Raqueros. Son cuatro historias entrelazadas por el apoyo que en un momento concreto recibieron de la Fundación Botín. Cuatro historias que ayer bailaban con otras muchas por el auditorio del Centro Botín.
Alba Diego. Universitaria
Alejandro Alonso Comisariado de arte
Acudieron unos doscientos. Con la curiosidad de que el encuentro al que son invitados todos los años esta vez se celebró ya en el edificio de Renzo Piano. Fue un aliciente. Y justo el edificio articuló el discurso que Íñigo Sáenz de Miera, director general de la institución, pronunció ante los invitados, los becados a lo largo de la historia de la Fundación (ha contribuido a la formación de unas 2.600 personas). Un grupo heterogéneo en todos los sentidos. En edades y, sobre todo, en campos de actuación. Ciencias, artes plásticas, música, gestión de museos... La atmósfera de esa mezcla combinó también con la de un centro «que responde a la vocación fundacional de la Fundación, que es contribuir al desarrollo social de Cantabria».
Se palpó algo parecido a una sinergia entre el sentido último de las becas y el de un edificio que recorrieron antes de que abrieran las puertas de la sala con la sensación del que escucha una letra que parece que han escrito para él. Entraron, atendieron a los discursos (el de Sáenz de Miera y el de la directora de operaciones de Artes Plásticas, Begoña Guerrica-Echevarría) y luego, los que quisieron, visitaron la exposición de Julie Mehretu. No se fueron de vacío; les regalaron el libro ‘Ligereza y atrevimiento’, sobre los dibujos de Goya. Y, por el medio –y eso seguramente es lo mejor en este tipo de actos–, tomaron café y roscón de Reyes en ese auditorio que tiene espalda de mar. «El encuentro –decían desde la Fundación en la previa– actúa como una gran sesión de ‘networking’ (la palabra que se ha puesto de moda para referirse a una red de contactos) en la que se exploran posibles vías de colaboración para proyectos futuros y se fortalecen las relaciones cooperativas que ya están en marcha».
Guillermo Arranz Médico
José Cobo Escultor
«Hay gente que viene todos los años y la Fundación ejerce esa labor de conectarte», explicaba Alejandro Alonso –el comisario de arte–. Para José Cobo –el escultor– es un «vínculo». «Es que soy un gran admirador de las actividades que tienen. Es algo extraordinario y una oportunidad magnífica para Santander, no sólo desde el punto de vista de los que son o hemos sido becarios». A Guillermo Arranz, el médico, le sirvió para rememorar que eran «un grupo majo de gente unidos por el hecho de ser becarios». Lazos y «un recuerdo agradable».
Y Alba Diego, la joven estudiante de dos carreras, cayó en la cuenta de que, aunque no consiga renovar la beca el año próximo –«dependerá de la nota y competiré con más gente»–, ya podrá asistir a estos encuentros en el futuro. «Entonces sí, sí que volveré a venir».
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