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«La gente se quitaba la camiseta para ponérsela en la cara y así poder respirar. Yo no veía, no paraba de toser y me costaba coger aire». Es el testimonio de una joven que esta madrugada de viernes se llevó un buen susto en la sala Rocambole. La discoteca, ubicada en la calle Hernán Cortés de Santander, estaba hasta la bandera cuando, según el relato de la afectada, la gente empezó a quejarse porque no podía respirar: «Algunos se tumbaron en el suelo y se quitaron las camisetas para taparse la cara».
El incidente empezó cerca de las cinco y media de la mañana, poco antes del cierre del local, cuando se produjo un «pequeño altercado» y los porteros desalojaron a tres individuos por la puerta de emergencias del establecimiento, la que da a la calle Daoiz y Velarde. En ese momento, los responsables de seguridad comenzaron a notar picores e irritación y dieron aviso al responsable del negocio, el empresario Ángel Suárez, que regenta otros establecimientos de ocio nocturno en la capital cántabra y al que no era la primera vez que le toca lidiar con episodios como el de anoche. Por eso, nada más percatarse de lo ocurrido apagó la música, ordenó que se encendieran las luces y cerró antes de la hora.
La hipótesis que baraja Suárez es que alguien del grupo que fue desalojado usó el espray ya desde el exterior del local y por eso el caso no fue a mayores. «Debía de ser un gas pimienta potente, porque creemos que se echó desde la calle y que, por las corrientes, acabó entrando a la sala. Por eso afectó a quienes estaban en la zona del fondo: algunos de los clientes que se encontraban cerca de la puerta principal ni se enteraron de lo que había pasado».
La Policía Nacional, que ha confirmado a este periódico los hechos, recibió el aviso a las 5.40 horas y desplazó a una patrulla hasta el lugar. Cuando los agentes llegaron estaba todo «controlado» por otras tres dotaciones de la Policía Local. Aunque según el relato de Suárez, hicieron más gestiones fuera del establecimiento, que dentro, «porque los clientes ya estaban en la calle».
una afectada
ángel suárez
Propietario de la sala Rocambole
Pero el susto para los que se encontraban cerca de esa puerta de emergencias fue tremendo: «La gente se echaba botellas de agua a la cara para respirar, algunos no podían ni moverse. Estaban en shock. Yo conseguí meterme en un almacén con otras seis personas para aislarme», ha relatado una de las afectadas.
La joven que ha narrado a este periódico los hechos cuenta que cuando llegaron los agentes estuvieron largo y tendido interrogando «a todo el mundo» para dar con el responsable o los responsables de lo sucedido. Sin embargo no constan detenciones. «Dar con ellos es una tarea muy complicada porque creemos que quienes lo hicieron ya no estaban dentro del local», ha especificado Suárez.
El gas pimienta no es, en realidad, un gas, sino un aerosol con una solución de 'Oleoresin capsicum' (OC) que contiene capsaicina, el componente activo de los pimientos picantes. Los sprays son legales, aunque únicamente pueden utilizarse aquellos homologados oficialmente y, por lo tanto, son aptos para la compra y empleo de defensa personal. Mas allá de los efectos inmediatos, tales como escozor en los ojos, picazón en la piel y sensación de asfixia y bloqueo de las vías respiratorias, no provocan secuelas. En este caso, ninguna de las personas que se encontraban anoche en el Rocambole precisó la atención de los servicios sanitarios, según fuentes policiales.
No es el primer caso
En noviembre del año pasado, este periódico recogía otros episodios relacionados con gas pimienta en locales de ocio nocturno de Santander, donde una veintena de personas acudieron al hospital tras un incidente provocado por un joven que hizo un mal uso de gas pimienta. Como consecuencia de ello, al menos tres de los afectados tuvieron que ser trasladados en ambulancia hasta Valdecilla para ser atendidos. Del mismo modo, otros jóvenes acudieron por sus propios medios a este centro sanitario para poner remedio a los desagradables efectos que les provocó el compuesto químico. «En Santander, unas dos veces al año» tenemos un incidente de este tipo, señala Suárez.
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