La guerra que se libró bajo tierra
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En plena contienda civil en Santander se construyeron 114 refugios antiáereosSe trata de un refugio improvisado con sacos terreros en los arcos del edificio Botín, en la Plaza de la Libertad, actual Plaza Pombo. Es de tipo metralla. Eran los cobijos más sencillos de construir porque se aprovechaban de estructuras ya existentes, en este caso soportales, cuyos arcos se tapaban con pesados sacos para aislar a la gente del exterior. Fue uno de los primeros que se construyó en Santander.
Santander sufrió durante la Guerra Civil -del 18 de julio de 1936 al 27 de agosto de 1937- treinta y cuatro ataques aéreos. Hasta finales de diciembre, los bombardeos no eran muy frecuentes en la capital cántabra, por lo que no existía una política municipal al respecto. En ese momento, el Ayuntamiento y el instituto Santa Clara tenían refugios antiaéreos. Pero lo que hacía la mayoría de la población era esconderse en los sótanos de sus casas. Hasta el 27 de diciembre de 1936. Ese día sonaron las sirenas avisando de la presencia de aviones enemigos. El bombardeo que se produjo ese mediodía lo cambió todo, ya que ocasionó la muerte de 64 civiles. Y las represalias no tardaron en llegar. Esa misma tarde asesinaron a 156 presos falangistas que se encontraban en el barco-prisión Alfonso Pérez, atracado en los muelles de Maliaño. A partir de este momento, tanto las instituciones como los vecinos comenzaron a construir asilos de forma acelerada. En concentro, en Santander, se construyeron 114 refugios antiaéreos.
Según el trabajo 'Los refugios antiaéreos de Santander durante la Guerra Civil española', realizado por Pedro Sarabia e Iván Alonso, los cobijos se pueden diferenciar según la técnica de construcción.
Se trata de una construcción de tipo galería, con dos bocas y capacidad para cuatrocientas personas. Este tipo de estructuras fueron las más numerosas en la capital cántabra. Lo curioso de este espacio es que, recientemente, salieron a la luz unas inscripciones antifascistas al lado de una de las bocas cegadas que datan de 1937.«Abajo el fascio». Y hasta ahora habían pasado inadvertidas.
Se localiza en la finca de los Padres Escolapios. Tiene cinco bocas y capacidad para seiscientas personas. Todavía hoy se pueden observar las bocas de acceso en el gran muro que cierra la finca. La estructura de estos complejos era laberíntica, y se añadían progresivamente pasadizos y dependencias en función de las necesidades de acomodación de los usuarios.
Se trata del refugio situado en la confluencia de las calles Bonifaz y Gándara y teniendo como base los sólidos muros del convento de las Siervas de María. Aún hoy visibles y tapiadas, este espacio tiene siete bocas y una capacidad para ochocientas personas.Es otro de los grandes refugios de tipo galería. La cota máxima que alcanzaban sus túneles no superaba los seis metros.
El refugio que se encuentra en la calle Francisco Palazuelos –conocida anteriormente como la calleja del Arna– es de tipo galería y tiene dos bocas. Sarabia y Alonso en su escrito hacen una división del mismo; la parte baja con una capacidad para 250 personas y la parte alta con un aforo de 700 personas. Una notoria diferencia entre uno y otro. Se encuentra tapiado.
Los de reaprovechamiento son los que utilizaron estructuras ya existentes como sótanos -públicos o privados- y plantas bajas de viviendas. En caso de bombardeo, cualquier lugar que pudiera ofrecer cierta garantía de protección podía utilizarse como refugio: cuevas y abrigos naturales, iglesias, túneles de tren o de metro, edificios sólidos o con estructura de hormigón. En algunos casos se llevaron a cabo obras para reforzar las medidas de seguridad o hacer la estancia más confortable.
Se sellaban las ventanas exteriores, se reforzaban los accesos con sacos terreros para evitar la metralla y se señalizaban los accesos. También se denominaban refugios de «primera fase». Como el de la Plaza Pombo, que se construyó aprovechando sus soportales, cuyos arcos se tapaban con pesados sacos para aislar a la gente del exterior. Y por otro lado, los de nueva planta, que son los que se construyeron expresamente como medio de defensa ante los ataques aéreos. En un primer momento la calidad de las construcciones era pobre. Pero la prolongación de la guerra hizo necesario planificar estructuras más amplias y cómodas.
En esta categoría de refugios se incluyen los de galería, que fueron los más numerosos. Se construían excavando túneles que se forraban de ladrillo. También los de tipo sala, que eran los más resistentes. Estaban construidos en hormigón y formados por amplias galerías separadas por tabiques. Con el fin de la guerra se cerraron todos. Muchos de ellos se pueden intuir al caminar por las calles de Santander. Pero otros, como el de la calle San José, pasan inadvertidos. De hecho, no han trascendido apenas datos. O el de la Rampa Sotileza, que a pesar de que sus bocas son visibles, se desconoce su capacidad.
El único que puede visitarse actualmente es el de la Plaza del Príncipe, descubierto durante las obras de remodelación de este espacio urbano en 2006. Fue construido para albergar a unas setenta personas aproximadamente y se utilizó únicamente durante tres meses. Al terminar la Guerra Civil, el refugio quedó abandonado y se fue deteriorando poco a poco por efecto del agua y de las humedades.
En el año 2006 las obras de reforma realizadas en la Plaza del Príncipe de Santander dejaron al descubierto los restos de un refugio antiaéreo del que se han localizado aproximadamente 100 metros muy bien conservados. Se trata de un cobijo de tipo sala. Esta clase de refugios estaban construidos en hormigón y formados por amplías galerías separadas por tabiques. Actualmente está abierto al público.
En la Peña del Cuervo hay cuatro bocas de un refugio, todos ellas cegadas y con difícil acceso. De lo que se puede apreciar desde el exterior, los expertos en la materia Sarabia y Alonso aprecian que se trata del modelo de refugio de galería típico de Santander, excavado en la roca y forrado con paredes de hormigón o piedra en su parte baja, y bóveda de ladrillo. Se habilitaron aprovechando el relieve abrupto de la zona.
La popular Rampa Sotileza alberga un refugio de tipo galería, que cuenta con dos bocas orientadas al sur. Se desconoce la capacidad que tenía. Una de las bocas se encuentra al inicio de la rampa y la otra, que se puede apreciar en la imagen, al final. Concretamente detrás del texto del monumento a Sotileza. Actualmente esta construcción también permanece tapiada. Estuvo finalizado en mayo de 1937.
Está ubicado en la calle San José, justo debajo de la Iglesia de los Jesuitas. Este asilo es de tipo galería y tiene capacidad para 800 personas. Según lo que contó Antonio Odriola Argos, una de las personas que tuvo que hacer uso del refugio en su infancia, tiene tres entradas que se hicieron por el norte, concretamente por la calle Guevara. Desde el exterior no se aprecian las bocas.
Refugio de tipo galería con cuatro bocas y capacidad para dos mil personas. Cuenta con unas galerías de dos metros de altura. Lo que más sorprende a los estudiosos Sarabia y Alonso de este espacio en concreto es el desnivel que hay en el interior y también las pendientes en los pasillos abovedados. Sus pasadizos conectan Lope de Vega, López Dóriga y Daoiz y Velarde.
Este mes también abrirá sus puertas al público el refugio que se encontró en la Catedral de Santander en agosto de 2019. En concreto, se descubrió mientras se realizaba la excavación de las obras de las Dependecias Capitulares para abrir una nueva entrada al nivel de la calle que permitiera acceder a las dependencias por la calle Cádiz y Juan Plaza García. Solo estaba documentada su posición pero se desconocía su existencia.
Y no se tuvo en cuenta hasta ese momento porque se había dado por perdido. De hecho, no se conservan las tres bocas originales con las que contaba esta estructura. Y tanto los efectos del incendio de 1941 como las obras de restauración de la Catedral (entre 1944 y 1953) afectaron a varias partes del refugio.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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