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Cuando el 25 de julio, día festivo en Santander, media ciudad disfrutaba de las fiestas de Santiago y la otra media regresaba a casa tras un día de playa, calor y mucho bochorno, los policías municipales Raúl Roncal y Rubén Pumarejo estaban patrullando por la zona centro de la capital cántabra. Ya saben que hay oficios que siempre están al pie del cañón. Ellos no son pareja habitual, pero alguna vez ya habían coincidido en algún servicio complicado.
Cuenta Raúl que su zona de acción es el centro. «Siempre en la calle». A eso de las 19.00 horas, la central informó de un incendio en la calle San Sebastián. Raúl y 'Puma' (así le llaman sus compañeros a Rubén) fueron los primeros en reaccionar. Raúl lleva 18 años como policía municipal (diez en Noja y ocho en Santander) y Rubén es ya un veterano en el cuerpo de Santander, en el que lleva 16 años vistiendo su uniforme. Por eso de que la experiencia es un grado o simplemente por puro presentimiento, ambos adivinaron desde un principio que ese aviso de la central sonaba grave. Condujeron lo más rápido posible, desde Valdecilla (donde les sorprendió el aviso) a la calle San Sebastián. Aparcaron en la cuesta de La Atalaya, previendo que el camión de bomberos iba a necesitar la calle lo más despejada posible, y salieron a la carrera para llegar hasta el número 10, que ya estaba ardiendo.
El fuego se originó en el segundo derecha, en un piso cuya propietaria lo tenía arrendado a otra persona que, a su vez, lo tenía realquilado a otras cuatro que convivían disfrutando cada una de ellas de su propia habitación.
Raúl explica que cuando se aproximaron ya había gente fuera del edificio. «Y una señora, que no me acuerdo de su nombre, pero que nos ayudó mucho, nos dijo que había personas dentro, que por favor los sacásemos. A nosotros, los bomberos siempre nos dicen que nuestra labor no es entrar en los incendios, que debemos esperar a que lleguen ellos, pero claro, el uniforme que llevas puesto te obliga a dar un paso más y además la gente nos lo pide. Ellos saben que tú estás ahí para cuidar de ellos y hay que responder», explica ambos.
No se lo pensaron dos veces. Raúl y 'Puma' entraron en el portal, donde el humo ya empezaba a hacer irrespirable el aire, y según comenzaron a subir por las escaleras se encontraron a un hombre mayor sentando en la escalera y en estado de 'shock'. «Estaba sin moverse, casi desnudo y tragando humo. Se hallaba tan aturdido que ni siquiera era capaz de levantarse y salir del portal para ponerse a salvo. Tenía la cabeza quemada y estaba vestido sólo con una camiseta interior que estaba medio quemada», relatan ambos. «De la mitad del cuerpo para abajo, el hombre estaba abrasado. Le empezamos a hablar y él no reaccionaba. Le preguntamos si sabía de más gente en las viviendas de arriba, tanto en la que se estaba quemando (el segundo piso) como en las otras, pero no contestaba. Así que sin más, le agarramos entre los dos y le sacamos afuera», cuentan.
Dejaron al hombre quemado en la acera de enfrente y se quedaron unos segundos a su lado, a la espera de que llegasen las asistencias médicas. En ese momento volvió a acercarse hasta ellos la misma vecina que les había alertado de la posibilidad de que hubiese gente en peligro. Ella insistía. «¡Hay más gente dentro, queda más gente dentro...!». 'Puma' corrió de nuevo hacia el portal «a toda leche» y subió al primer piso. «Yo no me había dado ni cuenta de que mi compañero se había ido de mi lado y de repente le oí gritar: '¡Compañero, sube, rápido que aquí hay más gente y una persona con minusvalía'!».
«Y, claro, cogí escaleras para arriba y allí estaba 'Puma', junto a una familia boliviana, el matrimonio (Jaime y Marlene) y un menor (su hijo Cristian), intentando tranquilizarlos. Estaban bien, pero asustados», explica Raúl. Ni la mujer ni el chaval había abandonado el edificio porque no querían dejar solo al padre, que es una persona con discapacidad y estaba 'preso' en esa silla de ruedas.
Los policías cogieron la silla uno por cada lado y la bajaron por las escaleras, seguidos de la madre y el hijo. Entre los dos pusieron a salvo a toda la familia mientras escuchaban ruidos de cristales que se rompían, de maderas que crujían, de pequeñas explosiones sobre sus cabezas... y respirando humo.
«Les llevamos a los tres al mismo portal en el que habíamos dejado al señor quemado;para entonces ya habían llegado los bomberos, las ambulancias, la Policía Nacional y más agentes de nuestro cuerpo». En teoría, todos los vecinos del edificio ya estaban evacuados, pero en ese momento hubo cierta confusión ya que no se conseguía localizar a uno de los cuatro hombres que vivían en el piso donde se inició el fuego.
Ante la posibilidad de que se hubiera quedado atrapado en el interior, los bomberos decidieron entrar en la vivienda incendiada con equipos de respiración autónoma y registrarla habitación por habitación. No cejaron hasta que se cercioraron de que allí dentro no quedaba nadie.
Los dos rescates llevados a cabo por los policías locales, tanto el del vecino que sufrió quemaduras en el 40 % de su cuerpo, como el de la familia del primer piso, no duraron más de 10 minutos. «Fue todo muy rápido», cuentan estos dos policías, que han sido propuestos por la Asociación de Policías Locales y Bomberos de Cantabria para recibir una medalla al mérito por esta actuación. Estos reconocimientos se entregan siempre a finales de año y distinguen actos heroicos realizados por policías y bomberos.
Tanto Raúl como 'Puma' confiesan que en el momento del rescate «las pulsaciones te van a 12.000 por hora y no te das cuenta de dónde te estás metiendo», pero admiten que sí fueron conscientes de que estaban arriesgando la vida. «Yo no tenía miedo ni al humo ni a las llamas, sólo a que se derrumbase el tejado del edificio y se nos viniesen encima dos pisos enteros», confiesa Raúl; «porque el edificio no estaba mal, pero era viejo y todo de madera».
Tanto Raúl como Rubén han actuado ya en más de un incendio, a pesar de que ninguno de ellos tiene la experiencia ni la pericia ni los medios materiales con que cuentan los bomberos, quienes por la cantidad de humo, el color de este o la dirección de las llamas son capaces de saber si un tejado se va a caer o si las escaleras se van a venir abajo o sí es necesario no abrir una puerta para que no se produzca una explosión. Aún así, los dos policías locales entraron en un edificio en llamas y salvaron cuatro vidas.
Otro de los momentos críticos de esta intervención fue cuando, una vez que los bomberos se pusieron a echar agua sobre el fuego, se formó un humo muy denso, que bajó hasta la calle donde los servicios sanitarios estaban estabilizando al hombre quemado para llevárselo urgentemente al hospital y atendiendo al resto. «No se veía ni a un metro. Yo incluso tuve que pedir una mascarilla para poder respirar. Porque entre el humo que habíamos tragado antes y eso, estaba ya que me costaba respirar», recuerda Raúl.
Ya recuperados, ambos fueron felicitados tanto por sus compañeros como por los propios bomberos. Incluso, el concejal de Policía de Santander, Pedro Nalda, y la alcaldesa Gema Igual, que se acercaron hasta el lugar del incendio, donde se enteraron del rescate, felicitaron a estos dos héroes cuya capa es su uniforme azul marino.
Raúl aprovechó la ocasión para pedirle a la alcaldesa que les subiese, a él y al resto de sus compañeros, al nivel 22, una reclamación laboral que los policías locales de Santander llevan tiempo pidiendo. A nuestro héroe le salió su lado más reivindicativo. Era su momento.
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