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Con 15 años, José Cabrero González (Soto de la Marina, 1948) ya trabaja en el mundo de la hostelería. Recorrió varios locales clásicos de su época hasta que en 1966 entró de camarero en el pub Stop, del Paseo de Castelar. Más tarde se hizo ... cargo de él como propietario y, después, lo han trabajado sus hijos varones. Hasta hace pocos días, que ha echado el cierre. La crisis se lleva por delante otro de los clásicos de la noche santanderina.
-Su vida ha sido la hostelería desde que era casi un niño.
-Primero trabajé en el bar La Amistad, en Jesús de Monasterio, frente al Gran Cinema, que era de Lidio Gala y su yerno, Federico. Recuerdo que mi madre estaba muy pendiente de mí, porque salía de trabajar a las doce de la noche y me iba derecho para casa. Entonces la hostelería tenía muy, muy mala fama. Era considerada un gremio de jugadores, bebedores y gente nocturna; es decir, unos golfos.
-Desde aquel La Amistad, conoció muchos más bares...
-Sí. De allí pasé al bar Eguren, en la calle Arrabal, esquina con San José, frente al bar Jauja. Y de allí me fui a La Llave, en Castelar, un pub cafetería, un estilo de negocio que entonces estaba muy de moda. La Llave era propiedad de Alfredo Piris y su socio Toti. Luego pasé al Lisboa, en la plaza de Italia, que era de José María y su cuñado Valeriano. Y fue entonces cuando me llamaron los dueños del Stop, que eran Ángel Perlacia Gómez y Antonio Pérez García. A este último le llamaban Tonis porque tenía el pub Toni's, en la calle Barcelona, cerca de La Espuela, el 400 y el York Club, que luego fue la discoteca BB.
-¿Cuándo se quedó con el Stop?
-A los pocos años de llegar. El local fue inaugurado en 1964, yo entré como camarero en 1966 y me quedé con él en 1974.
-Entonces los pubs eran muy diferentes a los de ahora.
-Todo era muy diferente en la hostelería. De entrada, no había terrazas y no se bebía en la calle de pie, en la puerta de los locales, como ahora. Eso era impensable. Todo se hacía dentro porque nadie quería que le viesen con una copa en la mano. Era todo muy discreto. Ahora la gente bebe en la calle para que le vean. Mucha parafernalia es lo que hay.
-¿Por qué ha cerrado el Stop?
-Mis hijos José Ángel y Daniel se hicieron cargo del local, pero no ha funcionado. La noche ha bajado mucho. Antes yo trabajaba desde las cuatro de la tarde a las tres de la mañana. Eran jornadas larguísimas pero se aguantaba con muchas ganas de trabajar. Eso sí, los días de descanso los disfrutaba con mi mujer y mis hijos y, en vacaciones nos íbamos a Canarias, donde teníamos el buen tiempo asegurado.
-Era mucho trabajo, pero, ¿se ganaba bien?
-Sí. Se ganaba. Yo dedicaba todo el día a mi profesión. Por la mañana era relaciones públicas con la gente por la calle y hacía gestiones. Por la tarde, al local. Mi vida entera fue este negocio. Tanto me dediqué a él que me costó el matrimonio. Pero es que, tenga una cosa clara, para poder vivir bien hay que trabajar duro. Eso esta clarísimo. Los golpes de suerte los da la lotería, no hay más.
-¿Qué es lo que menos le ha gustado de esta profesión?
-Pues no sabría decirle. No me quejo de nada. La hostelería me ha dado mucho y también me ha exigido mucho. Gracias a Dios he tenido una gran fortaleza física. Desde hace años camino quince kilómetros cada día.
-¿La noche ha muerto?
-La noche ha caído tanto porque los gustos de la gente han variado. Y porque no hay dinero. Además, ahora se lleva mucho más el aperitivo. Y, otra cosa, se necesitan buenos profesionales de coctelería para atender locales con categoría.
-¿Los locales nocturnos están cuidados por sus propietarios?
-Habría mucho que hablar de eso. Yo puedo hablar de mí. Cerraba el local en el mes de febrero y lo menos que hacía cada año era pintar, para que estuviera todo en buen estado. Fui el primero en Cantabria que tuvo en la tapa del water del bar el plástico que sale dándole a un botón para proteger a quien lo usa. Lo vi en Saint Moritz, en 1992, en un viaje al que me invitaron porque vendí 50 cajas de Tanqueray. Eran los buenos años de las copas, cuando la gente salía e invitaba. Otros tiempos, cuando había dinero y la noche estaba viva. Aquellos tiempos en que la gente manejaba se han acabado.
-Usted tiene fama de excelente profesional.
-Me especialicé en coctelería y copas. Hemos tenido una clientela muy buena: abogados, arquitectos, médicos, profesionales de todo tipo... en nuestro local se hicieron muchos negocios. Entonces Castelar era un gran paseo. No había terrazas. Llegaron cuando se hizo el aparcamiento subterráneo y se reformó la superficie. Fue el alcalde Gonzalo Piñeiro quien nos dejó poner terrazas.
-Stop fue un local por el que pasaban muchos famosos.
-Aquí tuve a Victoria Vera, a la que dimos un premio, se lo entregó Mann Sierra. Por aquí vino muchas veces Ismael Merlo. Y, cuando se hacía el teatro de la temporada Talía, que organizaba la familia Calzada, venían muchos actores.
-Lo que no había en aquellos tiempos eran mujeres en estos locales.
-Ni soñarlo. En principio solo venían hombres. Las mujeres comenzaron a salir de noche con la llegada de la democracia. Pero salían acompañadas de un hombre. Ahora ya no, hace años que salen solas. Es todo normal. Hasta Puertochico ha cambiado mucho. Antes era el barrio de pescadores. Ahora es un barrio de lujo, con yates casi en la puerta de las casas.
-¿Qué pasará con el Stop?
-Pues que los nuevos dueños lo van a reformar y creo que harán un restaurante. No sé decirle más.
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