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El hotel Colón cerró sus puertas en 2015 tras hacer balance y considerar que no le compensaba económicamente abrir únicamente durante los meses de verano, como hacían entonces prácticamente todos los hoteles de El Sardinero. En aquel momento, sus dueños no se plantearon venderlo ni ... buscarle un nuevo uso, a pesar de que tuvieron ofertas tanto para seguir explotándolo como para tirarlo y levantar allí viviendas. Pero la percepción de conservarlo ha cambiado siete años después. El inmueble está en venta, aunque no han trascendido ni las razones ni el precio.
Lo único que se sabe es lo que puede verse a simple vista: un edificio en el que son evidentes los signos de abandono tras años sin mantenimiento. En una ubicación privilegiada, en la plaza de Las Brisas y a la espalda de los Jardines de Piquío, los vecinos de la zona lamentan que desde hace años destaque más por las pintadas de su fachada y el abandono que por los tesoros que alberga en su interior.
De lo que no cabe duda es que se trata de un hotel con mucha historia. Construido a principios del siglo XX, tiene 32 habitaciones y una suite de cincuenta metros. Era admirado por sus muebles artdecó, que no solo llenaban las habitaciones sino también los pasillos y salones. Una colección alabada por los entendidos y que generaba un ambiente que transportaba al huésped a un siglo atrás.
Las piezas, fabricadas en España en los años veinte, «eran de muy buena calidad y la mayoría hechas a medida para el edificio», según explica el periodista Juan Carlos Flores-Gispert. En el exterior, el edificio carece de interés arquitectónico destacable tras la reforma de los años sesenta, pero el interior tiene más aspectos interesantes como la escalera que recorre todas las plantas. Típica de principios del XX, es de tipo imperial y se abre hacia los lados, con pasillos alrededor que dan a las habitaciones.
Abierto entre 1910 y 1920, José Diego y Aurora Martínez lo adquirieron en 1941 -después del incendio que arrasó gran parte de la ciudad- a los hermanos Rabagán que residían en Madrid y que tras la muerte de su padre deseaban desprenderse de él. El fuego que asoló todo el casco viejo se llevó también la pensión Habana propiedad de Diego, por lo que decidió rehacer su vida laboral con este nuevo negocio. Fue un hotel familiar ya que, tras el fallecimiento del matrimonio, lo regentó su hija Herminia y el esposo de esta, Rafael de Palacios, el propietario del edificio hasta su cierre. ¿Por qué Colón? Solo hay que ver la estatua que lo preside.
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