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Guillermo Balbona
Santander
Domingo, 5 de enero 2020, 08:08
Hace justamente un año el entonces secretario general del PSOE de Santander y portavoz municipal, Pedro Casares, proponía rehabilitar la obra del pintor santanderino Roberto Orallo en la torre del Rhin, llamada 'Sardinero'. Lo expresó públicamente junto al propio artista, en las inmediaciones ... del icónico y emblemático mural de los bañistas. En ese momento se canalizó una petición socialista, ante la Comisión de Promoción Cultural y Acción Educativa del Ayuntamiento, para que se iniciaran los trámites con ese fin. En el fondo también se pretendía que el Ayuntamiento se comprometiera a mantener y a proteger la creación pictórica que forma parte del «patrimonio artístico y cultural de la ciudad».
La cromática instalación de tubos y mural del veterano y popular artista santanderino forma parte desde hace más de tres décadas del paisaje de El Sardinero. De hecho, su ubicación en la conocida como torre del Rhin (nombre del restaurante que luego pasó a denominarse Maremondo) se convirtió en una de las primeras plasmaciones de arte público en Santander, no exenta de debate y polémica. Tal es así que frente a otras esculturas figurativas o decorativas, de autoría muy criticadas, la de Orallo fue una verdadera expresión de 'street art', casi inédita entonces en la capital cántabra. Después, el sello Okuda, menos presente en Santander, curiosamente que en otras ciudades, y las acciones impulsadas por Desvelarte durante una década han potenciado el arte urbano.
Orallo confirmó a este periódico que se ultiman los detalles tanto económicos como de tipo técnico para que este año se lleve adelante el proyecto de remozado y rehabilitación del complejo. La obra de Orallo quedó inaugurada en 1988 y solo fue objeto de reforma y mejoras hace 18 años aproximadamente.
Ubicada frente al Gran Casino, en la zona precisamente en la que está pendiente o en marcha una gran reconversión del entorno público, el azul, amarillo y rojo son los colores dominantes en la creación de Orallo presidida por un mural con las figuras de unos bañistas cubistas. Fue en verano de 1988 cuando el pintor ganaba el concurso de murales que el Ayuntamiento de Santander había puesto en marcha para la denominada torre del Rhin.
El objetivo de proteger al gran mural de la edificación del antiguo restaurante de La Cúpula del Rhin –hoy Maremondo– ha pasado por fases de olvido y otras de llamamientos por parte del artista apoyado desde diversos sectores.
Orallo, con medio siglo de trayectoria artística a sus espaldas (acaba de celebrar en Cádiz una gran antológica de su pintura sintetizada en diversas series y etapas) ha expresado en ocasiones que la situación ideal es declarar la obra Bien Cultural, una vez que la obra ha pasado a formar parte de la memoria colectiva y del patrimonio histórico artístico de la ciudad. Orallo comentó a este periódico que ahora se han dado las circunstancias para encauzar esta rehabilitación.
En 2002 Orallo abordó la última acción para que la obra recobrara su sentido original fundamentado en el color, la vitalidad arquitectónica y el modernismo primario de las cosas vivas. Su 'Homenaje a los bañistas' que atraviesa las caras desnudas de la torre del Rhin de El Sardinero, recuperó el humanismo de sus cuatro figuras, simplificó los fondos y desnudó el paisaje, al incorporar su nueva iconografía pictórica, de rombos, óvalos y vértices, y así resaltar la arquitectura simbólica de la obra que se alza sostenida por los alerones tubulares entrelazados.
Entre el diseño y la ilustración, el mural de la torre del Rhin resucitaba entonces tras un mes y cuatro días de intenso trabajo en el que Orallo estuvo ayudado por uno de sus destacados alumnos, Carlos Valle. Tras los bañistas de Orallo surge su fidelidad a los azules, la evocación de su infancia, «las huellas de mi madre y mi abuela», donde hoy confluyen los restos de la química de la imaginación y de su pintura o la torre revelada como una «referencia» simbólica para las embarcaciones deportivas. Orallo ha dedicado más de cuarenta años de docencia como profesor de dibujo y artífice del Bachillerato de Arte en el IES Santa Clara, además de sus continuas colaboraciones con otros ámbitos de la cultura. Su presencia mural se ha plasmado en ámbitos como el Palacio de Soñanes o el Hospital Valdecilla, más su vinculación a la UIMP y el FIS y a colecciones del Museo, Caja Cantabria o Fundación Botín, entre otras.
Coco Piris, directora en los 80 de Civitat, y coordinadora de las muestras de artes plásticas de la Fundación Botín, pionera en muchas iniciativas artísticas, impulsó el proyecto que desembocó en la instalación del mural. El concurso público contó con una alta participación. Un veintena de proyectos alcanzaron la final y fue el voto popular final el que designó la elección de la obra de Orallo. Durante tres días los murales se expusieron en el antiguo Museo de Bellas Artes.
Junto a Orallo los otros dos finalistas fueron los artistas Agustín de Celis y Mariano Gómez de Vallejo.
El poliéster, la pigmentación, la paleta de color original... volvieron a jugar con la luz del entorno, del mismo modo que la «estructura tubular, envolvente» que concibió Orallo convive con la estructura cubista de la torre del Rhin. En 2002 el pintor se subió de nuevo a los andamios para devolver la brillantez a la obra. Una mirada personal del pintor que fue seleccionada tras un concurso público a finales de los ochenta. Una obra no exenta de polémica que el artista definió como un «caramelo en El Sardinero» y que recobró en el color su sentido familiar y ciudadano. Tras su iconografía asoma la historia del balneario de la playa de El Sardinero que arranca en 1868 y las antiguas fotografías que testimonian esa geografía como centro de diversión y atención a los bañistas, paseo y descanso. La torre, a modo de artefacto prismático-tubular, se integra en el antiguo complejo Rhin, una instalación de principios del siglo XX para dar servicio a los primeros usuarios de los baños de ola y turistas. Originalmente se trataba de una estructura longitudinal sobre la playa y separada del entramado urbano para posteriormente convertirse en el limite y transición entre la playa y el mar.
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