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Diego Ventura (Lisboa, 1982) acumula puertas grandes de los templos del toreo mientras intenta ampliar su radio de acción. Rebelde con causa dentro y fuera de los ruedos, el rejoneador atiende a El Diario para afrontar de frente y por derecho las continuas limitaciones empresariales que pretenden confinarlo a un reducido y sesgado circuito.
–Regresa al coso de Cuatro Caminos después de su involuntaria ausencia del pasado abono.
–Quedarme fuera de la Feria de Santiago el pasado año fue doloroso. Cuatro Caminos es una plaza que siento mía, en la que he tenido actuaciones muy rotundas. Me dolió porque después de que en 2015 mi primer toro me rompiera la nariz, permanecí en el ruedo y logré arrancarle las dos orejas al toro que completó mi lote. Hice un tremendo esfuerzo por tratarse de Santander y, sin embargo, el año pasado me dejaron fuera.
–Esta tarde actuará mano a mano con Leonardo Hernández ¿Le motiva la competencia con el rejoneador extremeño?
–¡Claro que me motiva! Leonardo es un torero enrazado, de gran capacidad y con una cuadra importante. Le confieso que me preocupa que los carteles en los que me anuncio sean lo más rematados posibles, que tengan verdaderas opciones de que surja el espectáculo y la rivalidad. No nos engañemos, en el aburrimiento del público está nuestra perdición. Este mismo cartel ya se ofreció en Madrid en San Isidro y el resultado fue espectacular, la gente disfrutó muchísimo. Está claro que tenemos que potenciar la competencia entre toreros. No olvide que las dos máximas figuras del rejoneo –No les menciona pero se refiere a Pablo Hermoso de Mendoza y él mismo– no compiten en el ruedo ni una sola tarde. Y que conste que yo no soy el responsable… No podemos consentir carteles sin razón de ser, sin expectativa de competencia ni rivalidad, en el que cada uno de los toreros hace la guerra por su cuenta. Es todo muy descarado y contraproducente para el toreo a caballo.
–Observo las plazas en las que ya ha actuado y sus compromisos y, de no ser por Burgos, Gijón, Pontevedra y Santander, sus apariciones en cosos del Norte son contadas.
–Le voy a decir más, la plaza de Pontevedra es propiedad de mis apoderados –la Casa Lozano– y Burgos y Gijón son gestionadas por mi amigo Carlos Zúñiga. Si ellos no estuvieran, igual Santander sería mi una comparecencia en el Norte. Desgraciadamente así está el toreo y la Fiesta. Reconozco que, a veces, me pregunto para qué tanto esfuerzo. Pero bueno, hay otros muchos intereses para los que es preciso evitarme.
–Salvo en Sainte Marie de la Mer tampoco está anunciado en las plazas de Francia.
–Es verdad, mi único paseíllo en Francia fue en Santa María del Mar a principios de julio. ¡Y gané el centauro! Mire, en 2015 actué dos tardes en Nimes; corté siete orejas y un rabo y no me han vuelto a llamar. Por más vueltas que le doy a la cabeza, no lo comprendo. Y exactamente igual en Dax, Arles, Palavas… Ya le digo que no entiendo nada. Quizá la razón radique en que, quienes gestionan esas plazas, apoderan a otros rejoneadores y se dedican al intercambio de toreros. No pasa nada, me quedo fuera. Igual mi problema es que no levanto el pie del acelerador, que no paro de arriesgar, que me dedico a cortar las orejas todas las tardes que me anuncian. No encuentro otra explicación. No soy de los que se mete en las contrataciones, para eso están mis apoderados, pero es que no les llegan ni a llamar. Los triunfos valen muy poquito, casi nada.
–Cambiemos de tercio. El pasado mes de octubre se casó con Rocío. ¿La situación civil ha cambiado su actitud en los ruedos?
–¡No lo creo! (risas). Todo sigue igual. Ya llevábamos viviendo juntos muchos años y nada ha cambiado. Lo hicimos para celebrar nuestro amor, rodeados de todos nuestros amigos. Después de la ceremonia y una gran fiesta, todo volvió a la normalidad, a la rutina del día a día.
–Hablemos de su temporada ¿Se arrepiente de sus declaraciones sobre el encierro de Fermín Bohórquez en Sevilla? –Diego afirmó: «Es una extraordinaria ganadería, pero en Sevilla no está funcionando; si el año que viene me la ofrecen como única opción, no volveré»–.
–No. Estoy muy tranquilo, lo que dije es la verdad. Que hubo gente que no me quiso entender, pues allá ellos. Seguramente esas personas desconocen lo que verdaderamente se cuece dentro de la Fiesta. No lo dije por decir. Estaba preparado para recibir palos por mis palabras pero, con el tiempo, muchos de los que en principio me atacaron, terminaron dándome la razón. Y no me alegra salirme con la mía, al contrario, me disgusta. Precisamente por saberme con la razón, me reafirmo en mis palabras.
–En Madrid volvió a abrir la puerta grande de Las Ventas por dos ocasiones ¿Cómo logra mantener la ilusión por el triunfo tras 14 salidas a hombros?
–No es fácil, créame, pero sigue ilusionándome. Insisto que, aunque lo parezca, no es fácil salir a hombros de plazas como Sevilla y Madrid. Sucede que cada año es una nueva película; cada temporada busco nuevos alicientes, cada temporada hay un par de nuevos caballos que me ilusionan, cada temporada añado una suerte a mi repertorio, cada año los toros son distintos… Siempre hay razones para mantener viva la ilusión.
–Puede que suene a tópico, pero quizá su actual cuadra de caballos es la más completa de su carrera.
–Puede que lo sea, quizá. Pero no dejo de pensar en caballos que se murieron y que me encantaría tenerlos ahora. Si hoy en día pudiera disfrutar de ‘Distinto’ y de ‘Pegaso’, caballos que me marcaron muchísimo, igual tendría la cuadra perfecta.
–De las nuevas incorporaciones de su cuadra, me cuentan que ‘Fino’ le tiene encandilado
–Así es. ‘Fino’ es un caballo muy especial. Toreé con sus padres y se ha criado en casa. Hace un toreo de verdad y clásico, con riesgo y emoción. Reúne muchísimas cualidades para ser un caballo de época. Es un caballo que siempre tuve en mi cabeza, de los que va de frente, hace el toreo con mucho gusto y se crece en las grandes plazas. Como ganadero me siento satisfecho y como jinete y domador, aún más.
–Otra de sus incorporaciones es ‘Dólar’, con el que ejecuta un par de banderillas a dos manos sin cabezal.
–Es un caballo que me ha costado muchísimo ponerlo; dese cuenta que no lleva ningún tipo de apoyo en la boca y que únicamente va guiado con las piernas. Puede que en el picadero fuera fácil, pero en la plaza, con la presión del toro y del público, es muy complicado. Se pone muy tenso y no acepta las órdenes del mismo modo. Es difícil controlarlo. Con él siempre estás vendido a la suerte, se pasa mal. Tiene mucha emoción y una enorme dificultad, pero tantos años de doma se están convirtiendo en grandes momentos y en triunfos rotundos.
–¿Su toreo tiene límite?
–Quiero pensar que no. Me paso las noches sin dormir pensando en qué se puede hacer en los ruedos. En cosas nuevas y en cosas que ya has visto en vídeos antiguos y que, perfeccionadas y refinadas, pueden impactar. La clave es no dejar de soñar, mantener viva la afición, no derrumbarte jamás… No es fácil, pero tantas renuncias y esfuerzos, tienen su recompensa; por muchas trabas que me quieran poner: me da igual lo que diga un tonto en las redes sociales, no importa que no me repitan donde triunfé por derecho, tampoco que aún no haya debutado en Pamplona… Cuando veo a mis hijos, cuando saco un nuevo caballo, cuando vuelvo a cuajar un toro pienso: ‘todo merece la pena’. No me van a poder para los pies, ni dentro ni fuera de la plaza.
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