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«A través del presente informe, ha quedado de manifiesto el incumplimiento de la UTE respecto a sus obligaciones contractuales». Esa es la primera línea de las conclusiones en el 'Informe definitivo de control financiero de la concesión del Servicio de limpieza viaria, recogida ... y transporte de residuos urbanos y otros servicios complementarios' a cargo de la Intervención Municipal. Es la pieza clave para justificar la decisión del Ayuntamiento de Santander de intentar dar por resuelto el contrato de basuras tres años antes de lo previsto. Sin embargo, el interventor no incluye esta medida en sus recomendaciones finales. En su estudio cifra los presuntos -y variados- incumplimientos por parte de la adjudicataria en 7.048.105 euros y advierte de las deficiencias en los mecanismos de control del servicio prestado durante estos años. Incumplimientos y poca vigilancia. Pero lo que él recomienda, básicamente, son expedientes sancionadores y reclamaciones de daños en los aspectos que cuantifica en su trabajo -y en aquellos que quedan pendientes de cuantificar-, además de la revisión de precios y variaciones en el contrato del control de calidad.
Se trata de un repaso exhaustivo al periodo comprendido entre el 1 de septiembre de 2013 y el 31 de diciembre de 2018. Con un repaso histórico que incluye, por ejemplo, los primeros expedientes sancionadores a Ascán-Geaser (cuatro entre 2014 y 2015) y, sobre todo, el detalle de los presuntos incumplimientos por apartados. Lo más llamativo, en cuanto al personal. «La situación de arranque del contrato presenta ya una diferencia deficitaria en comparación con el personal a subrogar y su propia oferta», manifiesta el Interventor. O sea, que no se subrogaron, dice, todos los trabajadores. Y, añade, se emplearon «menos» de los que la concesionaria estaba obligada a utilizar. El tirón de orejas respecto al control es evidente cuando asegura que «no consta que haya habido hasta ahora ninguna penalización a la empresa por déficit de personal» o que «no se ha realizado una comprobación continua del número de trabajadores empleados».
2.994.436 euros Déficit de personal: Es la cantidad más importante de las cuantificadas en el informe.
828.240 euros Plataforma Smart City: No se cumplió con la incorporación de los datos en la forma debida
1.517.199 euros Déficit de medios técnicos: Falta de medios, retrasos y otros incumplimientos.
688.832 euros Gastos de publicidad: Campañas de sensibilización que no se realizaron según lo previsto.
567.392 euros Revisión de precios: No se ha producido desde el inicio del contrato.
Cobro de cantidades por servicios no prestados en relación a la Smart City, supuestas duplicaciones de facturas en la recogida selectiva de cartones, déficit en las inversiones en papeleras o en el equipamiento de playas... Precisamente sobre las playas, el documento recoge las conclusiones de un informe de inspección previo a la certificación EMAS en el que se detalla, por ejemplo, los «dos años sin barco de recogida de flotantes», la «recurrente falta de documentación» o el hecho de que los planos con los servicios de playas «debían estar colocados hace más de un año». La autora de ese análisis ponía de manifiesto el «desprestigio» que eso suponía para el Ayuntamiento e, incluso, el riesgo de perder certificados como el EMAS o la Q de calidad. Pero «las facturas se conformaron y abonaron sin mayor eventualidad».
Con todo, la Intervención Municipal le da un valor relevante a que la adjudicataria no puso «a disposición del contrato» una «plataforma de gestión» con las características requeridas. Es decir, no implantó un sistema capaz de adaptarse a las funcionalidades que se ofertaban. Eso no sólo motivó más incumplimientos -siempre a juicio del autor del estudio-, sino que dificultó la labor de los encargados del control del servicio. Los datos que ofrecía no eran fiables. Esa labor de control primero la desarrolló la Fundación Torres Quevedo a través de un convenio con la UTE y, más tarde, esa misma institución (aunque finalmente lo haría Apia XXI) a través de un contrato adjudicado por el Ayuntamiento. Para el interventor, «no se cumplieron los objetivos» de esta tarea (especialmente en la primera etapa, ya que en la segunda aumentó «el rigor» y a ella se atribuyen la apertura de nuevos expedientes sancionadores en los últimos años), pero se achacan estas deficiencias a la «ineficacia de la plataforma de gestión» de la concesionaria. O sea, que traslada la responsabilidad a la UTE.
La primera penalización fue el del 12 de agosto de 2014. En total, 149.648 euros por el déficit en la inversión en maquinaria. Por los retrasos en ese concepto vinieron dos más (en noviembre de 2014, de algo más de 151.000 euros, y en mayo de 2015, de 127.000) y, entre medias (diciembre de 2014) otra por «disponer de personal adscrito al servicio de limpieza y de dirección de la contrata a otras empresas (6.001 euros). El interventor hace hincapié en que no hubo más penalizaciones hasta 2018 (otras 21) coincidiendo con la segunda etapa del control externo de calidad del servicio tras «un cambio positivo».
Se fija, además, en un detalle que le llama la atención. «Precisamente la empresa que sumistra a la UTE el sistema de gestión, NEC Ibérica S.L., es partícipe de la UTE adjudicataria del contrato con el Ayuntamiento de implantación de la Plataforma Smart City, repositoria de datos, por lo que aún es menos comprensible que no esté funcionando la plataforma en las condiciones requeridas, ni los problemas que está teniendo para el volcado de datos en la plataforma Smart City» (que es otro de los incumplimientos que se achacan a la empresa en este periodo).
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