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Brazo a la derecha, brazo a la izquierda, palmada entre las piernas, rotación de tobillo. Julia María Fuencisla Pérez guía sus clases de gimnasia llena ... de vitalidad y con disciplina. De lunes a viernes, a las 10.00 horas en el Parque de Jado de Santander, haga frío, calor e incluso si chispea. Si la lluvia les pilla en medio del entrenamiento, se refugian en la entrada del centro cultural Salvador Jado, al lado de la pista donde suelen ejercitarse. No fallan a menos que las condiciones climáticas sean muy adversas. Pero lo más llamativo de todo es la energía que tiene esta profesora, que no tiene intención de retirarse a sus 90 años. Aunque, para ser exactos, los cumplirá mañana. Da clase de forma desinteresada y tiene entusiasmados a sus alumnos, tanto a los de su edad como a los que tienen 40 años menos, porque está abierta a todo tipo de público.
Sus entrenamientos van más allá de lo físico. Porque aparte de mantenerse en forma, los alumnos de Julia y ella misma han encontrado en esta cita –a la que cada día se suma más gente– una razón para empezar el día con buen pie, donde charlan y alguna que otra vez desayunan con las 'delicatessen' que llevan unos y otros. Por lo general, Julia da clase a algo más de 30 personas. «Algunos días hay menos porque coincide con clases del Ayuntamiento, como pilates y taichi, y algunos alumnos van también a esos cursos», explica la docente, que empezó a dar clases de gimnasia hace más de 20 años.
Monitora de gimnasia a sus 90 añosVer 5 fotos
Julia María Fuencisla Pérez
Profesora de gimnasia
Julia María Fuencisla Pérez
Profesora de gimnasia
Julia tiene una larga trayectoria como profesora. Primero dio clases de informática y después empezó con la gimnasia. Siempre de forma desinteresada. En un inicio, sus entrenamientos eran a cubierto, en el centro cívico La Atalaya. Con el tiempo empezaron a salir a la calle en verano, una práctica que se afianzó después de la pandemia y que ya no cambian por nada. Allí, en el parque y a la vista de todo el que pasee por la zona, han ido ganando adeptos: «¿Qué hay que hacer para apuntarse?», le han preguntado más de una vez, y la respuesta es siempre la misma: «Solo hay que venir con ganas».
A sus 90 años no tiene intención de retirarse, no mientras «me sigan funcionando los pies». «Los ejercicios son sencillos, empezamos con los pies, los brazos y llegamos a la cabeza, todo». Tiene la rutina muy marcada: «Llego aquí a las 9.30 horas, la gente empieza a venir a menos cuarto, ya a en punto empezamos y estamos hasta las 11.00». También es hábil con la tecnología, porque además de haber sido profesora de informática domina el WhatsApp, donde tiene un grupo con todos sus alumnos. «Ahí me avisan si no pueden venir o me preguntan si se cancela la clase por el mal tiempo. Eso solo pasa si llueve mucho. Si hace frío, venimos con el abrigo y ya está».
Los alumnos de Julia están encantados con su profesora y esperan que tarde mucho en retirarse. «Venir aquí a diario es una ilusión. Más allá del ejercicio, es una manera de juntarnos y combatir la soledad. Es una labor social», apunta Santos, uno de los dos hombres que van a estas clases. «A ver si se anima alguno más». El otro es Manuel, que asegura que, además de que le viene bien hacer ejercicio, «me lo paso muy bien, me río. Es muy buena profesora, si tiene que mandar, manda». Y María Jesús deja claro que los ejercicios son exigentes: «Después de la clase, me duelen las piernas». Carmen y Filomena son dos de las alumnas más mayores, de 89 y 93 años respectivamente. «Venir aquí nos da energía», coinciden.
A quien ha cambiado la vida es a Pilar, que se jubiló hace dos años y, al principio, entró en un bucle por el que apenas se movía. «Dejé de madrugar y empecé a coger peso. En poco tiempo, diez kilos». Cuando empezó, tenía miedo de no tener la fuerza de voluntad suficiente para seguir. «Pero todo lo contrario, me despierto con ganas de venir, aquí me relaciono. Vivo sola y venir aquí me ha cambiado la vida». Otra alumna, Carmen, va «para seguir con mi ritmo de vida». «Ver a Julia dar clase a sus 90 años es un aliciente. Es un ejemplo de vida, aquí hemos formado una familia».
A los alumnos consagrados se van uniendo más. Autocalificadas 'las nuevas', Cristina y Lines, que son hermanas, están encantadas de haberse cruzado por casualidad con esta clase. «Pasé por aquí, lo vi y pregunté. Me dijeron que no había que apuntarse, que simplemente viniera si quería. Y la experiencia ha sido estupenda, hacemos ejercicio, nos reímos... Aquí no se habla de pastillas ni enfermedades», apunta la primera, que convenció a su hermana para que también se uniera. Serafina es otra de las últimas en formar parte de estas clases, lleva mes y medio «y ya se me han quitado los dolores musculares que tenía». Y Rocío disfruta tanto de las clases que, en cuanto sale de trabajar, va directa a las 10.00 horas sin pasar por casa.
La clase de mañana será especial y, más allá de centrarse en los ejercicios, se enfocarán en Julia, con quien celebrarán su 90 cumpleaños por todo lo alto.
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