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Cuando conoció las condiciones para presentar su relato en el certamen, Irene Martín, estudiante de 15 años en el colegio Miguel Bravo, de Santander, ... ya supo que tendría que trasladar su imaginación a miles de kilómetros de aquí, al otro lado del Atlántico, y familiarizarse con la cultura, los colores y las costumbres de México. El tema, el país azteca, le gustó desde el principio, y eso lo notó el jurado en cada línea de su redacción. Tanto que 'La excursión inesperada', como bautizó su historia, se hizo con el primer premio individual del concurso 'Dilo en buen español-Premio Eulalio Ferrer', organizado por el Ayuntamiento de Santander y al que han optado hasta 145 trabajos de siete centros educativos de Secundaria y Bachillerato de la capital.
«A veces escribo, pero nunca me había presentado a ningún concurso», se sorprende Martín, «muy agradecida» por el reconocimiento que ha recibido su trabajo. La obra es un relato breve con las aves como protagonistas. Lo cuenta ella:«Se trata de un pájaro que viaja a México desde Honduras, se topa con otro, y entonces empieza a enseñarle la cultura y las costumbres a lo largo de todo el territorio».
No ha ganado de casualidad. De pequeña siempre ha tenido en mente eso de ser escritora. Con premios como el de ayer, eso sí, se siente «más inspirada que nunca para seguir con ello», dice la santanderina, que no duda en señalar a su autor favorito: «¿Un libro? Cualquiera de Stephen King», dice. Martín también quiso aprovechar la oportunidad para poner en valor la presencia de las mujeres en la literatura:«Cada vez veo más autoras en este campo, lo que es normal, porque podemos llegar a escribir tan bien como los hombres».
La tercera edición del certamen dejó más vencedores, esta vez colectivos, como el colegio Purísima Concepción y el instituto Peñacastillo. Todos ellos recibieron el galardón en manos de la alcaldesa de Santander, Gema Igual, acompañada durante la ceremonia por Ana Sara Ferrer, hija de Eulalio Ferrer, precisamente a quien rinde homenaje la iniciativa municipal. La regidora no quiso pasar por alto el objetivo del concurso, «promover el uso adecuado y correcto de la lengua entre los estudiantes», y valoró el impulso que las generaciones más jóvenes le dan al conocimiento. La meta está clara:«Escribir con soltura, corrección y riqueza expresiva».
Este año, el jurado de 'Dilo en buen español' ha sido integrado por la catedrática Lourdes Royano; el periodista Íñigo Noriega, director de El Diario Montañés, y los escritores Antonio Santoveña y Carmela Greciet. Para valorar los 145 trabajos presentados en la cita se ha tenido en cuenta la pureza idiomática, la riqueza del léxico, la calidad literaria y la redacción.
Me encontraba sobrevolando la apacible costa de Honduras. La brisa ligera rozaba mi redondeado pico, brisa que por lo que había estado escuchando, no sería tan ligera dentro de poco. Según lo que las aves domésticas me habían contado, una gran tormenta azotaría la costa. Yo nunca había visto una tormenta, así que había decidido esperar en la costa para verla. No podía ser tan terrible como las demás aves decían.
Seguí volando a ras del agua, observando mi reflejo sobre el agua. Mis plumas rojas hacían un bonito contraste con las otras de distintos colores que poblaban mis alas.
Tan ensimismado estaba en mis pensamientos, que no me di cuenta de que la brisa ya no era tan ligera, y empezaba a golpearme fuertemente en el pico. Sólo cuando me tambaleé por el viento me di cuenta: la tormenta comenzaba.
Decidí volver a la orilla, pero el viento me empujaba. Gotas de lluvia empezaron a caer fuertemente sobre mí, mojándome las alas y haciendo que temblase de frío. El pánico me invadió. Las alas ya me empezaban a doler. Estaba exhausto. Me empezaba a quedar sin energía y a marearme del esfuerzo y de repente...
Negro. Eso es todo lo que recuerdo hasta que, desorientado, me desperté en un cálido y mullido nido. Me empezaba a incorporar cuando un pájaro de plumaje verde brillante me saludó con entusiasmo, sobresaltándome.
-¡Hola! Amigo, ¿te encuentras bien?- preguntó con un marcado acento mexicano.
-Mmm... bueno... ¿dónde estoy?- dije aturdido.
-Te encuentras en México.- contestó.- Mi nombre es Juanito, y ¿tú eres?
-Francisco.
-¡Encantado Francisco! ¿Puedo preguntarte qué te ha pasado? Te encontré en la playa desmayado y empapado.
-Vengo de Honduras, una tormenta me arrastró.- le informé con tono de preocupación.- Debería volver, pero no me encuentro en condiciones de emprender un viaje tan largo ahora mismo.
-Aquí eres bien recibido, quédate hasta que te encuentres bien.
-Muchas gracias Juanito.- dije agradecido, justamente cuando mi tripa emitía un rugido.
-Debes de estar hambriento. Iremos a mi casa, allí podrás comer algo.- me ofreció Juanito, iniciando el vuelo.
Yo lo seguí. Mis alas seguían entumecidas y me dolían, pero necesitaba calentar.
Mientras sobrevolábamos las calles de México, me fijé en lo coloridas y decoradas que estaban.
-Juanito, las calles son preciosas.- dije fascinado.- ¿A qué se debe toda esa decoración?
-Verás amigo, en México, en estas fechas se celebra el Día de los Muertos. En este día, los seres queridos que se fueron regresan de ultratumba, así que les recibimos con ofrendas.- me explicó.
-¡Vaya! Que tradición más bonita.
-¡Sí! Los mexicanos vivimos este día con alegría y festejos. En la casa de mi familia humana tenemos un altar precioso dedicado a la abuelita Guadalupe. Estamos cerca, cuando lleguemos te lo mostraré.
Poco después, llegamos a casa de Juanito y entramos por la ventana.
-Entra sin miedo, mi familia no está. Han ido al cementerio a visitar la tumba de la abuela y limpiarla.
Juanito me guió al salón, donde pude ver un enorme y colorido altar. Estaba formado por diez escalones y estaban repletos de distintos objetos, flores y alimentos.
-Es impresionante.- dije boquiabierto.
-Cada cosa que ves ahí tiene su propio significado y utilidad. Por ejemplo, ese vaso de agua es para calmar la sed del espíritu, las veladoras reflejan la fe y la esperanza que guían en este y en el otro mundo, el pan representa a la fraternidad, la comida que ves eran los platos favoritos de la abuela Guadalupe, y no puede faltar su retrato a lo alto del altar.- explicó Juanito.
Me quedé embelesado mirando las coloridas banderitas, flores y las figuritas de papel picado.
Poco después, Juanito y yo cenamos tacos, un plato mexicano que consiste en tortillas de maíz rellenas con pollo, chiles rojos, verdes y amarillos, tomates y cebollas.
Y así Juanito y yo pasamos la noche comiendo y hablando de todas las tradiciones mexicanas. Aprendí muchísimo aquella noche, me enamoré totalmente de la cultura mexicana y sus tradiciones, tanto, que al día siguiente, cuando partí hacia Honduras despidiéndome de mi nuevo amigo, prometí volver a México todos los años el Día de los Muertos.
Al volver a Honduras y contar al resto de aves lo que me había sucedido y todo lo que había visto, se quedaron asombrados. Sin duda, había sido la mejor de mis aventuras.
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