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Dicen que va a ser el regalo de estas Navidades («por cada bici que se vende hoy, salen seis patinetes a la calle», asegura un empresario del sector) y que serán «una auténtica invasión» para la próxima primavera-verano, como lo están siendo en ... Madrid y Barcelona, donde su uso ha sido ya un verdadero boom este año. Esto puede suponer un problema para Santander, que aún no ha regulado su uso, a la espera de que la Dirección General de Tráfico ponga orden en el sector de los Vehículos de Movilidad Personal, familiarmente conocidos como patinetes eléctricos. A la puerta del Ayuntamiento ya han llamado varias empresas de alquiler de estos artilugios y el Consistorio ha respondido con distancia: mientras no haya normativa estatal, a la que debe seguir una local, no se ve pertinente establecer servicio alguno.
Con el patinete viene un nuevo sistema de transporte y también un buen debate: quien lo usa no es un peatón y no puede ocupar la acera. Tampoco es un vehículo a motor, así que se le excluye de la calzada. José Miguel Tolosa, director provincial Tráfico, defiende que al método como tal hay que mirarlo con buenos ojos, «porque es sostenible, seguro y ecológico», pero que «habrá que encontrarle su espacio en la ciudad. No será posible crear carriles para ellos».
Rafael Casuso, de Cantabria con Bici, también lo tiene claro: si el cacharro sirve para sacar coches de las calles santanderinas, «bienvenido sea», aunque a la hora de hablar de derechos, cree que habría que primar el del peatón porque «sería una pena» que la persona que ahora camina se subiera a un patín. También confía en que el «gran auge» del patinete no acabe yendo en detrimento del transporte público, donde, por cierto, no se permite entrar con estos elementos ni con bicis plegables.
Todos los consultados coinciden: será cuestión de meses que su uso se generalice, porque en las grandes ciudades americanas y europeas, estos vehículos se cuentan por millares y, aunque en la capital cántabra de momento están apareciendo con timidez, «todo acaba llegando».
Fidel Gómez, empresario de Turibyke, está seguro de que el cambio cultural que viene «es imparable». «Será muy evidente en breve», dice, por lo que alerta sobre el peligro de quien lo está comprando ya sin conocer la futura normativa. En el mercado hay decenas de vehículos distintos pero «el desconocimiento sobre el sector es enorme». Gómez forma parte de una sociedad que le ha hecho una propuesta al Ayuntamiento para crear un servicio de alquiler utilizando los carriles bici, proposición que, por el momento, ha caído en saco roto.
El Consistorio reconoce contactos con un par de empresas del ramo del alquiler al tiempo que advierte de que este es un sistema de transporte «a estudiar. Ahora mismo, sin marco normativo», no se darán pasos en un sentido u otro. Lo cual no quiere decir que exista «ni vacío legal ni indefinición», puesto que a los patinetes particulares se les aplica el Reglamento General de Circulación y, en Santander, los 'patineteros' han de compartir espacio con las bicicletas por sus carriles: si usan otras vías se arriesgan a multas de 80 euros. Actualmente, hay sanciones de dos tipos: 80 euros por ocupar la calzada en patín sin causa justificada, y la misma cantidad si se invade una acera a una velocidad superior al paso de una persona.
Álvaro acaba de pasar del coche al patinete y se muestra feliz. «Estaba harto de los atascos y del consumo del coche en ciudad». Un buen día entró en internet a explorar y acabó comprando un modelo que le costó 400 euros (es el precio medio), que va a 25 km/h y tiene 30 kilómetros de autonomía.
Con él cubre a diario los seis kilómetros que separan su casa de su lugar de trabajo, en 15 minutos, por un trayecto sin cuestas y por carril bici. «La experiencia es muy buena. Tres amigos míos también se lo han comprado». Le gusta desplazarse de forma tranquila. «Es más agradable que el coche y no contamino».
Entre los peligros señala la lluvia («se resbala muchísimo»), la suspensión inexistente y que no da la agilidad de una bicicleta. «En las cuestas, el patinete tampoco puede contigo, le falta potencia». Aun así, se ha convertido a la religión. Lo reconoce.
Como ocurre en tantas ocasiones, «las empresas y los ciudadanos van muy por delante de las Administraciones», lamenta el portavoz de una firma comercializadora que no quiere ser citada. Esta empresa ha detectado un filón en este mercado –por desarrollar casi al completo– mientras que quienes ya se desplazan en patín eléctrico se deshacen en elogios: es una fórmula «que exige un gasto inicial relativamente pequeño» (hay artilugios por 200 y por 400 euros), es fácil de manejar y supone un ahorro brutal respecto al consumo de gasolina», cuenta un profesional que ha cambiado su vehículo a motor por un patinete con el que recorre en 15 minutos la distancia de su casa al trabajo.
Este usuario no ha querido esperar a ver cómo define la Dirección General de Tráfico los tipos de Vehículos de Movilidad Personal en el Real Decreto, que podría estar listo para el próximo verano. Esta normativa organizará «de arriba abajo» el uso, porque ahora mismo hay un montón de cosas en el aire: desde las potencias mínimas y máximas hasta dónde se podrán estacionar, pasando por todos los elementos de seguridad a utilizar.
José Miguel Tolosa señala que la Administración central establecerá criterios comunes para todo el país en materia de velocidad («para que no vayan por encima de los 25 kilómetros por hora, seguramente»), los lugares por los que se aceptará que transiten («que nunca serán las aceras, pero sí podrían ser las calzadas con límites de 20 o 30 km/h»). También se legislará sobre las medidas de seguridad (cascos, chalecos, luces) y, en este sentido, Tolosa va avisando sobre la conveniencia de «hacerse un seguro, porque quien origine un daño con uno de ellos será responsable, y va a tener que hacerle frente». Y aunque el Estado no se meterá en la edad mínima, los ayuntamientos que están sacando ordenanzas están poniendo el límite en los 16 años.
El director provincial de Tráfico llama la atención sobre otro hecho: ahora los patinetes no están registrados, «pero en cuanto pasen de una potencia mínima, habrá que hacerlo y, en función del tipo que sea, se estudia que tendrá que matricularse». Al ser considerados vehículos, por otra parte, la autoridad competente podrá hacer a sus conductores controles de alcohol y drogas. «Sobre esto ya existe picaresca: hay gente que sale de copas con el patinete para que no les caiga denuncia por ponerse al volante del coche», cuenta Tolosa.
Así pues, el asunto está llamando a la puerta y será difícil mirar para otro lado durante mucho tiempo. Rafael Casuso se queja de que, en Santander, todavía no se ha sacado la ordenanza con la que se iba a regular el uso de la bicicleta, algo que le sorprende «porque el Plan de Movilidad se anunció para febrero de 2017, luego para marzo, luego para agosto... Y nada, seguimos sin él. El Ayuntamiento solo hace escaleras mecánicas porque está más interesado en la movilidad vertical», censura. «Y si no han resuelto la norma de las bicicletas después de años, ¿qué pasará cuando tengan el problema del patinete encima de la mesa?», se pregunta.
En Cantabria con Bici están por la labor de que compartan sitio con las bicis en los carriles ad hoc. Será factible porque el número de vehículos de dos ruedas lo permitirá. ¿El patinete desplazará a los ciclistas? Es decir, ¿muchos ciclistas se pasarán a este otro modelo? Casuso cree que no («los usuarios de la bici somos muy fieles») porque, además, en Santander, «con tanta cuesta», este artilugio no será tan eficaz como una bicicleta eléctrica.
Fidel Gómez, socio de Cantabria con Bici además de empresario, apunta que entre la bicicleta y el patinete se queda con la primera. Entre el utilitario y la moto, sin embargo, «elijo el patinete. Y eso le va a pasar a mucha gente, también en Santander. Hay que tener en cuenta que los ciudadanos han empezado a ver los coches como un problema (por los atascos, el aparcamiento caro, la contaminación) y la tendencia es a que el número de turismos vaya disminuyendo: cada vez habrá más zonas de limitación de velocidad a 30 km/h y cada vez más personas usarán el transporte público».
El empresario, interesado en promover en Santander unas líneas de alquiler, asegura que por lo menos cuatro grandes empresas habrían contactado en los últimos tiempos con el Ayuntamiento para prestar servicio en la capital. Él defiende su oferta «porque podríamos sacar muchos coches del Pctcán, del campus de la Universidad... Tenemos tecnología para acotarlo todo y podríamos solucionar muchos problemas de movilidad. Pero el Ayuntamiento no está interesado, de momento, y no queremos hacerlo enfrentados a él».
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