![Luces en La Maruca](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/06/17/ansola-leyenda-kBYH-U200578998828lRF-1200x706@Diario%20Montanes.jpg)
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Camping Rosamunda, en La Maruca. Mediados de los setenta del siglo XX. Nada nuevo bajo el sol de Santander, entre otras cosas porque ha comenzado a anochecer, pero los campistas todavía juegan la partida y charlan mientras los niños juegan. Todavía es temprano en la recién inaugurada noche de verano de la que no se espera nada extraordinario. La fresca que se agradece, un puñado de turistas, los colores clásicos del verano y nada más que reseñar. Ninguna preocupación más allá de haberse pasado con los orujos de la cena, si la cuenta puede a ir de las manos o echar mano de una rebequita, que a veces por la noche refresca y así se cogen los resfriados. Todo normal en Monte.
Y de pronto, un zumbido. Profundo, grave, intenso. Como el de un moscardón, pero mucho más potente. Tanto que todo el camping lo escucha y se pone en guardia. En el cielo, una luz intensa, más o menos nítida, pero sin ninguna silueta identificable, que brilla fulgurante en el cielo y se mueve espídica sobre las aguas del mar en dirección a El Bocal.
El ruido persiste, cada vez más intenso, mientras el haz de luz describe su rápida carrera en dirección oeste-este formando bucles. No avanza en línea recta, sino que dibuja círculos mientras avanza raudo con un movimiento que ninguna avioneta, helicóptero o cometa podría hacer, al menos a tanta velocidad. Ni siquiera los helicópteros negros del Nuevo Orden Mundial que se avistaron años después más al Sur, en El Puntal y en pleno Somo, parecen ser capaces de tales maniobras.
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Aser Falagán
Le gente se mira. Confirma con la mirada que todo el mundo lo ha visto; que no les engañan los ojos. Que aquel extraño sonido procede del cielo sin que nadie sepa explicar qué es lo que sucede; qué es aquel fenómeno que no despierta temor, pero si una gran expectación en el Camping Rosamunda, que ya ni siquiera existe con ese nombre.
Ajena a los testigos, la luz, el objeto o lo que fuera aquello continúa su marcha hasta que se pierde en el horizonte mientras se atenúa el sonido. Después todo es calma de nuevo en el cielo de la Costa Quebrada. Pero a nadie se le escapa que ha sucedido algo extraño. Tantas decenas de personas no pueden estar equivocadas al mismo tiempo; algo ha ocurrido, y durante la noche y al día siguiente la extraña luz es la noticia del día en el camping. Solo en el camping, porque no queda ningún testimonio escrito o visual; solo las palabras de aquellas personas que lo vieron. No solo niños, que la imaginación infantil puede jugar malas pasadas, sino también adultos.
Fue un episodio único. No se volvió a repetir, al menos durante esos días o al menos no ha quedado constancia de que nadie volviera a ver algo igual. Al día siguiente, los turistas volvieron a hacer sus visitan, los bañistas a la playa y los niños, a sus juegos. Sin embargo, aquella noche de julio se quedó escarificada para siempre en su memoria.
Se dice incluso que la costa norte de Santander, en especial La Maruca y El Bocal, es una zona propensa para los avistamientos. Una explicación lógica, a pie de mar, es que se pueda tratar de balizar, bengalas o cualquier otro tipo de señalización, pero todo queda en el terreno de la hipótesis.
A lo largo del tiempo, aeronaves, dispositivos de rastreo, globos sonda, fenómenos meteorológicos e incluso restos de algún ingenio espacial han sido confundidos con ovnis en Cantabria, aunque quienes lo vieron, o al menos una parte, defienden que estrictamente lo era. Más allá del salto al vacío del encuentro extraterrestre, aquello volaba y no se podía identificar lo que era. Y aquel intenso fundido bien se podría identificar como un motor.
No existe una respuesta al fenómeno, ni tampoco datos o documentos gráficos que permitan cotejarlo. Incluso la fecha es imprecisa cuando se tiene que tirar de la memoria a largo plazo. Verano de 1975, tal vez de 1976 o 1997, precisamente en la época en que se vieron –o se aseguró ver– un ovni sobre Santoña, un humaoide en Escalante, otro en Isla y se organizó un congreso sobre fenómenos paranormales y ufología en Santander. Por lo visto, Cantabria se había convertido en el destino estrella de alguna agencia de viajes más allá del hombro de Orión o cerca de la Puerta de Tannhäuser.
Nadie se hizo eco del suceso y tampoco se comprobó si algún helicóptero, globo sonda o fuegos artificiales habían recorrido la zona. También pudo ser una sencilla bengala desbocada o una pareidolia. Pero quienes allí estuvieron están convencidos de que presenciaron algo extraño y quizá todavía se pregunten por qué el camping no habilitó un aparcamiento para ovnis.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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