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Carmen, hija del Tío Pedro, se dispone a colocar unas flores en el interior del panteón de la familia, junto a la figura de su padre fallecido.

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Carmen, hija del Tío Pedro, se dispone a colocar unas flores en el interior del panteón de la familia, junto a la figura de su padre fallecido. Javier Cotera
Homenaje

Una mañana con el Tío Pedro en Ciriego

El panteón de la familia López Carreras se convierte en la sensación del cementerio en el Día de Todos los Santos

José Ahumada

Santander

Viernes, 1 de noviembre 2024, 18:47

Serio e imperturbable, el Tío Pedro mira al frente sentado cómodamente en una silla, con las piernas cruzadas. Su mano izquierda descansa posada sobre el muslo; con la derecha sostiene la cachava que siempre le acompañaba. No le falta detalle: el sello, la pulsera, el collar... su figura, fabricada en resina, lleva también su gorra y calza sus zapatos. «Era así», confirman sus familiares –una docena, de todas las edades–, reunidos junto al panteón.

El Tío Pedro –en su carné, Manuel Pedro López Alunda–, «fue buen abuelo, buen padre... buen todo», explica su hija Carmen. Ella fue la que estuvo dándole vueltas a la cabeza pensando en cómo honrar su memoria. «La estatua nos la hizo una escultora de Badalona. Fue la que hizo la escultura de Manolo Escobar y la de Camarón de la Isla. Lo vi y me puse en contacto con ella». Cuenta que las artistas –Susana Ruiz y Nuria Torres– se acercaron a Santander y estuvieron toda una semana preguntando por él y por sus cosas. «Querían saberlo todo». El resultado, clavadito a la foto del Tío Pedro que llevan en el móvil.

El panteón tiene más miga, porque el sepulcro está construido con la forma de una carreta. «Cuando era joven siempre andaba con carros y con caballos; andaba con la vida ambulante de los mercheros, de los gitanos. A mi madre, que tiene setenta años, la han criado en el carro, vivían allí prácticamente. Era una vida nómada», dice uno de sus nietos. «Mi abuelo fue toda la vida feriante, muy trabajador. ¿No te montabas tú de niño en el tren de la bruja?», pregunta al periodista. Al responder éste que sí, aclara: «Él no era el que te daba escobazos, era el que te vendía la ficha. Era el 'Tren Miniexprés'».

Los familiares sacan brillo a las lápidas de los nichos. Javier Cotera

«El año pasado estaba ya la forma del carro, y la figura la hemos puesto en agosto y la hemos dejado ya instalada, porque hasta que no tuviéramos el cerrado completo no la queríamos dejar». El conjunto, ubicado en la zona noble del cementerio, acristalado, forrado completamente de mármol e inundado de flores frescas es, sin duda, la sensación de Ciriego en este Día de Todos los Santos. «La gente se queda así... Todo el mundo: '¿Podemos mirarlo?, ¿podemos mirar?'. Es que no hay otra cosa igual. Y a nosotros nos encanta», reconoce Carmen, la hija, que no quiere hablar de lo que les ha costado. «Todo lo que se le haga es poco».

El interés de los López Carreras por perpetuar el recuerdo del Tío Pedro contrasta con los nuevos usos funerarios: según indica María Bolado, directora de Ciriego, en lo que va de año se han hecho 590 inhumaciones –en Cantabria, hasta finales de septiembre, se habían registrado 4.739 fallecimientos–, de las cuales 205 fueron de cenizas. Sólo en el crematorio del cementerio se han procesado setecientos cadáveres, lo cual quiere decir que las cenizas de medio millar de difuntos han tenido destino variado, desde el contenedor de basura hasta la repisa de la chimenea, junto a las del perro Kukis; algunas otras se habrán depositado dentro de algún nicho o tumba y las más se habrán esparcido por tierra, mar y aire, una práctica mucho más económica que un entierro al uso, pero que encierra ese sesgo panteísta que tan poco le gusta al Papa.

Anastasio Calderón, capellán de Ciriego, opina que estas nuevas costumbres se deben a que la sociedad de hoy en día, «culturalmente, no es cristiana». «Hemos cambiado la mentalidad que teníamos antes, que acaparaba la cultura. La mentalidad cristiana acaparaba las costumbres de la sociedad. Entonces, al cambiar los valores de la gente, pues también se da, quizá, menos respeto a los difuntos».

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