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Hicieron boicot a la empresa privada de autobuses que no les ofrecía precios ni horarios fijos, propiciaron una sentada para exigir un transporte público que los conectase con el centro de Santander y levantaron con sus propias manos el centro de salud. Los vecinos de Cueto crearon la asociación hace 50 años con el firme convencimiento de que, uniendo fuerzas, conseguirían mucho más. Y no les faltaba razón. Ahora, presentan el libro 'El corazón de un pueblo. Cueto, 50 años de historia', en el que recopilan los hitos más destacados de su historia, con una selección de imágenes históricas y anécdotas vecinales.
Fue justamente la necesidad de contar con su propio consultorio médico lo que propició la creación de la asociación. El sacerdote Javier Ruiz se reunió con diez personas del pueblo en la parroquia para estudiar la viabilidad de construir el centro de salud y dejar de desplazarse a Santander cada vez que tenían que ir al médico. Cuando este pequeño grupo confirmó que la obra sí podía llevarse a cabo, convocaron una reunión en el extinto cine Bellavista para comunicárselo al resto de vecinos y «ver si el pueblo quería implicarse en el proyecto. La propuesta fue ampliamente respaldada», recogen las páginas del libro.
Se pusieron manos a la obra y eligieron el terreno donde levantarían el edificio, para lo que era necesario seleccionar un titular de la propiedad del inmueble a construir. Y así nació la asociación de vecinos de Cueto «con la responsabilidad de asumir la custodia: era un proyecto del pueblo y para el pueblo». El 17 de septiembre de 1974 se fundó dicha asociación con Serafín Incera como presidente, quien adelantó 100.000 pesetas para comprar el solar donde finalmente se levantó el consultorio. Entre todas las familias de Cueto, reunieron algo de dinero para iniciar las obras del inmueble. Con esto, la mano de obra voluntaria de los propios vecinos y lo que sacaron de alquilar el bajo del edificio a la farmacia, que además adelantó tres millones de pesetas, el centro de salud se fue convirtiendo poco a poco en una realidad, no sin atravesar más de un contratiempo.
Su siguiente gran reivindicación fue conseguir un transporte de calidad que uniera Cueto con el centro de Santander. En 1977 el pueblo boicoteó durante diez jornadas a la camioneta de línea privada Pancho, la única comunicación que había entonces entre ambos puntos. Y dio sus resultados. Consiguieron precios especiales para obreros y estudiantes, que pasaron de pagar 13 a 10 pesetas por viaje, lo que les permitió seguir formándose y trabajar en la ciudad.
Para aquel entonces, la asociación tenía claro que la unidad era fundamental para lograr sus objetivos y las asambleas que celebraban reunían «a medio pueblo, mil o dos mil personas». Llegó 1980 y su siguiente gran lucha: que Cueto tuviera un buen alumbrado público. Para que su reivindicación no pasara desapercibida, los vecinos se plantaron en el Pleno del Ayuntamiento con velas encendidas que simbolizaban la oscuridad en la que se sumía su pueblo y la necesidad de mejorar el alumbrado. El entonces alcalde, Juan Hormaechea, llegó a expulsar a los fotógrafos de los medios de comunicación para evitar que se diera bombo a la protesta, aunque no pudo evitar que se captasen algunas instantáneas del acto.
La línea de autobuses Pancho siguió dando servicio a Cueto hasta 1990. Los vecinos, que llevaban más de una década arrastrando quejas contra la empresa, decidieron que ya era hora de que alguna línea municipal les diera servicio. Y lo lograron.
Los años 90 fueron una década fructífera para el pueblo y en 1994, junto a los vecinos de Monte, cortaron la carretera que unía El Sardinero y la Albericia para reclamar que se arreglasen las aceras y el firme. También lo consiguieron. Al año siguiente, en 1995, tras analizar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que se estaba redactando y que pretendía derribar setenta casas en Cueto, la asociación de vecinos colaboró con cada uno de los afectados para presentar alegaciones individuales además de la colectiva. La asociación estaba más viva que nunca y todas sus reivindicaciones, muy respaldadas por los vecinos, daban sus frutos.
El corazón de un pueblo. cueto, 50 años de historia El libro recopila los hitos más destacados de la historia de la asociación de vecinos, con una selección de imágenes y anécdotas. El prólogo lo ha escrito Violeta Santiago, periodista de El Diario Montañés.
Las demandas continúan una vez arranca el siglo XXI y una de las más llamativas fue la unión para terminar con los restos de petróleo del Prestige. Los vecinos se coordinaron entonces para limpiar la costa del territorio de Cueto, especialmente en el Corral de la Cantera y en la zona de Pasajes. La ampliación del campo de golf de Mataleñas también provocó la oposición de los vecinos, que pedían priorizar otras instalaciones deportivas para los jóvenes, como mejorar el campo de fútbol o el pabellón. Aunque trataron de frenar la obra en los tribunales alegando que no se ajustaba al PGOU, perdieron la demanda, pero igualmente el campo nunca llegó a ampliarse a los 18 hoyos planteados.
No deja de ser llamativo que la reivindicación que dio lugar al nacimiento de la asociación de vecinos de Cueto hace 50 años esté directamente ligada a la demanda más actual. Se trata de acabar con las deficiencias del ambulatorio, que cerró tres años a raíz de la pandemia del covid y que, una vez reabierto, ha seguido acumulando problemas que no terminan de resolverse: está cerrado más días a la semana de los previstos, falta personal sanitario... Como explica el actual presidente de la asociación de vecinos, Santiago Sierra, este verano «no habrá estado abierto ni una semana seguida. Entre vacaciones, bajas... Nos dieron un plan de los días que faltaría la doctora y no dieron ni una; este verano ha faltado un 90% del tiempo. Sigue siendo una pelea, faltan médicos que también cubren cinco residencias de mayores».
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