«Aquí estarán mejor que en casa»
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Campus de verano ·
Miles de niños inician las actividades de ocio marcadas por las medidas de seguridadSon las 08.30 horas del primer día de julio y una cola de padres y pequeños dobla la esquina junto al centro cívico de Numancia, en Santander. Al final de la fila les espera la coordinadora con un termómetro. Cada niño debe tomarse la temperatura. Así será cada mañana. Es el primer día del campus de verano, y una niña debe volver a casa tras superar los 37 grados. «Hay que seguir el protocolo», repite continuamente Sara Gómez, la organizadora. Quizás 'protocolo' es la palabra más repetida de la mañana. A la entrada las despedidas se parecen a las que se producen el primer día de cole. Algunos lloran y otros se esconden detrás de mamá, pero predominan los abrazos y los besos. Escenas similares se vivieron ayer en los campus que se han puesto en marcha en diversos municipios de la región.
Han sido varios meses sin separarse y para algunos niños es el primer alejamiento desde que se cancelaran las clases en marzo. Mientras tanto, los padres resuelven sus últimas dudas. Preguntan por lo que pueden y no pueden llevar sus hijos: «Sólo pueden traer una botella», les dicen. Todas las dudas se responden y, tras la mascarilla, se intuye una buena cara de los instructores en cada respuesta. Una madre dice: «Unos días les recogerán los abuelos, otros mi marido y otros yo, ¿no hay problema, verdad?». La coordinadora responde mientras lo apunta: «No hay problema».
Rubén Teja | Padre
Y es que la 'nueva normalidad' es demasiado nueva. Todos tienen dudas. Desde los niños y padres hasta los monitores y limpiadores. Todos preguntan. Eso conlleva los campus, que traen novedades para todos y la mayoría de ellas están relacionadas con la higiene y la seguridad. Tanto es así que todos llevan su mascarilla, aunque no sea obligatoria para los menores de seis años.
Una vez dentro, los niños van conociendo a los instructores del campus y aparecen las primeras frases. Rocío, una de las risueñas monitoras, suelta una de las que marcan esta 'nueva normalidad'. «Con el hermano sí puede jugar, porque viven juntos, pero conmigo tienen que mantener la distancia», señala.
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La seguridad es lo primero en esta particular aventura veraniega. Los espacios se limpian diariamente dos veces, una por la mañana, antes de que entren los niños, y otra por la tarde, cuando se van. Es y debe ser así pues los centros cívicos siguen con su actividad habitual y por la tarde reciben a los adultos.
Cada monitor puede encargarse de hasta nueve niños, que pasarán juntos los quince días, sin cambiarse a otro grupo. Sólo en Santander hay habilitadas 1.718 plazas, que se dividen en las cuatro quincenas. Todo ello para niños de entre 3 y 12 años. De esas plazas, un 30% son para niños con discapacidad o necesidades especiales. Ayer, ya se habían cubierto 1.195 plazas, lo que supone un 70% de las disponibles. Aún se pueden solicitar las vacantes a través de la web www.veranuco.es. En cuanto a los precios, se mantienen las tasas de 2019 aunque aumenten los monitores: 26,27 euros por quincena y niño. Así que, por poco más de 100 euros, por ejemplo, padres como Rubén Teja traerán aquí a sus hijos durante todo el verano, ya que se oferta durante las cuatro quincenas de julio y agosto.
Rocío | Monitora
En Santander son 13 los centros cívicos que ofrecen el Veranuco: Callealtero, María Cristina, Cueto, Mercedes Cacicedo (San Román), Camarreal, La Peña, Nueva Montaña, Río de la Pila, Numancia, Cazoña, La Marga, Meteorológico y Monte. Funcionan de lunes a viernes, en horario de 08.30 a 14.30 horas; además, ofrecen un servicio de guardería de 08.00 a 08.30 horas y de 14.30 a 15.00 horas.
«Cuando deje a mi hijo empieza mi turno», apunta Rubén Teja, en el exterior. «Además, la madre vuelve hoy al trabajo después del ERTE y ya no podía quedarse con él. Hubiéramos tenido que buscar otra cosa», añade. Leo, su hijo, llevaba tres meses en casa, sin ir al colegio y haciendo los deberes por internet. Ahora volverá a un aula y jugará con otros niños. «Ellos se adaptan mucho más rápido. Aquí están mejor que en casa», añade el padre. «Nos gusta que vuelva a socializar, a hacer amigos. Todos los años ha hecho algún buen amigo aquí», concluye Rubén Teja.
Los niños, en la puerta, rápidamente interactúan: «Desde que le dijimos que se podía apuntar dijo que sí y está muy contento», afirma el padre. Los niños entretenidos, juegan, y los padres, tranquilos, pueden volver a sus tareas, a sus puestos de trabajo.
Tras una hora de identificaciones y asignaciones de grupos, cada monitor, de los seis que hay en Numancia, entra con su grupito de seis niños. Aquí, el cupo de nueve no se cumple. Dentro, todos se lavan las manos. Termina el proceso, lento pero seguro. Si el termómetro ha dado el visto bueno, es hora de jugar.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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