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Hay algo temible en los solares en mitad de la ciudad; no tanto por lo que contienen, sino por lo que pueden llegar a contener. ... En Peña Herbosa y alrededores, donde no hay hueco para nada que no sea un Moneo o un Museo de Prehistoria, han construido un bloque de viviendas que fagocita la atención de toda la calle, y eso que los bares habían hecho suya la visión con montajes peculiares de lo estético y el ocio. Entre la sede del Gobierno de Cantabria y el resto de fachadas antiguas que no sufrieron la piqueta del incendio de 1941, el edificio ha emergido como un hongo metálico. De hecho, antes incluso de elevarse, ya era noticia: su emplazamiento iba a tapar el mural que Boa Mistura pintó en Santander en 2013, dentro del festival Desvelarte.
El grupo de artistas callejeros, de fama internacional y que riega sus proyectos con fines solidarios y mensajes de un buenismo cómplice, desapareció paso a paso mientras los nuevos pisos imponían su pared a continuación de la pared que lo contenía. 'Piensa con el corazón', decía el mural. Pero el corazón dejó de latir, y ahora los que pasamos por Peña Herbosa tenemos que pensar en las cadenas de Sevilla; las rompemos, de hecho, de pensar tan fuerte en el pasado de Cantabria, en el significado de esa alegoría que aparece junto a la Torre del Oro en el escudo de la región.
Ese mural ocupa la nueva fachada ciega de la calle. En verdad, 408 metros cuadrados de alegoría histórica que te puede o no gustar, pero es parte del edificio cuyo propietario ha querido honrar; un constructor sevillano que además de levantar un inmueble que supera la volumetría del resto de edificios de la calle, licencia municipal mediante, ha levantado también una nueva narrativa visual para los santanderinos. Suya es la propiedad, pero el paisaje es de todos, y de los balcones enmarcados en madera y macetas, de pequeñas ventanas y estructuras lineales que se repiten como un mantra por el vial de Peña Herbosa, ahora aparece un ventanal, abombado como una boina, que tiñe la vista de cristal oscuro.
Muchas veces me pregunté si los responsables de Desvelarte traerían a Boa Mistura para intervenir en la nueva fachada; pensaba –o deseaba– una especie de carambola de lo efímero, sobre todo este año que el festival cumple diez años. Pero no ha habido jugada posible. El promotor del edificio eligió el mural. El diseño. Al creador que lo firma. Todo. Hasta el tamaño de la cara de San Emeterio y San Celedonio que ha plantificado en medio. Es su propiedad y su derecho. Sin embargo, ahora que nos tenemos que acostumbrar a ese nuevo paisaje, con galeón al viento incluido, no dejo de pensar que un suceso colectivo llamado festival ha llenado la ciudad de murales que nos pertenecen a todos. Esa es nuestra propiedad, la Historia que sucede mientras vivimos, aunque desaparezcan sus trazos bajo la lluvia, bajo la maleza, bajo la piqueta de algún promotor.
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