Nano Mons baja la persiana
Jubilación ·
El veterano comerciante cierra la tienda de alimentación que lleva su nombre y que fundó en 1986. Antes trabajó en la Lechería CentralSecciones
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Jubilación ·
El veterano comerciante cierra la tienda de alimentación que lleva su nombre y que fundó en 1986. Antes trabajó en la Lechería CentralEl pasado martes, Nano Mons respondió a las preguntas de este periódico en un banco que se encuentra frente a su negocio, una tienda de ultramarinos que lleva su nombre y que ocupa uno de los locales de la plaza de los antiguos comerciantes del ... Mercado del Este, en la Calle del Medio, 21. No habían pasado quince minutos de conversación y ya había saludado a ocho personas que pasaron por ahí. Sin exagerar. Y eso que muchos de ellos, en ese momento, aún no sabían que su negocio bajaba la persiana. Tras cincuenta años de servicio detrás de un mostrador, Nano dice adiós para siempre. Y lo hace con ganas: «Ya me toca descansar».
No es para menos. Su trayectoria laboral comenzó en la Lechería Central, el negocio que fundó su abuelo Roberto Mons en 1931. Un emblema del centro de Santander que suministraba leche a las principales cafeterías de la ciudad y por el que también pasó su padre, Felipe. Allí estuvo hasta 1986. Ese año cerraron el Mercado del Este y a todos los comerciantes que tenían un puesto les ofrecieron otro en el Mercado de México. Pero hubo quienes prefirieron quedarse por la zona y buscarse la vida. Para ello, les dieron «tres millones de pesetas». Así, el 2 de mayo, «día de la Independencia», se inauguró la plaza de los antiguos comerciantes del Mercado del Este. «Yo no estuve en el Mercado del Este, pero lo cuento porque así surgió Alimentación Nano Mons». El primer puesto a la derecha según entras a la galería que, en los últimos días, se ha ido desmantelando poco a poco. «Da pena verlo», comenta.
A Nano no le cuesta echar la vista atrás y recuerda con gran emoción a cada uno de los clientes a los que ha atendido detrás del mostrador. «He ido recibiendo gente nueva y también me ha tocado despedir a los mayores, que se han ido. En muchas ocasiones, han sido muertes penosas», recuerda. Aun así, estaba deseando que llegara el momento de descansar. Y lo tiene merecido.
En 2020, antes de la pandemia, comenzó a cobrar ya media pensión, y entonces recibió varias llamadas de personas interesadas en comprar su local. Pero, como muchas otras cosas, el covid se lo llevó todo por delante. Un año después comenzaron las obras en el edificio del antiguo Banesto, justo enfrente de su negocio. «No me quedó otra opción que seguir porque estábamos arrinconados», explica. Hace un mes, al poco de finalizar los trabajos y ya con la zona «limpia y colocada», uno de los interesados en comprar el local en 2020 le volvió a llamar. Nano no se lo pensó dos veces. «Han sido años muy duros, pero la dureza ya venía de tiempo atrás, por las circunstancias económicas y el aumento de los supermercados en la zona», explica. La gota que colmó el vaso fue el Lupa que abrieron en la calle Rualasal, cerca de allí. «Eso nos terminó de matar», expresa.
¿Y a partir de ahora? «Ahora ha llegado el momento de disfrutar de otras cosas, tener todo el tiempo del mundo para mí y aprovecharlo con toda la gente que me rodea». En especial, con su mujer, que se ha dejado la piel en criar a sus tres hijas mientras él trabajaba. Además, tiene ganas de coger la bicicleta siempre que le apetezca. «No te creas que me voy a dar la vuelta al mundo. Pero doy un paseo y disfruto junto a mis amigos, que ya están todos jubilados», relata Nano.
Con 68 años, y muchos trabajados a sus espaldas, ha llegado la hora de decir adiós. Al menos, detrás del mostrador. No sin antes agradecer a todos sus clientes, los que están y los que se fueron, «por su fidelidad».
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