
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El jaleo que hay estos días en la calle es distinto. La gente va y viene, pero no son las prisas de siempre. Quizá porque ... la Navidad siempre viene cargada de magia. Esa que incluso se huele en el ambiente en el que se entremezclan olores característicos de estas fechas como el de las castañas y los churros. Ocurre nada más entrar en la plaza Porticada, donde han instalado varios puestos en los que siempre hay cola, así que toca esperar el turno. Y mientras unos hacen un pequeño parón en el paseo para comer algo, otros tantos grupos disfrutan de la pista de patinaje colocada en este céntrico emplazamiento santanderino. Allí los más hábiles se deslizan por el hielo sin mucha dificultad. Pero no todos pueden presumir de la esa facilidad y más de uno busca el hombro de un amigo en el que poder apoyarse y evitar una caída. Las ganas de celebrar y de pasarlo bien en las fiestas después de dos años empañadas por el covid inundan el centro de la capital cántabra y se trasladan también a los alrededores, donde otros tantos grupos (sobre todo de jóvenes) observan, charlan y disfrutan del ambiente y de la buena temperatura. Por eso mismo las terrazas están llenas.
Esa es la otra imagen que puede verse en la plaza Pombo. Otro punto clave en un recorrido por la ciudad. Es el mercadillo navideño el que atrae a decenas de curiosos. «Jo, yo quiero ir a verlo», le decía este viernes una niña a su madre a la par que acompañaba el comentario con un pequeño tirón del brazo en un intento por arrastrarla hasta allí. Una parada casi obligatoria que muchos aprovecharon para comprar los últimos regalos.
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Estos días las actividades y los eventos dibujan una estampa completa que no deja lugar a dudas: la Navidad envuelve Santander y los más pequeños no quieren perderse ni un solo detalle. Por eso muchos esperaban pacientes en la plaza del Ayuntamiento, donde Papá Noel tenía previsto acercarse a saludar. Y a recoger peticiones. Eso mientras los jardines cercanos al Centro Botín se convertían en otra zona de celebración.
Así que a los pequeños no les queda más remedio que repartirse.Unos se decantaron por el tiovivo y otros por el tobogán gigante con flotadores. Y quienes no son tan aventureros, o prefirieron aprovechar para merendar, llenaron los puestos cercanos: palomitas, gofres, batidos... Comida para todos los gustos y estómagos. Y como son días de reencuentros, en ese paseo navideño es fácil toparse con personas arrastrando una maleta. Quizá acaban de llegar. O al revés, han recogido ya sus cosas para marcharse. Pero en ambos casos, la ilusión por reunirse con familiares y amigos se dibuja en sus caras.
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