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Hace 50 años, el primer paciente con insuficiencia renal se conectó a una máquina de diálisis en Cantabria. Aquello le salvó la vida. Fue el 30 de noviembre de 1971. Desde entonces, 2.500 personas han pasado por la unidad de diálisis del Hospital ... Valdecilla, ubicada en el edificio 2 de Noviembre, pero también en el servicio extra hospitalario ubicado en el Zoco de Santander. La unidad nació como un servicio capaz de salvar la vida a quienes tenían una enfermedad renal. «Hasta entonces, no había solución», dice el actual jefe de Nefrología, Juan Carlos Ruiz. Su origen está en la Residencia Cantabria, pero en 1976 se instaló en el hospital con doce puestos, los mismos que tiene hoy en día, 45 años después, aunque la demanda se haya multiplicado por diez.
Los doce puestos del 2 de Noviembre y los 36 de la extra hospitalaria (Dialsan) se destinan a asistir hoy en día a 273 pacientes (36 de ellos son de diálisis peritoneal, es decir, que el tratamiento lo hacen en casa). Los pacientes se tumban durante cuatro horas, tres días a la semana, para hacer diálisis, un proceso que consiste en limpiar la sangre con una máquina que hace la función que deberían de hacer los riñones, ya sean pacientes mayores (el 20% tiene más de 80 años), o jóvenes que son susceptibles de recibir un trasplante mientras esperan un órgano compatible. «Tras el derrumbe del hospital en 1999, la unidad se volvió a ubicar aquí tras la reconstrucción», explica Ruiz, y señala los metros cuadrados donde las camas se alinean paralelas, salvo una. «Está en oblicuo para poder pasar, porque no entra», explica Ruiz. Y no es lo único que salta al ojo. Entre cables para la necesaria toma de agua que requieren las máquinas, del techo cuelga una docena de televisores que no funcionan «porque son demasiado antiguos para el sistema de pago audiovisual del hospital», dice la enfermera supervisora.
Es mediodía, es martes; una decena de profesionales trabaja esquivando carros y bolsas, y siete pacientes miran el techo o dormitan, mientras limpian su sangre conectados a una máquina para seguir viviendo. «Así como el trasplante renal está siempre saliendo en los medios, la diálisis es la gran olvidada», admite Ruiz, a pesar de que la finalidad del tratamiento sea tan contundente. Ahora, el riesgo al que se enfrenta es otro: «El servicio ha crecido mucho en el centro extra hospitalario, pero en la unidad del hospital no se ha hecho ninguna inversión en 46 años», por eso, dice Ruiz, con motivo del 50 aniversario del primer paciente dializado en Cantabria, pide adecuarlo a las necesidades, con una «reorganización del servicio que garantice la atención». Si el primer paciente se dializó en 1971, en 1976 se creó la primera unidad de diálisis con capacidad para 48 pacientes (entonces solo había 25), «45 años después la unidad sigue igual, o peor, a pesar de que se ha multiplicado por diez la demanda». Precisamente para hacer frente a esa demanda se creó la unidad extra hospitalaria, «algo perfectamente lícito y que se hace en la mayoría de las regiones», pero que ha dado lugar a «una situación anómala, porque ha crecido de forma desmesurada mientras la sala del hospital sigue igual, esto hace que estemos en una situación comprometida».
SITUACIÓN «ANÓMALA»
273 PACIENTES ACTUALMENTE
El riesgo lo explica el refrán popular de poner todos los huevos en la misma cesta: «En 1999 tuvimos que reubicar a 48 pacientes cuando se cayó el edificio, imagínate que ocurriera algo en el centro extra hospitalario que tiene 180 pacientes», dice. Y cita otro riesgo reciente: la pandemia. «¿Qué habría pasado si hubiera habido un brote en esa sala, cómo habríamos realojado a 180 pacientes que necesitan dializarse tres veces a la semana», añade Ruiz. Por fortuna, las medidas anticovid funcionaron, pero el valor de la unidad de diálisis, que puso en pie el doctor Llamazares con la enfermera Rosa Alonso, reclama una revisión 50 años después de su puesta en marcha: «No solo es comprometido tener una unidad de este tamaño, sino que a los pacientes mayores y con patología asociadas les tenemos que mandar allí, cuando deberían estar aquí, en el hospital, pero no hay sitio».
¿Qué soluciones habría? «Lo que necesitamos es una unidad más grande, pero donde estamos no hay espacio para crecer», por eso, desde que asumió la jefatura hace casi cuatro años, su intención ha sido «promover una unidad nueva, al menos el doble de grande, porque creemos que es muy necesario para el servicio que presta el hospital», argumenta Ruiz sobre una propuesta que ya ha trasladado a sus superiores, y que ha sido bien recibida, aunque aún no se ha concretado en ningún proyecto: «Este aniversario es un buen momento para crear conciencia crítica en la sociedad y que sepan el valor de esta unidad, que lleva medio siglo en funcionamiento y ayudando a salvar vidas».
El origen
Todo empezó cuando en 1969 se puso en pie la Residencia Cantabria y se dotó de máquinas, con la tecnología de entonces. «Alguien pensó que sería buena idea comprar una máquina de diálisis, en Madrid y Barcelona empezaban», recuerda Juan Carlos Ruiz. La máquina se quedó «embalada y sin usar». Ese mismo año se incorporó el doctor Llamazares. «Era un internista con formación en nefrología». El verano de 1971 ingresó una paciente de unos 24 años que, tras dar a luz, hizo fallo renal, lo que entonces se traducía en apenas unos días de vida. El doctor Llamazares decidió usar la máquina, y a las dos semanas, la mujer recuperó la función renal: «Hoy en día es paciente nuestra», dice Ruiz. Después de ese caso, se dieron los primeros pasos y el 30 de noviembre de 1971 entró el primer paciente en diálisis crónica. A partir de ahí, se creó la unidad, y entre el doctor Llamazares y la enfermera Rosa Alonso, la que fuera supervisora de Nefrología, «iniciaron la diálisis en Santander».
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