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Deseo que mi Diócesis sienta la vida de la Iglesia en Santander como una gran familia en la que nadie se sienta excluido jamás. Las puertas no pueden estar cerradas nunca, ni las de la vida de la Iglesia en general ni las del corazón ... del hombre». Son palabras de Arturo Ros, en su primer mensaje navideño como obispo de Santander. El prelado valenciano explicó que desde los inicios de su vida sacerdotal hay algo «en lo que creo firmemente», y es que «quiero que la gente sea feliz». En este sentido, recordó que «la felicidad no está exenta de dificultades, pero es el proyecto de la vida pastoral y la esencia del Evangelio». Por eso, añadió que «es muy importante que sonriamos más, ya que hace más fáciles las cosas y elimina barreras y nos hace más cercanos». Ros garantizó que «si todos hiciéramos un poquito por hacer más felices al de al lado, Cantabria cambiaría en 24 horas».
El obispo manifestó su deseo de que la sociedad disfrute las fiestas, las celebraciones, coma turrón y viva las fiestas con alegría, pero sin olvidarnos del significado de las fechas: «Que se note que estamos en Navidad y la gente tenga un gesto para hacer verdad esa pobreza del portal de Belén con un gesto de cercanía, amabilidad, con tiempo invertido en las personas que están más solas, enfermas, en el hospital, cárcel o residencias...».
Por otro lado, el obispo se refirió a cómo ha sido su llegada a la nueva Diócesis y su planes: «La prioridad absoluta son las personas. Mi deseo inmediato es conocer a la comunidad, a los curas, a la gente, compartir tiempo, coger confianza» y, al mismo tiempo, «que no coarten mi libertad para caminar haciendo el bien».
El obispo –preguntado por los medios de comunicación acerca de la bendición de parejas homosexuales–, aseguró que «la bendición es un regalo de Dios siempre, los sacerdotes son mediadores, y todo lo que venga de Dios siempre es bueno».
Respecto a la decisión del Vaticano de permitir la bendición de parejas del mismo sexo y otras «irregulares» siempre que no imite el rito del matrimonio, Ros indicó que no ha leído aún el documento doctrinal aprobado por el Papa Francisco y remitido hace un par de días. «Igual es un pecado, lo siento», se disculpó.
El obispo aseguró que «la Iglesia tiene sus puertas abiertas a todos y entra quien quiere. No pedimos DNI a la entrada ni credenciales, sino que acoge a todos, sin juzgar. De lo contrario, nos quedaríamos solos» y añadió que él no hace «distinción de ningún tipo para dar la bendición. No podemos condicionar la presencia de Dios en las personas». En este sentido, opinó que estas «circunstancias de reflexión y de mirar al futuro siempre hay que valorarlo positivamente. Yo estoy muy tranquilo, no me altera esto». El obispo hizo estas declaraciones en la primera rueda de prensa desde que el pasado sábado tomó posesión del cargo al frente de la Diócesis de la capital cántabra.
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