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Si hay un tipo de negocio que abunda en torno a Cañadío -Peña Herbosa, Daoiz y Velarde, Hernán Cortés...- y Río de la Pila son los establecimientos hosteleros, sobre todo los bares. En estas calles es mucho más común toparse con un local de este ... tipo que con uno dedicado a cualquier otro sector y, como demuestran las cifras, es un negocio que vuelve a estar en expansión tras la crisis de la pandemia del covid. En Santander había, al cierre de 2024, 1.026 bares, la mayoría concentrados en el centro. El umbral de los mil se superó en 2023, ya que en mayo de ese año había 1.002. Así, actualmente hay 63 bares más que en abril de 2021. Los datos, en función de a quién se pregunte, son valorados de una forma u otra.
Para el presidente de la asociación de Hostelería, Eduardo Lamadrid, este «fenómeno refleja un interés renovado por la hostelería», aunque apunta que no es oro todo lo que reluce: «Es importante matizar que muchos establecimientos han cerrado o han cambiado de manos, lo que nos indica que la competencia es cada vez mayor». Para la asociación de vecinos Pombo-Cañadío-Ensanche, la apertura de cada vez más bares es sinónimo de «ruido, botellón y suciedad». «Pedimos una ordenanza que limite el número de establecimientos hosteleros que se pueden abrir en zonas que ya están saturadas», explica su portavoz, Ana Gómez, quien recuerda que ya existió una norma así en Santander, que impedía que abriera un bar a menos de 25 metros de otro, y que anuló en 2009 el entonces alcalde, Íñigo de la Serna, para fomentar la apertura de negocios ante el aumento de locales vacíos, fruto de la crisis económica.
3.898 bares
bares había al cierre de 2024 en Cantabria, y un 26,3% de ellos está en Santander.
Además de bares, en Santander también hay ahora más restaurantes. Si en abril de 2021 había 289, al cierre de 2024 había 302. Lo que va a menos son las cafeterías, aunque la pérdida no es drástica: hay una menos que hace cuatro años (de 128 a 127). En comparación con el resto de la comunidad autónoma, la capital cántabra es la que acumula más establecimientos hosteleros. De hecho, el 26,3% de los bares que hay en Cantabria (3.898) está en Santander. Los siguientes municipios con más bares son Torrelavega (428), Castro Urdiales (267), Camargo (136) y Piélagos (86). En proporción, la capital del Besaya tiene más que Santander: tiene 120 habitantes por bar frente a los 170 habitantes por bar de la capital cántabra.
Como sucede en casi todas las ciudades, la mayor concentración de establecimientos hosteleros está en el centro. Y en Santander hay puntos donde este tipo de negocios roza el 100% de la oferta. Es el caso de Cañadío: 12 de 13 locales son bares o restaurantes y el que resta es una iglesia evangélica. Peña Herbosa es una de las primeras calles que se viene a la mente cuando se trata de ir a tomar un vino o una caña, y eso se refleja en sus locales. En los poco más de 200 metros que tiene de largo, hay 22 establecimientos hosteleros y siete de otro tipo, como tiendas, clínicas o academias. Las calles cercanas también se 'contagian' de este aumento de bares y en Daoiz y Velarde -desde la altura de Cañadío en adelante- hay casi un 50/50 entre hostelería y otros negocios: 14 bares y 12 locales de otro tipo. Río de la Pila es otro clásico en lo que respecta a alternar. En este caso, con locales más enfocados a salir de noche y de madrugada. Hay 21 bares y 15 locales de otro tipo, aunque la mayoría de los que no son de hostelería son bajos cerrados sin actividad. De los 15, solo dos están en la 'parte alta' de la calle, del cruce con Los Aguayos hacia arriba, que es donde se concentra la mayor parte de los bares y pubs.
Para Lamadrid, la apertura de nuevos locales «es una señal positiva, pero también implica un mayor esfuerzo por parte de los empresarios para adaptarse a las nuevas demandas y tendencias del consumidor, así como para garantizar la sostenibilidad de sus negocios». Esto último, por esa frecuencia a la que hace referencia con la que cierra un negocio y, al poco tiempo, abre otro en el mismo local. «El crecimiento en la oferta es una oportunidad, pero también nos obliga a seguir trabajando para que la calidad y la innovación sigan siendo el eje central de nuestra hostelería. No se trata solo de abrir más bares y restaurantes, sino de asegurarnos de que nuestros establecimientos sigan siendo referentes en términos de servicio, gastronomía y experiencia para los clientes», continúa el presidente de los hosteleros. Por eso, añade, la hostelería en Santander «sigue en expansión, pero debemos seguir apostando por la profesionalización, la formación continua y la innovación».
Eduardo Lamadrid
Presidente de Hostelería
Afirma que crece la tendencia de traspasar bares en lugar de abrir otros y Lamadrid lo considera «una muestra de que hay un interés en revitalizar y modernizar los negocios ya existentes, lo cual puede ser positivo tanto para la oferta gastronómica como para la competitividad». Aunque también destaca la parte menos amable de este traspaso de negocios: «Estos cambios de manos pueden representar un desafío para algunos negocios tradicionales. Si bien los traspasos pueden inyectar nueva energía al sector, también es crucial que los nuevos propietarios cuenten con una visión clara para garantizar la sostenibilidad y la calidad del servicio a largo plazo».
Ana Gómez
Asoc. de Vecinos de Pombo-Cañadío-Ensanche
Esta visión optimista tiene la otra cara de la moneda en la perspectiva de los vecinos, representados por Gómez en la asociación de vecinos que engloba Pombo, Cañadío y Ensanche. Llevan la cuenta en un documento de Excel de los establecimientos hosteleros que abren en su zona y estiman que en 2024 había 326, que son 50 más que en 2018. «Aquí se concentra mucho. Cada vez que un comercio cierra, temblamos porque la mayoría acaba convirtiéndose en bar», lamenta. «Además vienen con terraza, que no deja espacio para los peatones en las aceras y tenemos que ir por la calzada».
La concentración de este tipo de locales en la misma zona es lo que más critica esta vecina, porque trae consigo «botellón, suciedad y ruidos a altas horas de la noche». «Podían promoverlo en otros barrios de Santander, organizar actividades en otras zonas para repartirlo». Por eso piden que vuelva la ordenanza que limitaba a 25 metros la distancia mínima entre locales de hostelería. «Impediríamos la gentrificación y podríamos tener otro tipo de negocios debajo de casa, no solo bares. Carnicerías, tiendas de ropa... Más variedad».
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