La obra en Las Clarisas afronta una fase «crucial» con la sustitución de la cubierta

Ha pasado casi un año desde que la consejera de Presidencia, Isabel Urrutia, anunció los plazos del proyecto de rehabilitación de este espacio y también los detalles de las obras. Fue una noticia importante, teniendo en cuenta que este plan salió a concurso por primera vez en 2020. De hecho, no fue hasta la tercera licitación cuando los trabajos por fin se adjudicaron a la empresa Rotedama ya que las dos primeras quedaron desiertas. Según comentó la consejera, la reforma consta de tres fases, pero solapadas entre sí. La primera de ellas consiste en reparar, estabilizar, reforzar y consolidar los muros y la cubierta de la iglesia, que es la zona más cercana a la carretera. Luego el proyecto se centra en derribar nueve de los once edificios anejos al convento, además de retirar los tejados de amianto para evitar que el escombro considerado sano se mezcle con la uralita. La última fase consiste en actuar en los tejados del convento y del claustro, reforzar y reparar las cubiertas y acondicionar la parcela.

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Desde Presidencia detallan que lo primero que se hizo antes de empezar a meter maquinaria fue obtener la aprobación de un plan que tenía que presentar la adjudicataria para la retirada del amianto, que supone un «proceso complejo de desmontaje». Una vez realizada esta actuación, se iniciaron las tres fases que tiene el contrato. A día de hoy ya se ha cimentado y asegurado la estructura. También se han derribado los edificios anejos vinculados al desarrollo de la actividad de la fábrica de tabaco, que operó allí durante casi dos siglos tras la marcha de las monjas clarisas. En 2002 se trasladó la fábrica de tabaco y desde entonces el edificio está clausurado.

Precisamente el derrumbe de estos edificios «ha permitido que se vea ya la fachada de la estructura del convento», comenta Juan Ignacio Sáez Bereciartu, director general de Justicia y Víctimas del Terrorismo. «Se ha despejado todo el terreno y ahora la obra ha entrado en una fase muy importante, ya que implica la sustitución de la cubierta, puesto que la anterior estaba muy deteriorada». Esto permitirá, según explica, que toda la estructura del edificio se mantenga -una vez consolidados los cimientos- y que lo haga sin «ninguna incidencia ni perturbación».

No ha sido una tarea fácil que este proyecto salga adelante. Y es que las dos primeras licitaciones quedaron desiertas. El Gobierno no adjudicó los trabajos hasta la tercera, que contó con un presupuesto un 170% más alto que el anterior. Finalmente el plan fue adjudicado por un montante de 1,7 millones de euros durante la pasada legislatura. Cabe recordar que antes de sacar el proyecto a concurso por última vez, el bipartito (PRC-PSOE) realizó unas obras de emergencia porque la degradación del espacio llevó al límite al torreón, que tuvo que ser reforzado por el peligro de que cayesen cascotes sobre la acera.

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