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Las altas y atípicas temperaturas en Cantabria empujan a las calles de Santander a pequeños y mayores que «quieren disfrutar al aire libre» de actividades en familia en estas Navidades marcadas de nuevo por el covid. Eso sí, de hacer cola no se ... libran: para patinar en la pista de hielo o para comprar un dulce en la caseta de la Plaza Porticada. «Hemos notado un subidón de gente desde las vacaciones del colegio», explica Daniel Santiañez, uno de los trabajadores de la pista de hielo. A eso hay que sumarle «las ganas que había de volver a patinar porque el año pasado no hubo». De hecho, el nivel de afluencia de gente «se equipara al de antes de la pandemia».
Hay quienes prefieren ir por la mañana, como Sole Álvarez y sus hijas, «porque hay menos gente que por las tardes». Aunque, realmente, al realizarse «en exteriores y en un espacio tan grande», no tienen un límite concreto de aforo «porque no se incumplen nunca las medidas».
Lo mismo ocurre en los talleres de la Plaza de Pombo que, a partir del mediodía, «se llenan hasta la bandera», cuenta María Victoria Calzado, una de las organizadoras de este montaje de ocio familiar. Reconoce que no puede compararlo con la situación previa al covid porque es el primer año que se celebra, pero «veo familias que vuelven casi todos los días». Como Sara Gandarillas y sus hijos, que este jueves era el tercer día consecutivo que se acercaban a «hacer coronas, bailar y cantar villancicos». «Cumpliendo con las medidas, ¿por qué no salir a la calle?», se pregunta Miguel González, padre de dos niñas. Y es que son fechas en las que los mayores también «tenemos ganas de disfrutar con los hijos». Por ejemplo, en los toboganes de la Plaza de las Farolas, en los que es muy habitual «ver a padres y niños tirarse», asegura Israel Bello, uno de los encargados de la atracción. «Ahora hace bueno y favorece, pero también vienen cuando llueve porque hay ganas de pasarlo bien».
Daniel Santiañez | Pista de hielo
A un paso de los toboganes, el tradicional mercadillo navideño que, después de un año «difícil», recupera «poco a poco» su esencia. Curiosos que van a echar un vistazo, clientes fieles que van casi todos los días o visitantes. Todos ellos, «animados por el buen tiempo», explica María Isabel Pérez, dueña de uno de los puestos.
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