Pan para hoy

Coincide que Cantabria quiere celebrar una cumbre sobre cambio climático, aunque aquí las reivindicaciones no suelen profesar el quijotesco altruismo de la estudiante sueca. Es complicado cuando la utilidad triunfa como principio moral. El pragmatismo ha justificado, incluso, utilizar la economía contra las personas para derrotar la crisis de algunos a costa de dilatar la de otros, menos influyentes. Pese a la efusiva complacencia con el presunto crecimiento económico, en Cantabria hay más pobres. El 48% los contratos laborales no duran más de un mes. La mitad de los hogares llegan a día 30 en números rojos. Plantar marihuana renta más que un patatal en Valderredible; no se extrañen si cualquier día legalizan su cultivo –y hasta el de hijos en vientre ajeno– ahora que ya hemos sindicado, al parecer por error, la prostitución.

Los escrúpulos éticos impiden el progreso, predican algunos. Eligen más playa y más negocio turístico, antes que preservar el ecosistema de la bahía. Prefieren cerrar los ojos antes que cerrar las fábricas de armas que nutren la guerra en Yemen, desobedeciendo a la ONU y a la ética más elemental, porque es un negocio lucrativo. Protestan los mariscadores porque, tras dos años en barbecho, solo podrán pescar tres mil kilos de almeja. «Ridículo e irrisorio», braman los encendidos defensores del pan para hoy. Se subasta el voto de los tránsfugas para aprobar presupuestos. Fuera remilgos. Todo vale si es rentable. Ya nos anuncian que el archivo Lafuente tendrá bar y plataforma de selfis en la terraza, por si la desnuda propuesta cultural no abre mucho apetito turístico. Sacar provecho. Motor y destino de toda iniciativa.