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La de ayer fue una cita especial para Silvia Gómez Ríos. No solo porque conmemoró la figura de sus padres, Eutimio y Julia, asesinados hace 32 años -el 19 de febrero de 1992- por la banda terrorista ETA cuando hizo explotar un coche bomba ... al paso de un furgón de la Policía Nacional en la rotonda de La Albericia, en Santander. Fue especial porque, por primera vez, explicó su testimonio, el de una víctima del terrorismo, en un acto público. «En mi caso el tiempo no ha sido un aliado. Cuesta creer que 32 años después cada vez duela más recordarles», comentó al inicio de su intervención con motivo de la charla-coloquio que se celebró en el centro cívico de Tabacalera por la efeméride de un ataque en el que también falleció Antonio Ricondo, que pasaba por allí con su coche, y que también dejó una veintena de heridos.
¿El motivo del silencio de Silvia? Protegerse. A ella, que tenía 18 años cuando ocurrió el golpe, y a su hermano pequeño, de tan solo 16, que se convirtió en la razón por la que siguió adelante. «Hablar de ello continuamente no me parecía la forma adecuada de avanzar. Me dolía mucho más. Preferí vivirlo en la intimidad», añadió. Junto a Silvia se encontraban Francisco Vega Cumplido, Paco, policía nacional retirado que sobrevivió al ataque; Víctor González Huergo, representante de la Asociación de Víctimas del Terrorismo; Germán de la Riva, autor del libro '12 píldoras de psicología', y la alcaldesa de Santander, Gema Igual, que participaron en un acto de «conmemoración, dignidad y homenaje», apuntó el periodista Jesús Mazón, encargado de conducir la charla.
«Me privaron para siempre de abrazar a mis padres y a mis hijos de tener abuelos»
«Que otras personas fallecieran fue lo que más me dolió al despertar. Más que las heridas»
«Olvidar es parte de la memoria. Sin embargo, el perdón es un sentimiento que nace de una emoción»
Han pasado 32 años. Pero Silvia recuerda aquella tarde como si fuera ayer. «Pasé por Valdecilla y vi mucho revuelo. Al llegar a mi casa vi que la luz no estaba encendida y sentí algo. Esa luz tenía que estar encendida». Lo que vino después, «se lo imaginan». «Sentí un shock tremendo. No me salían las palabras», recuerda ella, bajo la atenta mirada de Paco, otra de las víctimas, que asentía con la cabeza. «El destino era nuestro coche de la Policía Nacional. Pero lo mío es muy distinto a lo de Silvia. Yo cada 19 de febrero cumplo años. Sin embargo ella cumple un año más de la muerte de sus padres», explica el superviviente del ataque terrorista. «Que otras personas fallecieran fue lo que más me dolió al despertar. Mucho más que las heridas». En el caso de Paco los recuerdos son algo más difusos. «Recuerdo que iba en el furgón y no sabía qué había pasado. Creí que nos habíamos chocado contra algún camión». La siguiente imagen que tiene es ya «operado» en el Hospital Valdecilla.
Ambas víctimas tienen claro que un suceso como el que les tocó vivir es «muy difícil» de olvidar. Y tampoco se les pasa por la cabeza «perdonar». «Lo que ocurrió es algo muy serio. Me privaron para siempre de abrazar a mis padres y a mis hijos de tener abuelos», comenta Silvia, que en 2015 tuvo que ver por televisión en una entrevista al asesino de sus padres, Iñaki Rekarte, reconocer que no sabía quiénes eran las víctimas del atentado. «No puedo perdonarlo y no me considero una mala persona por ello». Una postura similar a la de Paco, que «ni olvido ni perdono».
Precisamente la postura que adoptaron ambos tras lo ocurrido fue la que analizó Germán de la Riva, autor del libro '12 píldoras de psicología'. «Admiro a Silvia porque cogió el camino de la oportunidad, de la salvación». Y añadió: «Olvidar es parte de la memoria. Sin embargo, el perdón es un sentimiento que nace de una emoción, nace del amor».
El que también empatiza con esos sentimientos, porque los ha vivido en primera persona, es Víctor González Huergo, representante de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que perdió a su hermano hace 43 años, cuando ETA lo asesinó en Marquina (Vizcaya), «por ser guardia civil». Junto al resto de participantes de la charla, especialmente con Silvia y Paco, debatió sobre «la presencia de personas en listas electorales condenadas por terrorismo». «Es una vergüenza lo que se permite en este país. ¿Cómo hemos llegado a este punto?», cuestionó. Gema Igual defendió por su parte la «necesidad» de recordar a las víctimas. «Quiero apoyarles y no comulgar con las ruedas de molino que nos intentan hacer creer», apuntó la alcaldesa.
El Gobierno de Cantabria ultima la orden para dar ayudas por primera vez a las víctimas cántabras del terrorismo. Así, lo que persigue el Ejecutivo es que las víctimas y sus familias «se sientan protegidas por la Administración tanto a nivel económico como asistencial», además de «reconocer públicamente» la labor de asociaciones que representan y defienden los intereses de esas víctimas.
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