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Junto al puesto de helados, frente al paso de cebra, el piso recuerda a las fotos de la tierra sedienta por la sequía. Esas imágenes de suelo cuarteado. Son grietas y están por todas partes. Lo que en su día fue azul intenso, ahora es ... clarito, grisáceo o no es, porque no queda pintura o porque el desgaste fue más allá y dejó un desconchón. El pavimento, en general, está ajado y lleno de desnivales. Abombado. Es el principal problema, pero no el único. A su reparación se dedicará una parte del millón de euros que aparece en los presupuestos municipales destinado a reparar Piquío. El Ayuntamiento tiene previsto presentar el proyecto a los directores de los hoteles que hay en la zona el próximo 25 de febrero. A falta de los detalles, lo que sí aclara el Consistorio es que servirá para «reparar el pavimento y demás desperfectos», pero que «se va a respetar y conservar estrictamente la tipología y fisonomía de los jardines».
Cualquiera que se de una vuelta por aquí se da cuenta de la necesidad de un lavado de cara. Se nota que a veces pintan los bancos, que se cuida la parte de las flores... Pero se queda corto para combatir el paso de los años y la cercanía del Cantábrico y su salitre. Lo del suelo es lo más evidente. Justo al lado de esa parte que hay pegada al puesto de helado hay un 'parche' de cemento gris, un pegote. Los desniveles y las grietas -en algunas ya aparece el verdín o pequeñas formaciones vegetales- hacen que, al llover, se formen charcos (ayer los había).
Pero no es sólo eso. Un par de zonas de jardín muestran estos días de invierno un aspecto pobre. Llama la atención, por ejemplo, el hueco vacío en mitad del césped en el que antes debió haber un foco -de los que iluminan desde abajo, que están metidos en una especie de cubo de plástico-. O las tapas oxidadas y desgastadas de las alcantarillas. Prácticamente todas presentan mal aspecto. También le hace falta una buena mano de pintura del blanco que caracteriza esta zona de la ciudad a las barandillas, en las que asoma por las esquinas y las juntas el marrón roñoso. Y puestos, otra pasada de blanco a las vigas de la parte superior de la pérgola (que es, con todo, la parte que mejor está de los jardines). Al suelo hay que sumar también los escalones de distintas áreas. Con desniveles, como desvencijados.
A falta de saber si se incluyen en los planes municipales de reparación, el otro deterioro más evidente está en los dos monumentos incluidos en el entorno. En la bola del mundo -en realidad un curioso reloj solar- los continentes lucían en color dorado. América y Asia mantienen el tipo, pero África brilla sólo a medias y Europa ya perdió cualquier atisbo de resplandor. Y en el mosaico que hay en la base, de estructura circular, los tonos también han perdido mucha fuerza.
Mucho más llamativo es el deterioro en la Mesa zodiacal, conocida como Rosa de los vientos. La placa de piedra con la información del monumento ya no informa de nada. Su contenido está directamente borrado, igual que buena parte de los elementos en relieve de las distintas partes. Se distingue el Big Ben, La Cibeles o la Torre Eiffel, pero para saber cuáles son otros elementos hay que echarle imaginación y, en otros casos, ya es directamente imposible (además de que proliferan los hongos). A eso hay que sumar la 'moda' -posiblemente ya pasada- de los candados, que obligan a actuar en otros puntos de la ciudad. En las barandillas que rodean la pieza han colocado unos cuantos y muchos están oxidados. Porque por el amor -ayer se celebraba San valentín- a veces también entra la roña.
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