![Vecinos recorren la Cuesta del Hospital, en el Cabildo, donde se produjo el derrumbe de un edificio hace 15 años.](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202210/22/media/cortadas/cabildo-cuesta-hospital-RcRBhG3rAQFrOmSFNqX5VVK-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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Habla de «tristeza». De un estado de desazón con el que ha aprendido a compartir su día a día por obligación. Y lo dice sincera, sin que le tiemble la voz al reconocerlo. Solo le delata el tono. «Aprendes a vivir con ciertas cosas porque ... no te queda más remedio, pero otras cuesta masticarlas», cuenta Lucía Gómez, vecina del Cabildo, en Santander. Ella perdió a su madre y a su hermano en el derrumbe del edificio del número 14 de la Cuesta del Hospital que se llevó por delante a una tercera víctima hace ya 15 años. «Son vidas que no han servido para absolutamente nada», añade con resignación. Ya ni el enfado sirve de consuelo. Han sido lustros de proyectos que anunciaban cambios, de promesas de renovación que se han quedado en papel mojado. En el barrio ubicado en el centro de la capital parece no haber surtido efecto el paso de los años que marca el calendario. Como si allí el tiempo no tuviera el mismo impacto que en el resto de zonas. Se respira esa sensación de que, efectivamente, nada ha cambiado. Cuando el inmueble se vino abajo se creó la Comisión Mixta con el objetivo de planificar la rehabilitación de una zona que languidecía. Y el grupo echó a andar. Pero los planes que se pusieron en marcha se quedaron por el camino y ninguno prosperó.
«Los vecinos se terminaron decepcionando muchísimo por todas las promesas que nos hicieron», narra Lucía. «Todo» lo que parecía y pensaban que se llevaría a cabo terminó quedándose en nada. Se esfumó, se perdió. La burocracia y las gestiones administrativas frenaron la rehabilitación de un barrio que urgía ayuda. «Era un tema de papeles, de organización y las instituciones pudieron hacerlo», añade la vecina. Ahora, siete años después de la última cita, y a apenas siete meses antes de las elecciones, la comisión se ha retomado en un nuevo intento de recuperar un barrio en el que cada vez quedan menos vecinos.
lucía gómez
Vecina
Con este último paso, el Ayuntamiento de Santander, el Gobierno de Cantabria y el Ejecutivo central han quedado en elaborar durante los próximos dos meses un Plan Director que incluya las directrices para actuar en el barrio. La intención es ser «ágiles» y aprovechar la última iniciativa que redactaron, el Plan Especial de Protección y Reforma Integral (Pepri) del Cabildo de Arriba, que se vio arrastrado en 2017 por la anulación del PGOU aprobado en 2012. Retomar el camino son buenas noticias para el barrio, pero solo si esa decisión se traduce en la ejecución de un plan que «si los organismos lo hubiesen llevado a cabo en su momento, hubiésemos tenido otros resultados». Porque en estos años muchos vecinos han fallecido y otros tantos han cambiado de ubicación. Y se han despedido sin haber sido testigos de su rehabilitación.
«Quien vendió el piso a mi hija le dijo que le daba mucha pena marcharse sin que se hubiera iniciado la obra. Sentía mucho irse así», comentaba Pilar, una vecina de Santander que recorre todos los días las calles del barrio mientras pasea al perro de su hija. En ese trayecto que hace cada mañana siempre se pregunta: «¿Cómo pueden dejar la zona así y estar tan penosa?», añadía durante uno de esos paseos.
«Me parece muy positivo que se convoque a los vecinos y que entre el Ayuntamiento y las personas implicadas coordinemos la mejora de estos barrios», coincide Juan Carlos Fernández, párroco de la Iglesia Consolación, en la calle Alta. Esa es la fórmula para ayudar tanto a quienes viven ya allí como a quienes «queremos que vengan», añade. Alrededor del centro religioso hay varios solares vacíos que pueden ser un buen espacio «para construir», valora. O, al menos, para plantear alguna actuación que atraiga población.
Juan carlos fernández
Párroco
gisela tobarga
Comerciante
La sensación de abandono también la recoge de las conversaciones que se cuelan entre una misa y otra. Los vecinos del barrio han repetido que «ha bajado mucho la gente que vive aquí». Un problema al que se junta que la población joven «no puede adquirir» viviendas y optan por trasladarse a otros barrios de la ciudad. «No hay niños», exclama el párroco, y eso hace que al Cabildo «le falte vida». Es más, si no estuviera el juzgado justo allí, el ambiente del barrio sería todavía menor, reflexiona. Al menos las visitas obligan a vecinos a dejarse caer por unas calles donde abundan los locales vacíos y la presencia de comercios brilla por su ausencia. «Hay gente valiente como ese supermercado de barrio», destaca.
A unos metros de la parroquia hay una tienda de alimentación que es uno de los pocos o quizá el único establecimiento aún abierto. El supermercado Udaco lo regenta Gisela Tobarga desde hace cinco años y reconoce que cada vez se le hace más cuesta arriba mantenerse abierta: «Sobrevivo gracias a la poca vivienda y a los juzgados», pero no es suficiente. Las cuentas ya no dan y la encargada se plantea bajar la persiana porque «vendo muy poco», continúa. En este lustro ha visto cómo ha ido bajando el número de clientes que se acercan a comprar. No obstante, a pesar de las dificultades que atraviesa su negocio, Gisela ha decidido esperar unos meses tras el anuncio del Ayuntamiento de elaborar el Plan Director en dos meses. «Esperaré a ver qué pasa» porque tampoco le convencen demasiado las intenciones del Consistorio. Se pregunta: «¿Qué van a hacer ahora? ¿Volver a debatir?».
Ella también ha sido testigo de los planes que se han quedado por el camino y de la decadencia del barrio así que recibe el avance con más recelo que ilusión. «Es algo que se ha dicho ya muchas veces, pero luego se queda en nada. Aquí seguimos esperando», insiste. Esperando la renovación de los solares abandonados como si el tiempo se hubiera detenido en 2007 cuando se derrumbó el edificio. Además del abandono, un mural se encarga de recordar a las tres personas que perdieron la vida entonces: Raúl, ‘Sindi’ y ‘Chuchi’.
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Ana del Castillo
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