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Irene Villa (Madrid, 1978) lleva en Santander desde el pasado viernes. Su disculpa para disfrutar de Cantabria («donde me siento como en mi casa», confiesa) fue la charla que dio ayer, junto a su madre, María Jesús González, en la inauguración de la Semana de ... la Felicidad, organizada por el Ayuntamiento y la ONG Mundo Sostenible y que se extenderá hasta el próximo domingo en el Paraninfo de La Magdalena.
-Felicidad, vida, perdón y resiliencia. Estos son algunos de los temas que trató en su intervención. ¿Cuál le parece más difícil de alcanzar?
-Uff. La felicidad, para mi, es una decisión. Yo veo la vida como una mezcla de amor y dolor, y ser feliz es alcanzable. Para conseguirlo, solo tienes que decidir dónde quieres poner tu atención, bien en el problema o en la solución. Lo malo es cuando el problema no es algo que depende de ti, como puede ser la salud. En mi caso, si miro hacia atrás, creo que he conseguido esa felicidad porque así lo he querido yo, incluso en los momentos difíciles de hospital. En la vida hay que mover ficha para ser feliz. Como digo en mi último libro, 'Los ochomiles de la vida', el brillo en los ojos es lo único vital. Si no tienes motivación, ese brillo, es muy difícil. Yo revertí la situación, por ejemplo, con mi separación o en mi cuarto embarazo ectópico. Si quería ser feliz, tenía que dar la vuelta a esas situaciones. Pero muchas veces, no llegamos a ello porque tenemos miedo. Y ahí es donde entra en juego la autoestima. Esta es la clave de la felicidad, el quererte a ti mismo.
-Todo ello puede definir los objetivos a seguir por los refugiados ucranianos. ¿Cómo podemos ayudarles emocionalmente?
-Pienso que no hay que incidir tanto en lo que han pasado. Hacia atrás, ni para coger impulso. Eso fue lo que me dijo a mí mi madre en su momento. Ellos pueden elegir entre maldecir a Putin o decidir que su vida empieza hoy y pensar en la suerte de tener una segunda oportunidad en Santander o dónde sea. Lo cierto es que viendo a esos niños, me sorprende la resiliencia del ser humano. Hay que aprovechar la nueva vida que tienen y que otros no.
-¿Hay que dejar pasar un duelo antes de hablar de perdón?
-Para mí, el perdón, cuanto antes, porque si dejas pasar mucho tiempo, ese rencor se enquista. Con incomprensión y rabia es más difícil perdonar. Mi madre me dijo que tenía que perdonar desde el minuto uno; que para no ser víctima durante toda mi vida, debía liberarme de esa carga. Dicho esto, el duelo es fundamental.
-Si tuviera que dar una charla ante un grupo de refugiados ucranianos, ¿qué discurso utilizaría?
-Les diría que el victimismo no ayuda en absoluto. Que no hay que fijarse en lo que teníamos, sino en lo que tenemos. No hay que pensar en los motivos que les ha llevado a esta situación, porque una guerra nunca los tiene. Lo que a mí sí me ha ayudado es el pensar en el para qué, que, en mi caso, ha servido para ayudar a otras personas. Yo les animaría vivir en el agradecimiento de lo bueno, pero no en el rencor y en el odio por lo horrible de lo que les ha pasado.
-La Palma. Ya nadie habla de sus vecinos. ¿Perdemos la empatía por la desgracia ajena con demasiada facilidad?
-Desgraciadamente, llevamos una racha de demasiadas malas noticias y dolorosas, con las que empatizamos rápidamente, porque España se vuelca con todas las desgracias. Fíjate ahora, que nos piden que paremos de enviar ayuda a Ucrania. Somos un país emocional, pero sobre todo, solidario. Lo veo con las fundaciones con las que colaboro. La gente está deseando echar una mano en lo que sea. Necesitamos ayudar. Pero, a veces, los medios de comunicación nos orientan hacia otro hecho mucho más dramático. Con la guerra parece que haya desaparecido el drama de La Palma, ¡pero también el covid!
-¿Cómo ve a las nuevas generaciones a la hora de perdonar, a las que no han conocido ni la guerra ni ETA?
-Pues alucino con cómo me emociona la gente que me escribe -alguna de ella, niños-, diciéndome que han visto mi vídeo del BBVA sobre el perdón y que, tras escucharme, se han dado cuenta de que tienen que perdonar, ya sea a un amigo, hermano o primo. Si aprendes a perdonar desde pequeño, tienes mucho ganado en la vida.
-Muchas veces compartes escenario con tu madre.
-Es alguien que siempre nos ha transmitido lo que necesitábamos para ser felices. Mucha autoestima, autoconfianza y disciplina. Porque el que algo quiere, tiene que esforzarse mucho.
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