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Apenas dos meses antes de declararse el estado de alarma por la pandemia, se conoció la última novedad en torno al problema que arrastran las fachadas del Centro Botín: La culpa de la rotura de las piezas, lo que desde el inicio se llamó ... la 'piel' del edificio, no es responsabilidad de la empresa que las fabricó o de su composición, sino de la «deficiente ejecución del sistema de anclaje». Así rezaba la sentencia judicial que desestimó en ese final de 2019 la demanda presentada, precisamente, por la empresa encargada de ese sistema de anclaje, la firma Tot Disset. Lo cierto es que para frenar un posible desprendimiento de las piezas que cubren el centro de arte santanderino y como medida de seguridad, la Fundación instaló en la primavera de 2018 una malla en varias de la fachadas principales del edificio concebido por Renzo Piano. Camino de cumplirse tres años de esa intervención la infraestructura cultural más importante edificada en Santander en lo que llevamos de siglo continúa cubierta por esa red que mediatiza y prácticamente anula los efectos estéticos y de diseño que planteó el arquitecto genovés en su proyecto, el juego de luz con el entorno, una de las señas de identidad diferenciadoras de la construcción.
Cerca de cumplirse tres años de la instalación de la red -el problema de la sujeción se detectó cuatro meses después de inaugurarse el centro en junio 2017-, la situación sigue enquistada. A preguntas de ese periódico, la Fundación eludió pronunciarse sobre el problema y evitó mencionar posibles plazos, resultados de estudios o procesos de solución en perspectiva.
La citada firma Tot Disset demandó tanto al fabricante, Cerámica Cumella, como a la UTE Ascán-OHL, encargada de ejecutar las obras y que fue quien subcontrató a Disset para realizar el anclaje. El juicio por esa demanda sirvió para subrayar un problema apuntado ya desde meses atrás, que los defectos de las piezas cerámicas eran graves y no tenían otra solución que su renovación integral. «Solo cabe cambiar los elementos nacarados que recubren las paredes y cubiertas más sensibles». La revelación, avanzada por este periódico, la hizo en sede judicial el arquitecto técnico de Ascán, una de las empresas de la UTE que ejecutó la obra. La Fundación ha declarado en escasas ocasiones que trabaja en la búsqueda de una solución. En determinadas piezas -que superan en total las 280.000- se registraron defectos en su dibujo y se revelaba la aparición de estrías y fisuras, lo que provocó desde las primeras semanas de funcionamiento del edificio la retirada y reposición de un elevado número de ellas. Tras los diversos estudios, los técnicos apuntaron que esas reacciones defectuosas, que podrían llegar a derivar en el desprendimiento de alguna (lo que nunca se produjo, según la Fundación), se debían a la falta de adaptación a los cambios de temperatura.
La malla, que la institución calificó como una «actuación provisional», se ha convertido en un apéndice permanente. Las denominadas 'perlas' que integran la piel del edificio de Piano, fueron concebidas con «la misión de aprovechar la luz del sol por arriba y reflejar la luz del agua por abajo». La estética y diseño del doble volumen fue objeto de elogios por publicaciones especializadas, e incluida ya en estudios y monografías sobre el premio Pritzker en su primera obra en España. Piano aseguró a este periódico, en su estudio de Génova, que la envolvente es el eje de la singularidad de su proyecto: «aprovechar estéticamente el reflejo de la luz, captando las diferentes tonalidades según los cambios meteorológicos».
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