
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La presencia de picudo rojo empezó a preocupar en Cantabria hace tres años y Santander fue uno de los últimos municipios en sufrirla. La ... capital fue pionera en la lucha contra este insecto en 2023, al poner en marcha un tratamiento preventivo para 'blindar' sus palmeras y protegerlas de la plaga. Pero, aún así, su presencia no deja de crecer, ya que hay que tratarlas anualmente para evitar su avance. Hay palmeras afectadas en los Jardines de San Roque, la Plaza de las Brisas y Gamazo, entre otros lugares. Como apunta el presidente de la Asociación de Jardineros de Cantabria, Salvador Vicente, su avance tanto en la región como en la capital es «devastadora». «En torno al 80% de las palmeras de Cantabria lo sufren». Desde las empresas especializadas confirman que, en los últimos meses, las llamadas de particulares y comunidades de vecinos «se han multiplicado». «Todos los días recibimos llamadas para pedir información», indican desde Diego Jardinería. «Este otoño, y sobre todo en diciembre, nos han pedido muchísimos presupuestos. Todas las palmeras están en peligro», añaden desde la empresa Fernando Santamaría. Tanto la asociación como las empresas especializadas apuntan a la necesidad de poner en marcha un plan de choque desde la Consejería de Medio Ambiente que permita actuar a nivel regional y poder frenar la plaga antes de que termine con todas las palmeras. Sobre todo con las autóctonas, las canarienses, que se contagiaron de las datileras que se trajeron desde el sureste asiático a España a finales de los años 90 del pasado siglo.
Una palmera con picudo rojo se puede detectar a simple vista si su presencia ya está avanzada. Si la copa está aplastada en vez de ser esférica, la plaga ya está haciendo de las suyas en las hojas y ramas del árbol. Si ya es evidente a la vista, significa que el escarabajo lleva semanas dentro y revertir la situación es difícil, «pero no imposible», explica Vicente. Lo más recomendado es llevar a cabo un plan preventivo anual, que se desarrolla en dos fases; la primera consiste en duchar con un tratamiento biológico la copa; y la segunda, en inyectar producto en el tronco. «Hay que realizarlo todos los años», subrayan desde Fernando Santamaría. Y aún así, no hay un 100% de garantía de que el bicho no entre a la palmera. «Todas las que hemos tratado en Santander están sanas, pero no se puede garantizar su efectividad al 100%». De todos modos, sale mucho más a cuenta tratarla que dejarla morir. «El tratamiento anual ronda los 450 euros por palmera, pero talarla sube a los 1.500 euros, depende de su tamaño», exponen desde esta empresa experta en jardinería. Eso, sumado al peligro que puede suponer que la copa se caiga: «Si se deja morir, la copa puede caerse. Teniendo en cuenta que puede llegar a pesar cuatro toneladas, es un peligro para los viandantes».
En Santander hay unas 300 palmeras canarienses en parques públicos, a las que hay que sumar todas las que pertenecen a fincas privadas. Como destacan los expertos, es importante proteger todas para evitar su avance, ya que si hay un ejemplar afectado, la plaga puede volar centenares de metros para desplazarse hasta la siguiente.
El último tratamiento municipal del que se tuvo constancia fue el de 2023 –que también fue el primero– y, a nivel privado, desde Fernando Santamaría estiman que se ha tratado «entre el 30 y el 40% del total».
El picudo rojo es un escarabajo originario del sureste asiático y uno de los insectos más dañinos para las palmeras. Mide unos cinco centímetros de largo y vive entre doce y dieciséis semanas, en las que puede llegar a poner entre 200 y 600 huevos. Y sus larvas son las más letales para las palmeras, ya que se alimentan de sus hojas y excavan galerías en sus ramas. Atraídos por el olor de las palmeras, los ejemplares adultos recorren centenares de metros para llegar de un árbol a otro y reproducirse. Y cuando cumplen un par de semanas, las larvas roen galerías de hasta un metro de longitud que terminan por pudrir los tejidos internos del árbol. Santander ha sido una de las últimas a las que ha llegado esta plaga, que entró por el sur de España desde Asia a finales de los años 90, cuando se importaron palmeras datileras. Algunas de ellas, infectadas por el picudo rojo. El escarabajo enseguida se dejó seducir por la variedad autóctona canariense porque contiene más azúcar y es la más extendida por Santander, con unas 300 en parques públicos.
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Ana del Castillo
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