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A más de uno se le cayó una lágrima en el homenaje que rindió ayer el Ayuntamiento a los comerciantes recién jubilados del Mercado de la Esperanza. Fue un acto sencillo pero lleno de emoción, en el que se hizo entrega a los protagonistas de una fotografía histórica enmarcada del lugar donde han pasado gran parte de su vida y al que aún hoy van casi a diario. Porque, aunque están jubilados, muchos siguen visitando los que fueron sus puestos cada día. Y algunos, incluso, siguen detrás del mostrador. Como Ismael Gil, de Lechazos Gil, que se emociona al recordar que debe a la Plaza «toda mi vida»; o Mari Carmen Encina, de Productos Mari Carmen, que a sus 79 años sigue al frente de su negocio.
Las sillas que habían colocado ayer en la pequeña plaza de la primera planta del Mercado de la Esperanza –entre el bar, la panadería Gómez Pan y la frutería El Valenciano– estaban ayer por la tarde abarrotadas. Nadie quería perderse el homenaje a los comerciantes jubilados. En el acto, guiado por la alcaldesa, Gema Igual, se hizo un recorrido por la historia del edificio, que celebra su 120 aniversario, como explicó de forma amena el presidente del Centro de Estudios Montañeses, Francisco Gutiérrez. Cuando terminó, llegó el momento de reconocer la trayectoria de 16 personas que han dedicado su vida a la Plaza, los últimos en jubilarse. Aunque alguno no pudo acudir, la mayoría estuvo presente para recibir el detalle que les permitirá recordar tantas décadas de su vida dedicadas a los demás. La regidora también quiso recordar a aquellos que ya no están y como broche del acto entregó un ramo de flores a Fernando, viudo de Ana Mari Trueba, que trabajó en Mariscos Ana y Vanesa.
Los protagonistas Ángeles Ontavilla, Mariscos Pirichi; Antonia García, Mariscos Iarzabal; Monserrat Serna, Congelados Ciano; Mari Carmen Encina, Productos Mari Carmen; Carmen López, Carnicería Carmen; José María, Frutería Tea; Ismael Gil, Lechazos Ismael Gil; Mari Luz Pérez, Alimentación Dictinio; Elena Ríos, Especias Elena; Victoria Bedia, Pescados Unai; María Teresa Callejo, Carnicería Clarita; Maite de la Mata, Frutas Ciana; Aurora Diego, Frutería Belén y Noelia; Josefa Pérez, Frutería Carlos y Mónica; y José Luis Dueñas, Frutas Dueñas.
Tras recibir la foto enmarcada, Gil no pudo evitar emocionarse por todos los recuerdos que le venían a la cabeza. «A la Plaza le debo toda mi vida». Su puesto de lechazo le sirvió para sacar adelante a sus cuatro hijos, y su mujer también le acompañó tras el mostrador durante más de dos décadas. «Han sido casi 40 años, aquí he sido muy feliz». Tanto, que aún va a diario. Encina es otra incansable y lleva nada más y nada menos que 64 años en el mercado. A sus 79 años, no se plantea jubilarse: «Me encuentro muy bien y me da pena dejarlo, porque no tengo relevo generacional», explica la comerciante, que está al frente de Productos Mari Carmen, donde vende con orgullo todo tipo de artículos 'gourmet' y hasta 25 marcas de anchoas. «Hay que renovarse, el mercado tiene que ir evolucionando para que los clientes sigan viniendo». A ella, desde luego, no le faltan ganas: «Lo más importante que hay es que tu trabajo te guste, porque ahí vas a pasar gran parte de tu vida».
Pero no todo iban a ser reconocimientos y lágrimas. Una vez finalizada la parte más institucional, llegó la fiesta. A los comerciantes y sus familias les esperaban el vino español, los pinchos y una gran tarta de hojaldre para celebrar el 120 aniversario que había preparado el cocinero Floren Bueyes. También pudieron degustar el café y los cócteles elaborados con esta bebida de Kafeteros, un negocio hostelero que está a punto de abrir en la plaza. Allí, en torno a una gran mesa, se juntaron a recordar tantas décadas detrás del mostrador, donde los comerciantes de los puestos de al lado dejaron de ser compañeros de trabajo para convertirse en buenos amigos. Y con los clientes, lo mismo.
Igual también dedicó unas palabras llenas de cariño a los recién jubilados –y a los que se resisten a dejarlo– y destacó que comprar en la plaza «es un ritual». «Algunos clientes vienen cuando tienen más tiempo los sábados, otros llegan sin saber qué comprar y lo eligen aquí, los hay que se dejan aconsejar por los comerciantes... Aquí la calidad-precio es inmejorable».
Con sus «pildorillas de historia», Gutiérrez recordó hitos de la plaza, como el ambicioso plan de obras que a finales del siglo XIX proyectó la construcción del mercado y del Ayuntamiento, un plan que asumió el Estado tras el desastre del Machichaco. «Este edificio ha sido testigo de la vida de Santander, de lo bueno y de lo malo. Y aún hoy es el sitio donde la gente se ve, se junta, habla. Un lugar de encuentro; esta es una buena ocasión para reivindicar la importancia de este edificio». A lo que la alcaldesa añadió que la plaza «nació siendo importante y más importante la habéis hecho vosotros, quienes habéis dedicado toda una vida al mercado».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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