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Más de 1.400 intrusos detectados en el último año; por encima de 270 en este mes de agosto; pero sólo el 0,5% ha logrado su meta: alcanzar las islas británicas. En los últimos años han sido recurrentes las llamadas de atención de ... las firmas que operan en el Puerto de Santander para que Cantabria ataje un problema que por otro lado es endémico en todo el norte de España. Saltan vallas, se esconden en remolques de camiones, en contenedores o en caravanas... Son en su mayoría ciudadanos albaneses muy jóvenes, que sueñan con esa otra vida prometida por las mafias. Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Portuaria y seguridad privada se coordinan en esta carrera por frustrar las aspiraciones de quienes amenazan la operatividad de una infraestructura que en la región mueve más del 12% del Producto Interior Bruto (PIB).
Las opciones para burlar la seguridad son múltiples y van desde la falsedad documental al mero escondite. «Esto es una carrera por ver quién es más inteligente y más habilidoso», explica el teniente Javier Aragón, jefe de la Sección Fiscal de la Guardia Civil en el Puerto, la división encargada de velar por que nadie suba a un barco de manera ilegal. «Ese sería nuestro fin último; aunque por delante de todo ello siempre estará la seguridad de las personas, tanto de nuestros agentes como, obviamente, de quienes intentan colarse», razona.
Lo cierto es que la búsqueda de nuevas opciones para sortear la vigilancia es tan desesperada que muchos de estos ciudadanos albaneses terminan por poner en serio peligro su vida. El último ejemplo, bien cercano en el tiempo, es el de los dos hombres que resultaron heridos el pasado 12 de agosto cuando saltaron del remolque de un camión en marcha, en plena autovía. Probablemente confundieron el vehículo en el que esconderse, y al comprobar que iban en dirección contraria al Puerto, como esperaban, se lanzaron sin pensarlo.
manuel martín, policia NACIONAL
javier Aragón, Guardia Civil
«Ellos llevan su GPS activado en el móvil y desde dentro comprueban si se han equivocado de dirección. La mayor parte de las veces suelen dar golpes en el interior del remolque, donde van escondidos, hasta que el conductor para y escapan. En este caso no sabemos muy bien qué sucedió», admiten en la Guardia Civil.
El Puerto ha construido un búnker inmenso, de hasta 10.000 metros cuadrados, perimetrado por grandes moles de hormigón que están coronados por una maraña de concertinas que quitan el aliento. «Aún así, se cuelan», advierte uno de los agentes que vigila el espacio. Ese es el primer punto donde se controlan los remolques que embarcarán en los buques Galicia y Pont-Aven, de la compañía Brittany Ferries. Se utilizan perros especializados en detección de personas, cámaras de infrarrojos capaces de ver en mitad de la noche y hasta sensores de CO2que pueden identificar la presencia de una persona que haya respirado durante largo rato ahí dentro.
Cuentan los uniformados que han visto ya de todo. Hombres solos y acompañados. Provistos de botellas de agua y galletas para aguantar varias jornadas escondidos. Que hacen sus necesidades en bidones y que incluso utilizan tubos para respirar aire del exterior y burlar los sensores de CO2. «Cuando los descubres, su primera reacción es pedirte que los vuelvas a dejar esconderse».
Saltar la valla está ya anticuado. Elevada varios metros y protegida con sensores de movimiento y vibración, es muy complicado sobrepasarla. Los intrusos se cuelan en los remolques de los camiones que se detienen a repostar en las estaciones de servicio, en los escondites de las autocaravanas, en los contenedores... Y durante esta semana todos estos enclaves estratégicos han sido vigilados también por el Grupo de Acción Rápida (GAR). Una división de la Guardia Civil antaño dedicada a combatir el terrorismo de ETA, que ahora participa en acciones de este tipo y en misiones internacionales y que permanecerá en Santander hasta finales de mes.
Hay al menos tres controles en el Puerto. El primero, el del búnker. El segundo, el 'checking' y un tercero justo antes de acceder a la rampa de embarque. Hacia el final de ese itinerario se entra en la competencia de la Policía Nacional, responsable en materia de extranjería. «Hasta aquí llegan todos los ciudadanos que tratan de acceder a los buques de manera irregular. Nosotros comprobamos si tienen algún expediente abierto y tramitamos el procedimiento administrativo que puede terminar en expulsión», detalla Manuel Martín Rodríguez, jefe de la Brigada de Extranjería.
Es la Delegación de Gobierno la que terminará emitiendo un documento de expulsión, pero los plazos que establece la Ley de Extranjería son muy largos. Tanto que muchos de estos ciudadanos albaneses que luchan desesperadamente por alcanzar una vida digna en Inglaterra pueden ser expulsados del Puerto varias veces en una misma jornada. Y es que tan pronto como los detienen, son devueltos a las calles del centro de la ciudad.
No son personas violentas, «saben que eso iría en contra de su objetivo, porque si cometen delitos sería más fácil expulsarlos», explica el policía. Sólo buscan un futuro para ellos y su familia y mientras puedan hacer gala de su visado de turista, intentarán acceder al ferri tantas veces como les sea posible.
Desde la Autoridad Portuaria se ha hecho todo lo posible para frenar esta deriva que se ha recrudecido a partir de 2014, cuando la seguridad se endureció en el Puerto de Bilbao y Santander se convirtió en alternativa. «Hemos trabajado mucho para mejorar la coordinación de los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad que están en el Puerto y también hemos contratado seguridad privada para las noches», explica el presidente del Puerto, el exconsejero de Industria Francisco Martín. «Un objetivo primordial es que no lleguen al barco, pero sobre todo, por encima de cualquier cosa, es que no se hagan daño, y viendo las cosas que están haciendo en los últimos tiempos, mucho me temo que un día va a haber una desgracia».
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