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Desde el Puerto de Santander utilizan el verbo «reconsiderar». Hablan de un «periodo de reflexión» en el que la «inquietud generada y la preocupación» forman parte de lo que tienen «que revisar». Y lo que van a revisar es el proyecto para poder ... instalar un rompeolas flotante de 115 metros en la bocana de la dársena de Molnedo, en Puertochico. Una estructura «movible» y «desmontable» pensada para paliar los efectos del oleaje cuando azota el viento sur. La idea la presentó el Real Club Marítimo como una posibilidad dentro de la solicitud para renovar su concesión. Se le piden inversiones y propusieron esa y algunas otras. La Autoridad Portuaria echó atrás, por ejemplo, la de ampliar los atraques, pero la del rompeolas recibió el visto bueno. Eso lo publicó este periódico el domingo y ya se adelantó que había cierta oposición. Ahora, Puerto y Club Marítimo han decidido «revisar el proyecto», llevarlo a «la Mesa de Gestión Integral de la Bahía» para encontrar una solución «que pueda ser similar o con menor impacto paisajístico» y tomar decisiones «sin prisa», ya que, de ejecutarse esta medida, no sería antes de julio de 2021.
«Era una idea y se va a reconsiderar si se opta por la misma o por otra con menor impacto paisajístico. Hay sensibilidad para entender que algo que no es definitivo y ha causado cierta preocupación, se revise sin prisa y se reconsidere en el ámbito de la Mesa de la Bahía», explica Jaime González. El presidente de la Autoridad Portuaria insiste en salir al paso de las acusaciones en torno a un posible decisión tomada 'de espaldas' a la opinión pública. «No nos hemos escondido, el proyecto ha estado sometido a información pública y se ha consultado a todos los usuarios afectados».
De hecho desde el Puerto aclaran que, durante la tramitación, «recibieron una serie de sugerencias por parte de los concesionarios de la dársena -Club de Amigos de Puertochico, Medelcomar, Grupo Deportivo del Mar y Agrupación Deportiva Cultural Molnedo-, más los prácticos y el CEAR», a los que se transmitió el proyecto. González añade que el Puerto aprobó una idea que el Marítimo «presentó en beneficio de todos los usuarios de la dársena» y no exclusivamente propio.
Y en esa línea va también el presidente del propio Club Marítimo. «Es una medida presentada con buena intención, corroborada por todos los que participan en las concesiones y en los usos de esa zona, y que ha pasado todos los trámites legales». Fernando Pereda deja claro, en todo caso, que ellos «no quieren polémicas ni ser el centro de atención». Ni siquiera entienden el proyecto del rompeolas como un objetivo propio en sí mismo. Lo suyo pasa por renovar la concesión. Tienen que presentar unas inversiones y ofrecieron esa. «Pensamos en corregir esa afección en Puertochico con la idea de beneficiar a todos y renovar la concesión, que es lo que tratamos de hacer. El Club no está para polémicas. Está para sacar campeones y enseñar a los niños a navegar».
Pero la polémica surgió desde el primer momento. De entrada, los colectivos Deba y Concejo Abierto ya mostraron su disconformidad. Y la iniciativa tampoco ha sido recibida precisamente con entusiasmo entre los grupos municipales del Ayuntamiento. «Entendemos que es una propuesta de actuación ante un problema muy puntual y muy concreto, que se produce sólo en determinados momentos del año y en un espacio, como es la dársena de Molnedo, que ya de por sí se encuentra protegido del oleaje», apunta Gema Igual (PP). Para la alcaldesa, «la solución definitiva», si es que es «estrictamente necesario actuar» -insiste en «momentos puntuales de viento»-, debe tener «previamente un estudio exhaustivo de las alternativas y de los pros y contras de cada una de ellas». Para su socio de gobierno, Javier Ceruti (Cs), «algo está fallando en los procedimientos de información pública cuando la gente se entera de obras de esta envergadura sólo cuando las publican ya aprobadas».
Los cuatro estaban recién desembarcados. Cuatro y por separado. Cada uno por un sitio. Habituales de Puertochico, de los que tienen barco. Y no es una encuesta ni tiene valor estadístico, pero ninguno de los cuatro le veía mucho sentido a la idea del rompeolas flotante. «Si me van a tapar la bocana... Yo negativa total».
Esa era la opinión de Manuel López, que le decía a otro de los que debatían un expresivo «si tu padre levanta la cabeza...». El padre del otro –Nicolás Ochoa– era el difunto Kalín, un mito de esta zona. «Ya con esta bocana hay a veces conflictos, muchos amagos de toque. Con eso tendríamos que salir en fila. Dificultaría la navegación de forma brutal, la entrada y salida de barcos. No le encuentro justificación».
Eusebio Cortezón, que dejaba claro que desconocía las consecuencias que tendría la infraestructura en cuanto al paisaje, se fijaba en lo suyo. «Yo voy a pescar y a menos bahía, menos pesca. Cada vez se come más a la mar». Tampoco veía «claro lo del oleaje». «Nunca he oído a nadie quejarse, sólo perjudica a los que están allí pegados».
Y por ahí iba también Francisco Sánchez. A su juicio, por el viento sur «se ve afectado un número muy reducido de barcos» en Puertochico. «Y meter ese mamotreto...». Él destacaba las dificultades con las que se toparían «los chavalines del CEAR, con los problemas que ya tienen para salir a vela». «Se encontrarían con un muro de frente. Yo no creo que el viento sur tenga tanto efecto. Es un viento particular, propio más bien del otoño y que aquí afecta a pocos barcos –a los que están atracados más al fondo–. Esto no beneficiaría al 90% de los barcos».
Precisamente la opinión del CEAR es otra de las de peso (los Prácticos optaron por no responder). Julia Casanueva, presidenta de la Federación Española de Vela, aseguró que conocía el proyecto y que le parecía «correcto» en su conjunto (incluyendo los nuevos atraques propuestos y denegados). «Entiendo que si no (sin los atraques), el rompeolas no tiene mucho sentido y, estéticamente, tampoco es muy estético. Hemos estado muchos años así y podemos seguir estando. Afecta un poco a los prácticos y a los Amigos de Puertochico (la concesionaria más próxima), pero esos días de viento sur se amarra bien el barco y se espera a que pase».
Y tampoco entre la oposición encuentra defensores. «Tenemos dudas porque no conocemos con exactitud qué planes tienen y en qué horizonte temporal», plantea Pedro Casares (PSOE). «Todo lo que se haga en esta zona -prosigue- tiene que ser respetuoso con el entorno y que no afecte al paisaje ni a la bahía. No estamos en contra de actuaciones que mejoren nuestros servicios o creen nuevas oportunidades, pero hay que tener en cuenta que es una concesión pública, por eso es muy importante que todo se haga bien».
Sin posición por parte del PRC -no atendieron a la pregunta del periódico-, quedan los concejales del Grupo Mixto municipal. «Por lo que estoy leyendo estos días y por informaciones de particulares que me habían llegado , soy de la opinión de que el pantalán flotante resulta un armatoste innecesario». Eso opina Guillermo Pérez-Cosío, de Vox, que alude al «dictamen de mayo de 2019 del IHCantabria». El concejal dice que este organismo «detecta importantes insuficiencias en el proyecto y aconseja realizar distintos estudios». Por ello, define como «muy precipitada» la aprobación del proyecto.
Su opinión no se aleja de la de Miguel Saro, de Unidas por Santander. Dice que es «una aberración» que la Autoridad Portuaria concediera «una enorme ventaja» al Marítimo. Entienden que la única función del rompeolas «sería impedir que el oleaje dificultara el atraque de grandes barcos en una zona de la dársena que no está utilizada». «Dado que se ha anunciado que no se va a autorizar el atraque de esos barcos parece un capricho debido a que el expediente se ha avanzado sin informe de impacto ambiental», dice Saro, que deja caer que para no repetir «errores y arbitriaridades» (en referencia a los espigones de La Magdalena), se exige «repensar» el modelo.
Desde el Gobierno de Cantabria, aunque reconocen que siguen el asunto, optan por no pronunciarse al tratarse de un proyecto cuya ejecución está aún en el aire. O sea, algo que puede o no hacerse realidad.
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