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Si se para a pensar cuál es el principal punto negro del tráfico de Santander, probablemente la primera ubicación que le venga a la mente sea la turborrotonda de Valdecilla Sur. Esta glorieta y la calle que baja hasta allí desde Cuatro Caminos, Jerónimo Sainz de la Maza, trae de cabeza a los conductores que tienen que atravesarla con cierta frecuencia. A nivel particular, muchos buscan trayectos alternativos para evitar quedarse atrapados hasta media hora en ese vial. Pero otros, como los taxistas o los conductores del autobús, se tienen que enfrentar habitualmente a este embotellamiento, provocado en la mayoría de casos por los coches que hacen cola desde la rotonda para acceder al aparcamiento del hospital. Aunque todos coinciden que este punto es el más crítico de la ciudad, no es el único: los entornos de los colegios, el giro entre Cisneros y Cervantes, la plaza de la Leña y las entradas y salidas de la ciudad (Castilla-Hermida y la S-20) son algunos de los puntos que más se saturan, según señalan conductores profesionales.
A pesar de que hay zonas de la ciudad que tienden a congestionarse en determinados momentos del día (consultas médicas o entradas y salidas de los centros de trabajo y los colegios), Santander no está entre las ciudades más atascadas de España. Aunque no hace tanto que lo estuvo. En el informe anual que elabora Tomtom, la empresa de GPS, la capital cántabra está en la posición 17 de las 25 ciudades españolas más congestionadas. En 2020, estaba en el sexto puesto. El nivel de congestión es del 19%, que es el tiempo adicional que se pierde en los atascos en relación con lo que se tarda cuando el tráfico es fluido. La ciudad más congestionada de España es Palma de Mallorca (30%) y la que menos de este ranking, Cádiz (11%).
Pero de estas 25 ciudades, Santander es en la que menos tiempo se tarda, de media, en recorrer 10 kilómetros. En concreto, son 12 minutos y 40 segundos. La más lenta es Vitoria, donde se tarda 21 minutos en recorrer esta misma distancia. Otro dato que recoge el informe de Tomtom es la velocidad media a la que se va por el centro de estas ciudades y en este caso Santander vuelve a ser vencedora con una velocidad media de 44 kilómetros por hora. Esto refleja, por una parte, que hay suficiente fluidez para ir a esa velocidad, pero también que no se está cumpliendo la limitación máxima acotada para el centro de 30 kilómetros por hora.
Si hay un sector con conocimiento de las carreteras y sus puntos negros es el del taxi. El presidente de la Federación Cántabra del Taxi, Manu Andoni Ruiz, no tarda ni un segundo en garantizar que la bajada desde la Plaza de Toros a la turborrotonda de La Marga es el peor de toda la ciudad. «Uno de los carriles se queda atascado con los coches que quieren entrar al parking de Valdecilla Sur. Esperemos que la obra que van a hacer, con la construcción de un nuevo carril, consiga rebajar el tráfico», apunta. También señala la zona de las Estaciones, donde en ocasiones se genera un embudo para acceder a la calle Castilla, ya que aunque hay dos carriles en esa dirección, uno termina en una ceda al paso que conecta con el otro.
Otro punto problemático para el del taxi es la plaza de La Leña, junto el colegio de La Esperanza. «El carril derecho está permanentemente ocupado por vehículos mal estacionados, lo que dificulta el cambio de carril que hay que realizar en muy pocos metros; tanto los que bajan de Guevara hacia Cervantes como los que salen de La Enseñanza hacia Los Acebedos», lamenta. «Propusimos hace ya varios años al Ayuntamiento el cambio de sentido del último tramo de la calle de La Enseñanza para posibilitar subir hacia San Celedonio o Liébana por Asilo. Eso descongestionaría tanto la plaza de la Leña como la de la Esperanza y Cervantes», afirma. Justamente Cervantes es un punto que dio muchos problemas cuando se peatonalizó la calle y se suprimió uno de los dos carriles, aunque la situación ha mejorado desde que sumaron más segundos al semáforo que desemboca en Jesús del Monasterio. «Ahora permite una salida mayor de vehículos».
Las obras de Faro Santander (del edificio del arco del Banco Santander) es otro factor que trae por la calle de la amargura a este taxista. En concreto, el corte de Marcelino Sanz de Sautuola y el cambio de itinerarios para acceder a la zona del Ensanche. Llegar hasta ahí es ahora un laberinto. Una opción es hacerlo desde Cisneros hacia Rualasal y después a Hernán Cortés. El problema es el semáforo en el cruce entre Cisneros y Cervantes. Está tan pocos segundos en verde para los coches que apenas da tiempo a que pasen cuatro antes de que vuelva a estar en rojo. «Y el último, ya pasa en ámbar». La otra alternativa es ir por el paseo Pereda hasta Puertochico. «Significa dar una vuelta tremenda». En esta zona, además, el Ayuntamiento acaba de suprimir el giro a la izquierda que hay antes de la rotonda de la bandera por su peligrosidad.
Lo que tiene claro Ruiz es que las zonas 30 no han influido en ralentizar el tráfico. Más que nada, «porque no se cumplen». «Nadie va a 30». Y quien haga la prueba podrá contar unos cuantos bocinazos a modo de protesta y, en cuanto sea posible, un adelantamiento. Tampoco hay un control exhaustivo por el cumplimiento de la norma, ya que tres años después de su implantación, las multas por no cumplirla son 160.
Otros que sufren los problemas del tráfico cada día son los conductores de los autobuses municipales (TUS). El presidente del comité del empresa, Miguel Iglesias, también destaca zonas como la turborrotonda de Valdecilla Sur y la bajada desde Jerónimo Sainz de la Maza. Pero sobre todo recalca el caos que se genera en algunos entornos escolares y el peligro que provocan los coches aparcados en segunda fila de los padres. Uno de los puntos más «tensos» está en Joaquín Bustamante, donde se localiza el colegio Santa María Micaela. «Hay un carril para cada dirección al lado de una curva. Cuando están todos los coches de los padres aparcados en el carril, tienes que invadir el otro para poder pasar, con el riesgo de que un coche dé esa curva y se choque contigo. En ese caso, la culpa sería mía porque soy quien invade el otro carril, pero no hay otra forma de pasar. Además, por allí vamos con autobuses articulados con los que no se puede dar marcha atrás. Es una tensión cada día».
En cuanto a los conductores que tienen por costumbre aparcar en doble fila, diferencia entre aquellos que lo hacen por trabajo y los que no. «Los repartidores saben cómo colocarse para no estorbar. Además, están trabajando, no es lo mismo que quien lo deja en la carretera para irse a tomar un café». Algunas de las áreas donde es común ver vehículos en segunda fila son Los Ciruelos, Fernando de los Ríos y Castilla-Hermida. «De todos modos, si hay más de un carril para cada dirección, ni tan mal. Lo peor es tener que invadir uno de dirección contraria», recalca Iglesias. Una acción que ya de por sí es arriesgada con un coche y que se intensifica con un autobús.
Sí que le afectan aquellos coches que tienen por costumbre aparcar en las paradas de bus. Una tendencia más común de lo que parece. «Cuando sube una persona en silla de ruedas, me dice dónde se va a bajar y añade: 'si puedes sacar la rampa'. Ya dan por hecho que es muy probable que haya coches que lo impidan», lamenta. En esos casos, no le queda otra que parar en medio del carril y todos salen perdiendo: el usuario de la silla de ruedas y los coches que van detrás del bus.
Las compras por internet son cada vez más frecuentes, lo que conlleva una mayor presencia de vehículos de paquetería en las carreteras. Aunque hay zonas habilitadas para que dejen las furgonetas, estas no están siempre cerca de su destino, lo que obliga a los repartidores a dejarlas donde pueden. Marqués de la Hermida es una de esas calles donde uno de los carriles está prácticamente dedicado a que paren para hacer alguna entrega. A los repartidores 'de toda la vida' se suman en los últimos años los repartos de pequeños productos, ya sea comida o cualquier otro artículo que pida el consumidor a través de alguna aplicación móvil.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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