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Carlos salió muy mal parado del incendio de La Albericia. Tuvo que empujar por la ventana a su mujer, que no se atrevía a saltar ... desde el segundo piso en el que vivían, y sacó a dos de sus tres perros. No pudo hacer más y, como supo más tarde, si hubiera aguantado «cinco segundos más» dentro de la vivienda devorada por las llamas, no estaría vivo para contarlo. La gravedad de sus quemaduras lo llevaron a la Unidad de Quemados del Hospital de Cruces (Bilbao), donde estuvo cinco días en coma inducido y más de un mes ingresado. El humo que había inhalado convirtió sus pulmones en una mancha negra y es «un milagro» que haya sobrevivido. Su mujer, Lines, estuvo en la cámara hiperbárica de Valdecilla, se rompió la nariz y tenía contusiones por todo el cuerpo, pero pudo salir antes del hospital e irse a casa.
Pero, ¿a cuál? Carlos y Lines eran los únicos que vivían en el número 24 de la calle Albericia que eran propietarios. El resto estaban de alquiler. Por suerte, pueden hospedarse en casa de su hija Ainhoa y su marido, pero se cuestionan cuándo podrán irse y a dónde: «Nos hemos quedado sin nuestra casa y no sabemos quién nos tiene que dar una solución». El responsable de la explosión –y posterior incendio– ha fallecido y desconocen cuándo llegarán a una conclusión los seguros.
La adrenalina del suceso permitió reaccionar a Carlos en los primeros minutos del suceso, pero cuando la ambulancia lo llevó, junto a Lines, a Valdecilla, los sanitarios se alarmaron al ver la gravedad de sus quemaduras y no dudaron en intubarlo, sedarlo y trasladarlo a Cruces. La piel de sus brazos y sus manos era ya insalvable, y tuvieron que hacerle injertos utilizando piel de su muslo. Estuvo en Bilbao hasta el 14 de noviembre, cuando volvió a Valdecilla, y cuatro días después ya pudo trasladarse a la casa de su hija, aunque le queda rehabilitación para rato y va dos días a la semana al hospital. «La piel del muslo es menos elástica que la de las manos, así que no puedo doblar bien los dedos», explica.
Tampoco puede darle el sol, por lo que siempre que sale a la calle lo hace totalmente cubierto. Carlos aún no sabe cuándo podrá volver a trabajar y Lines se incorporó ayer, a pesar de que tiene que ir todas las semanas a hacerse curas por sus quemaduras, que no fueron de tanta gravedad como las de su marido pero también las sufrió.
Sienten rabia porque no ven que su situación vaya a solucionarse. Cerca de los 60 años, Carlos sabe «que no me van a dar otra hipoteca con esta edad». Ya tenían pagada la de la calle Albericia. Han pedido ayuda al Ayuntamiento, a la Consejería de Vivienda y al Icass, «pero nadie nos ha dado respuesta». «Es verdad que no tienen la culpa del incendio, el responsable ha fallecido, pero alguien tiene que dar una solución a mis padres», lamenta Ainhoa, quien adecuó junto a su marido una habitación de su piso para que puedan quedarse.
Mientras sus padres estaban recuperándose, ella se ha encargado de hacer trámites y hablar, entre otros, con la alcaldesa, Gema Igual. «Nos dio, como solución, que se apuntaran al sorteo de las viviendas de protección oficial de ElAlisal. Y cuando fui a llevar el papeleo me dijeron que no podían participar porque ya son propietarios de una casa, pero ya no queda nada de esa casa». Carlos señala «los pisos que el Ayuntamiento tiene vacíos, podrían alojarnos en uno de esos y pagar el alquiler que corresponda».
El derribo del número 24 de la calle Albericia ha arrancado esta semana, al cumplirse cuatro meses tras la explosión y posterior incendio que arrasó el inmueble y se llevó por delante la vida de tres personas –se produjo el 26 de octubre de 2024–. Esta obra de derrumbe y desescombro, que terminará «en los próximos días», ha costado a los vecinos algo más de 35.000 euros, un dinero que de momento han adelantado los seguros, a la espera de que se resuelva la investigación y se determine quién debe hacerse cargo de los gastos.Esta obra incluye también la reparación de las fachadas de los edificios colindantes, que se vieron afectadas por el fuego que se llevó por delante este edificio. En la operación trabaja una pala, que saca los escombros, y un camión que los carga para llevárselos y desecharlos. Para poder desarrollar este trabajo en medio de la calle, dos operarios controlan el tráfico para que los vehículos que circulan por los dos sentidos se turnen para pasar por el carril libre, ya que el camión ocupa una parte del carril más cercano al edificio. .
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Ana del Castillo
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