
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. Acceder a él es como transitar por mundos paralelos. A la izquierda, según se llega desde Maliaño por la S10, un enjambre de naves ... y empresas que constituyen un porcentaje importante del tejido empresarial del entorno de Santander. A la derecha los terrenos del Aeropuerto Seve Ballesteros y, en medio, un sinfín de baches, parches, asfalto levantado, piedras sueltas y, en la orilla, la basura que se acumula en los espacios adyacentes a un carril-bici pionero y cuyos usuarios esquivan maleza, basura y, en ocasiones, ratas. Sí, ratas. Los empresarios y visitantes del Polígono de Raos no aguantan más los problemas de un recinto privilegiado por ubicación cuyo deterioro afecta seriamente a propietarios y trabajadores.
Los problemas son amplios y abarcan varias materias, desde el tráfico rodado a la higiene. Para Ramón Pérez, gerente de Sintel y propietario de varias naves, uno de los mayores padecimientos que tienen es a la hora de salir del polígono e incorporarse a la autovía. «La salida es peligrosa, han hecho una obra para la salida del puerto y a nosotros nos han dejado aislados y seguimos creando situaciones de peligro, sobre todo en horas de salida de los trabajadores». Un problema que, quien más o quien menos, ha sufrido en las entradas a Santander al mediodía o al caer la tarde.
Ramón Pérez
Gerente de Sintel
Diego Movellán
Alcalde de Camargo
Marta de Diego
Administrativa de Unomatrícula
Iniciada su construcción en 1968, en 1981 se concedió la parcela para su relleno, urbanización y parcelamiento industrial por parte de costas.
Con una superficie de 250.000 metros cuadrados y unos 130 propietarios, a lo largo de su historia los cambios reglamentarios han modificado el fin del periodo de concesión a los dueños de las naves, una finalización que tras una ardua pelea ha quedado fijada para 2064. Francisco Pérez, presidente de la Asociación Raos 99, que agrupa a parte de los empresarios ubicados en la zona, «el mayor problema es que el puerto ocupó el polígono, le declaró zona portuaria en 1995 sin contar con nosotros y después nos puso unas tasas. La concesión era a cambio del relleno y urbanización de la marisma, eso lo hizo Cimasa y luego nos lo vendió a precio de mercado, pero exentos de cánones». En 2003 se aprobó la Ley de Autofinanciación de los Puertos y fue cuando los propietarios comenzaron a pagar la renta. «No sólo estamos ocupados, encima tenemos que pagar», reclama Francisco.
Se da la circunstancia de que el de Raos se aleja cada vez más del concepto de polígono tradicional, asociado a empresas y naves que producen materias primas para sacar al mercado. En la zona la vida social es intensa, hay gimnasios, clubes de pádel, la ITV o negocios de venta al público cuya estabilidad también necesita de unos servicios adecuados que ofrecer a sus clientes. Y es que si para ir a comprar algo o para disfrutar del ocio los amortiguadores y las ruedas del coche se ponen en juego, el tiempo libre puede salir caro, ya que el asfalto es como un campo de minas.
«En cuanto entras por la parte de Camargo empiezas a dar saltos, hay muchos baches», añade Marta de Diego, administrativa de Unomatrícula. La zona perteneciente a Santander tiene sus calles principales algo mejor, aunque las transversales son un parque temático de los agujeros sobre el firme. «Hay una por la que no se puede ni pasar». aclara.
Y si los que acuden en su vehículo particular se la juegan, los que necesitan del transporte público para llegar hasta su puesto de trabajo lo tienen, directamente, imposible. «No hay servicio de autobuses ni nada para los que trabajamos aquí, la gente tienen que ir hasta el Corte Inglés o Montaña y de ahí venir andando», apunta Vanesa Díez, empleada del club de pádel G6.
Suciedad e inseguridad
Pero los problemas van más allá y adquieren tintes muy serios cuando de la insalubridad o de la seguridad contra el fuego se trata. Las ratas, sobre todo cuando cae el sol y desaparece la claridad, campan a sus anchas, lo que no sólo afecta a los trabajadores sino también es un foco de peligro para las empresas y almacenes allí ubicados y que tienen productos para el consumo humano. «Hay mucha basura, las hierbas se notan mucho, vas andando por la acera y te chocas con ella. Ha habido momentos en que eran más altas que mi coche, que es una Xsara Picasso», precisa De Diego. Aparte de la vegetación, determinadas zonas han sido tomadas por muchas personas, con relación y sin relación con el polígono, como un vertedero, lo que que genera una cantidad de basura y desperdicios ante los que la limpieza de la zona se ve incapaz.
A caballo entre tres propietario, el Puerto, y los Ayuntamiento de Santander y de Camargo, mientras que el de la capital no se ha pronunciado el alcalde camargués, Diego Movellán, apunta a que «la solución a los problemas del polígono de Raos requiere una estrategia coordinada y la colaboración activa entre las diferentes administraciones implicadas en esta infraestructura. El objetivo debe centrarse en dar el mejor servicio posible a las empresas instaladas en el polígono, realizando mejoras en los viales de cara a transformar el polígono en un área más accesible, eficiente y sostenible. Desde el Ayuntamiento de Camargo vamos a solicitar una reunión con la dirección del Puerto de Santander para establecer las bases de una colaboración que permita mantener unos niveles de seguridad en el acceso».
Con todo, el mayor problema esté quizá en el subsuelo, por debajo del asfalto. En unas tuberías de agua que no ofrecen la seguridad necesaria para la infraestructura del polígono. «Ni tienen la presión suficiente en caso de suministro ni la caída suficiente en caso de evacuación», señala Ramón Pérez. «Los desagües se colapsan porque el nivel freático sube porque no se han arreglado nunca».
Muchos problemas en una zona que, por ubicación y tamaño debería ser ejemplar, por imagen, por seguridad y por su amplia infraestructura de ocio.
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Ana del Castillo
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