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A David Chipperfield (Londres, 1953) la terraza le llamó mucho la atención. La vista. También a los altos cargos del Banco nacidos lejos de Cantabria. Pero la sensación de sus compañeros de visita -la de los de aquí- fue algo mucho más intenso. Casi íntimo. ... A los que más impresionó la postal fue a los santanderinos que nunca antes habían tenido la fortuna de pisar la azotea de la sede central del Santander. Junto a la enorme bandera de España y las estatuas, justo encima del arco. Ese lugar que todo vecino conoce de sobra desde la distancia. Familiar, pero por fuera. El Diario Montañés acompañó el lunes pasado al arquitecto inglés que se encargará de transformar la sede histórica del Banco Santander. Junto a la presidenta de la entidad, Ana Botín, y por la alcaldesa, Gema Igual, recorrió salones, despachos, escaleras... Repasó los rincones que, en un futuro, albergarán la colección artística de la institución y los que abrirán por primera vez sus puertas para que cualquiera pueda ver cómo era todo. Todo lo que ha llegado a ser el Santander.
Es un espacio abierto, muy amplio. Con una fuente en el medio, a pocos metros del busto dedicado a Emilio Botín-Sanz de Sautuola López. Hay cuatro enormes columnas decoradas, el hueco de una chimenea junto a dos elegantes sofás y, al otro lado, la escalera en la que, según uno sube, se topa con el cuadro 'El arrastre (las mulillas)', de José Gutiérrez Solana. Así es hoy en día el acceso a la planta baja del ala oeste del edificio del Paseo de Pereda. La zona noble, como se dijo toda la vida. Allí se reunieron -como contó este periódico- para empezar la visita. Estaban Botín, Igual y Chipperfield, pero había más gente. Altos cargos del Banco. Rodrigo Echenique (vicepresidente), Jaime Pérez Renovales (secretario general y del consejo), Juan Manuel Cendoya (vicepresidente de Santander España), José Villena (director general de Inmuebles) o Carlos Hazas (director territorial institucional para Cantabria). También Paloma Botín (vocal de la Fundación Botín y miembro del Patronato y de la Comisión de Arte) o Guillermo Morenés (financiero y marido de Ana Botín), junto al concejal del Ayuntamiento César Díaz y un par de técnicos municipales de Urbanismo.
Todos subieron a la segunda planta y pasaron por una antesala de colores verdes y suelo arlequinado en la que hay otros tres cuadros del pintor montañés ('La peluquera' y 'El burro con máscaras', entre ellos). Fue antes de celebrar una reunión en la gran sala del Consejo de Administración. Allí está, por ejemplo, la medalla de oro concedida por la ciudad al Banco. La enorme mesa, la alfombra... En un espacio elegante, alargado y luminoso. De tonos claros y con una chimenea en la que posaron para unas fotos. Estilo neoclásico para los días de importantes encuentros.
Será, seguro, una de las paradas estrella en la 'casa museo' que se proyecta en este punto para conocer la historia del banco. Esas futuras visitas -hasta ahora sólo algunos empleados del banco han tenido la oportunidad de conocer todo esto- se detendrán también en otra estancia que está en la misma planta -y conectada por esa misma antesala de los cuadros de Solana-. Se tomarán con calma ver los detalles del despacho del abuelo de Ana Botín. El cuadro del fondo, los muebles, el busto, los detalles de las lámparas, otra chimenea, el reloj de la repisa... Está intacto y la presidenta del Santander ha confesado alguna vez su devoción por este lugar. «No se tocó nada», explicaron a los asistentes el día de la visita.
A través de unos ascensores subieron a la cuarta planta. Allí entraron en otra sala. Mármol, sillas a los lados, tonos dorados y un friso en la pared de estilo pompeyano que hace de este lugar algo completamente distinto a lo que hay en el resto del edificio. Muy llamativo. Tras visitar otro despacho tocó recorrer largos pasillos hasta encontrar la estrecha escalera que conduce a la azotea. En algún punto de la planta superior -o bien en alguno de los dos edificios o en el arco que les une- está previsto instalar un mirador al que podrán asomarse los santanderinos para ver la ciudad como nunca la vieron. Y es cierto. La sensación aquí es espectacular. Por lo que se ve y por lo inédito en la forma de verlo. Por supuesto, el Centro Botín, la Grúa de Piedra, la Bahía con el ir y venir de las pedreñeras... Tocó día soleado y eso es un punto. Pero es que la visión aquí llega con nitidez al Puntal, el Marítimo, Puertochico, el Muelle como una alfombra extendida... «A la gente le va a divertir mucho visitarlo», se escuchó en el grupo, con un Chipperfield entusiasmado.
Al frente, se mira. La ciudad del mar. A la espalda se juega. La Santander empinada con su estampa en cuesta. La altura es perfecta para ver las cornisas y las torres que coronan las esquinas del Club de Regatas y la terraza del edificio del antiguo Banesto (el Mercantil, en su día), que también será objeto de reforma. Y, sobre todo, para apostar qué edificio es ese o ese otro. «Esto es un regalo». Allí todos hicieron -y se hicieron- fotos que guardaron en sus móviles como un tesoro. Se formaron corrillos, pequeñas tertulias sobre la marcha. Hablaron del proyecto, de las posibilidades... Hasta de las anécdotas que surgieron cuando colocaron el mástil de la bandera de España. Desde abajo no parece tan grande.
Del ala oeste, al otro. A la zona que ahora alberga la oficina principal y que cambiará por completo. Unos, por los ascensores. Otros (los ascensores actuales son bastante pequeños), por la escalera. Pisos abajo. Ana Botín, Carlos Hazas y David Chipperfield mantuvieron aquí la conversación más larga. El rato de charla más extenso y sosegado del recorrido.
Fue antes de despedirse. La alcaldesa y los miembros de su equipo se marcharon. También Botín, su marido y su hermana Paloma, junto al resto de acompañantes. Antes, Chipperfield, 'el cirujano de los museos' -que cuenta entre sus últimos con la ampliación de la Royal Academy de Londres- se tomó un instante con la presidenta del Santander. Fue para regalarle un libro. 'Fundación RIA. Visión estratégica'. Un documento que refleja las claves de la institución que el arquitecto británico ha puesto en marcha en Galicia, donde se construyó una casa. Un espacio para contribuir a la reflexión sobre el futuro del territorio y también una clave para conocer su forma de actuar.
Chipperfield le entregó el libro, se despidió y se perdió por una de las puertas para seguir con la visita. Para seguir trabajando en el edificio que tendrá que transformar.
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