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Aunque se tiene constancia de que ya en el año 1530 se hacían con mucha devoción en la capital cántabra pequeñas salidas procesionales, las procesiones ... de la Semana Santa de Santander se puede decir que comenzaron como tal a mediados del siglo XVI, siendo pionera la Cofradía de la Santa Vera Cruz, Hermandad de Luz y de Sangre, con sede en el Convento de San Francisco, relevante templo de la ciudad desde la Edad Media. La cofradía, que estuvo en activo durante 200 años, procesionaba el Jueves Santo y tenía seis pasos: La Oración en el Huerto, Azotes en la Columna, Ecce Homo, Cruz a Cuestas, San Juan y Virgen de La Soledad o de Los Dolores. En el año 1657 se procesionó por vez primera el día de Viernes Santo, en la Procesión del Santo Entierro, con tres pasos más, los del Cristo Yacente, San Juan y Virgen de La Soledad.
Esta cofradía desapareció en el siglo XVIII, pasando los pasos a manos del Ayuntamiento, quien cedió su cuidado y la organización de las procesiones a la Venerable Orden Tercera de San Francisco, con sede también en el Convento de San Francisco.
Ya en el siglo XVIII existían varias cofradías más, como la de las Ánimas, del Santísimo Sacramento, de la Virgen del Carmen, Concepción, Consolación, Misericordia, Socorro, Remedios, Rosario, San José y Santa Rosa de Viterbo. Se desconoce si procesionaban con pasos. En los últimos años de este siglo, la Venerable Orden Tercera estaba acompañada por una nueva cofradía, la Real Hermandad Sacramental o Milicia Cristiana.
El 25 de junio de 1786, el rey Carlos III firmó un Decreto Real por el cual desaparecieron todas las cofradías, también las santanderinas. Hasta aquel momento, las que existían eran El Repelón, El Santo Cristo, Nuestra Señora de los Remedios, La Concepción, Benditas Ánimas de Purgatorio, Nuestra Señora de la Consolación, San Antonio, Santa Ana, Santa Lucía, Santiago, San Pedro, San Juan, Nuestra Señora del Socorro, La Santa Misericordia, San Simón, Nuestra Señora del Rosario, San Crispín y Los Santos Mártires.
A lo largo del siglo XIX, se retomarían las procesiones, interrumpidas de nuevo por la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas. En este periodo, se intentó sustituir la mayor parte de las viejas tallas de los siglos XVI, XVII y XVIII debido a su importante deterioro, aunque, al final, no pudo hacerse a causa de los citados conflictos bélicos. Entonces, ya se procesionaba tres días, el Miércoles –Procesión del Silencio–, el Jueves y el Viernes Santo.
A comienzos del siglo XX, en 1908, comenzaron a renovarse las ya desgastadas tallas por iniciativa del párroco de San Francisco, llamado Agapito Aguirre. Fue el escultor Lorenzo Coullaut Valera quien asumió parte de esa tarea. En 1911 ya se contaba con tres nuevas tallas, las del Cristo con la Cruz a Cuestas, Cristo Yacente y San Juan Evangelista.
Las tallas Ecce Homo, La Oración en el Huerto y La Soledad fueron restauradas por Gonzalo Bringas. La mayoría de ellas se perderían en el desgraciado incendio del 20 de diciembre de 1920 en la parroquia de San Francisco. Después de aquel fuego, Coullaut volvió a tallar el Cristo Yacente y San Juan Evangelista. El Cristo con La Cruz a Cuestas y el Cristo de La Misericordia los tallaría por su parte Reixach-Campanya.
En 1936, fue tristemente derribada parte de la parroquia de San Francisco, haciéndose cargo el Ayuntamiento de las tallas, después de haber sido expoliadas, y depositando tres de ellas en el Museo Municipal. Poco después de finalizada la Guerra Civil española, la Semana Santa santanderina cambiaría de imagen, fundándose nuevas cofradías, construyendo nuevos pasos. De hecho, todas las tallas que forman parte de la Semana Santa actual, repartidas entre las diez cofradías, se realizaron durante el siglo XX.
La imagen más antigua que hoy se puede contemplar en Santander es la del Cristo de La Agonía (1921-1922), de Daniel Alegre, autor también de La Virgen Dolorosa (1928-1929). Y de esa misma década datan otras tres. La del Cristo Yacente (1923-1924), de Lorenzo Cuollaut; El Señor de La Misericordia (1924), de Talleres Reixach-Campanya; y San Juan (1924-1925), también de Coullaut.
Formas de celebrar la Pascua
En el siglo XVI, las procesiones tuvieron su origen en el teatro religioso, en el que se realizaban escenificaciones de los Autos Sacramentales en los pórticos de las iglesias y en su interior, Autos que formaban parte de las misas. Con el tiempo, los actores se fueron sustituyendo por imágenes de tela y de madera.
La Semana Santa se celebra en toda España y en todas se conmemora la Pasión, Crucifixión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Pero hay tres zonas de la geografía nacional en las que tiene más presencia: Castilla y León, Levante y Andalucía. Y, persiguiendo un mismo fin, en cada una de ellas se aprecia un estilo diferente y propio. Así, la castellanoleonesa es austera, sobria y silenciosa, mientras que la levantina busca espectacularidad y la andaluza es alegre y bulliciosa.
La Semana Santa santanderina se parece bastante a la castellanoleonesa, pero no son iguales. Nuestras tallas actuales datan del siglo XX y aúnan sobriedad, dramatismo, líneas claras y rotundas, con un gran valor artístico. En Valladolid, Zamora, Salamanca, las tallas son muy antiguas y son obra de los mejores imagineros de la historia, como Juan de Juni y Gregorio Fernández; imágenes muy reales, que conforman un Evangelio de madera; debido a su gran valor, la mayoría reposa durante todo el año en el Museo Nacional de Escultura.
Las procesiones de la comunidad vecina son más austeras, más sobrias, más rígidas. Tiene costumbres ancestrales, como por ejemplo en Bercianos de Aliste (Zamora), donde los cofrades visten una túnica blanca, tejida por sus novias y que será su futura mortaja. O en Toro, donde los cofrades o conqueros van pidiendo limosna por las casas con sus concas, cuencos de madera.
No tiene la misma expresión una talla en Santander o Valladolid que otra en Sevilla o Málaga. Las imágenes santanderinas tienen una expresión más moderna. En la capital cántabra expresan más levemente que las otras el sufrimiento en sus caras. En Castilla, sin embargo, son caras que expresan vejez y un inmenso dolor, con lágrimas de sangre, llagas de corcho y ojos de cristal. En Andalucía, los Cristos no parecen que estén muriendo, sino durmiendo. Y las Vírgenes expresan juventud y belleza y muestran su dolor las lágrimas que resbalan por sus mejillas.
En Andalucía hay cientos de imagineros en distintas Escuelas de Imaginería; en Castilla y León, en cambio, no hay ni una sola. En Andalucía es impensable que una cofradía con varios pasos salga varios días, como en Santander o en Castilla y León, porque los cofrades son devotos solo de una o varias imágenes en concreto.
Costaleros en Santander
Desde hace seis años, en Santander hay una cofradía que saca dos de sus pasos con costaleros, estilo propio de Andalucía, algo insólito en nuestra ciudad. Los costaleros van debajo de las trabajaderas del paso, unos palos transversales de madera maciza; y van soportando todo el peso del paso sobre su séptima vértebra cervical, algo muy duro de soportar y que requiere mucho sacrificio y esfuerzo. Para proteger sus vértebras, llevan un costal, una pieza de arpillera o de estopa enrollada en la morcilla, una mullida que soporta la trabajadera. También lleva una faja costal alrededor de los riñones, para proteger su columna del esfuerzo realizado.
Los costaleros forman cuadrillas al mando de un capataz y dos ayudantes, los contraguías, que repiten las órdenes del capataz a los costaleros de la zona trasera del paso. Los pasos llevan varias trabajaderas transversales y debajo de cada una de ellas portan cinco o seis costaleros. Los de las esquinas son los pateros, encargados de las revirás o giros del paso. A su lado, los fiadores, que ayudan en los giros. En los dos extremos de cada trabajadera están los costeros y al resto de los costaleros se les llama corrientes.
El principio es la palabra y la palabra es Pasión. Los velones se encenderán en los candeleros y el incienso aromará de nuevo las calles…
Que se abra ya el Pórtico de la Semana Santa santanderina.
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