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Hay palabras que funcionan como un cepo: si no andas con cuidado al decirlas te atrapan en una frase hecha. Sucede por ejemplo con rectificar, ... que sólo con pensar el término te aparece en la boca que es de sabios; de ahí el cepo, la trampa. Ahora bien, con la actualidad que nos gastamos, este refranero parece que se está difuminando, sobre todo a raíz de la eliminación del MetroTUS: ¿de verdad rectificar es de sabios o hay que interpretarlo como una forma de evitar problemas? Desconfío de los convencidos que son incapaces de dudar, los amarrados a sus creencias como sapos a su piel. Estaría bien que las certezas fueran sólidas referencias, pero nunca una posición inamovible en la que sólo puedes encontrar el eco de tu propia argumentación. ¿Acaso no era una certeza que el MetroTUS era la solución ideal para el transporte en la ciudad?
Ahora que el plan estrella del Ayuntamiento se ha estrellado con la realidad, a pesar de los informes, los cálculos y las loables intenciones de la Universidad, la rectificación de la política municipal ha invertido el eslogan, y la sabiduría de rectificar se ha convertido en otra cosa. No es habitual que un político dé marcha atrás en sus ideas. La defensa de sus proyectos los coloca a veces al borde mismo de lo legítimo, sin embargo, cabe preguntarse cómo pasará a la historia el frenazo al MetroTUS, cómo se leerá en las hemerotecas, si como una victoria de la opinión contraria o una equivocación que se corrigió a tiempo. ¿Rectificar es retractarse? Por muchos titulares que nos dé, eso sólo lo sabe la alcaldesa.
Hoy en día, fuera de la política también está en juego la cintura de las opiniones. Ahora le ha tocado rectificar a un humorista del canal Comedy Central, Rober Bodegas. La razón: unos chistes sobre gitanos que le han valido 400 amenazas de muerte. En su comunicado, el cómico se disculpa por sus palabras, por la ofensa que hayan podido provocar y pide retirar el vídeo de las plataformas donde aún pueda verse. ¿Eso también es rectificar o es una victoria de la opinión contraria? Si lo llevamos a título individual, ¿cuánto cuesta defender lo propio, cuándo es el momento de volverse uno flexible? Ante tanta susceptibilidad, uno no sabe si ceder es valentía o un gesto cobarde. Es decir, ni la política puede ver en la protesta ciudadana un ataque visceral hacia unas siglas, ni la libertad de expresión puede verse cuestionada por una opinión manifiestamente herida y de mal gusto. Piensen en la última vez que se guardaron lo que pensaban para evitar un conflicto. Piensen entonces en el cepo. Quizá estemos a tiempo de rectificar para no quedarnos atrapados en las frases hechas.
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