La reforma para convertir el Hotel Central en residencia comenzará en un mes

La actuación urbanística permitirá recuperar un edificio histórico que muestra numerosos signos de abandono y falta de mantenimiento desde que cerró sus puertas en 2015. A consecuencia de este deterioro, el pasado mes de agosto se produjo un desprendimiento de parte de la cornisa de su fachada, que cayó sobre una acera de la calle Lepanto.

El edificio fue precintado para evitar riesgos futuros y se instaló un cerramiento sólido para restringir el paso y mantener una distancia de seguridad, una medida de seguridad provisional que se ha mantenido a lo largo de los meses.

Las obras que se van a iniciar consistirán en «una reforma exhaustiva del edificio» que se prolongarán durante 18 meses. En este tiempo, el edificio verá transformado su uso de hotel a residencia de mayores.

Si se cumplen todos los plazos previstos, en verano de 2023 este inmueble lucirá completamente modernizado en su interior y en su exterior mantendrá la fachada original del número 5 de la calle Ataúlfo Argenta, con su estilo clásico en color azul que se ha convertido en una seña de identidad del centro de Santander.

Para garantizar ese respeto por su fachada original, Onisan contará con una empresa especializada en rehabilitar edificios históricos: «Queremos conservar el patrimonio y dejarlo en todo su esplendor». La empresa reitera que dará vida al edificio sin que pierda su esencia.

Por dentro se transformará por completo para convertirse en un edificio sostenible. Desde Onisan destacan que «nos importa más la calidad que la cantidad» y que, como empresa familiar, quieren que su residencia también mantenga ese espíritu. La nueva residencia de personas mayores creará cerca de medio centenar de puestos de trabajo con personal titulado para dar un servicio profesional y con un completo servicio médico, de enfermería y psicología.

El hotel cerró en enero de 2015 y los propietarios del edificio, la familia Cubría Falla, lo puso a la venta en 5,5 millones de euros. Originalmente, fue propiedad de Antonia Falla Ruano y renació en los 80 como un hotel moderno.